silence » dylan o'brien (EDIT...

By showyahow

144K 9K 2.2K

Él hablaba poco. Ella insistía mucho. Él no respondía a sus preguntas. Y ella preguntaba demasiado. More

Silence
Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
NOTA
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho

Capítulo seis

6.1K 493 44
By showyahow

—Buenos días —saludó el profesor cuando entró por la puerta.

Di un respingo en el asiento y guardé rápidamente el teléfono antes de que pudiera verlo. Me alisé la falda del vestido e hice como que prestaba atención a cada palabra que decía el profesor. Después del incidente del otro día, y teniendo en cuenta lo mal que se me daba la biología, había decidido comportarme como una alumna ejemplar para conseguir, al menos, el aprobado.

—Buenos días, profesor —cantamos a coro y tuve que reprimirme de rodar los ojos.

—Hoy explicaré en qué consta el trabajo de este trimestre; así que orejas bien abiertas, señor Morgan.

El chico de tercera fila se recolocó en el asiento hasta ponerse recto y levantó las manos con una inocencia fingida que hizo que toda la clase se riera. El profesor los ignoró, dejándolo pasar solo por ser Travis Morgan: jugador del equipo del instituto.

Después de estar más de media hora explicando el tema del trabajo, pasó a mencionar los puntos clave y la estructura que debería tener. Garabateé con rapidez sobre mi libreta todo lo que estaba mencionando, esforzándome por no dejarme ni el más mínimo detalle. Cuando por fin terminó de hablar, solté un suspiro y me llevé una mano a la frente, sujetándome la cabeza como si de ese modo fuera a conseguir que me dejara de doler. Primera hora de la mañana y ya sentía que necesitaba otras ocho horas de descanso.

Observé con tristeza mis apuntes, replanteándome seriamente cambiarme de asignatura, y negué lentamente ante la gran posibilidad de sufrir durante lo que quedaba de curso.

Por si eso no fuera poco, durante los últimos diez minutos de clase nombró las parejas con las que nos tendríamos que poner de acuerdo para trabajar. Como si de una broma personal se tratase, una de mal gusto, Dylan y yo éramos compañeros de pupitre y, por tanto, trabajaríamos juntos.

Cerré los ojos con fuerza, aprovechando que no me estaba mirando, y maldije mi suerte. Por si no era lo suficiente insegura, me había tocado un compañero soberbio, con poca empatía y falta de corazón.

—Tienes suerte de tenerme como compañero —lo miré seriamente, sin decir nada, esperando que dejara de hablar— De verdad, soy bueno en biología.

—Entonces bastará con quedar un día, organizarlo todo y vamos trabajando en ello.

Me mantuve firme, apartando mis ojos de su mirada. Hoy estaba siendo agradable, pero eso no iba a bastar para que bajase la guardia.

—No seas tan dura. Despreocúpate, el proyecto saldrá bien.

—¿Que yo no sea dura? ¿Y me lo dices tú?

Me reí entre dientes, aunque al segundo me arrepentí de haberlo dicho. No debía parecer que me importara...

—Está bien. Lo siento, Bree. Lo de anoche estuvo fuera de lugar, solo quería molestarte. No debí llegar tan lejos.

Torcí la mandíbula en un gesto molesto y seguí mirando al frente, haciendo como si sus palabras me importaran lo más mínimo. En realidad, no era así. Estaba alerta, esperando atentamente a que dijera algo más. Su rodilla chocó suavemente con la mía para llamar mi atención y le correspondí la mirada con facilidad, sintiendo que me quedaba sin aire al ver sus profundos ojos marrones estudiarme cautelosamente.

—Está bien —dije simplemente, sonando seca.

Dylan suspiró y lo volvió a intentar. Nunca había puesto tanto empeño en ninguna de nuestras conversaciones. De hecho, parecía que los roles se habían intercambiado por un momento.

—Lo digo en serio. Tienes todo el derecho del mundo a odiarme, me he portado mal contigo desde el principio.

Asentí lentamente, estando de acuerdo con esa parte, pero seguí firme porque ya no sabía qué creer y qué no. Habían sido tantas las veces que lo había intentado y me había decepcionado que ya me asustaba volverlo a intentar otra vez.

—No te creo.

—No esperaba que lo hicieras —añadió, sonriendo con confianza— Te lo demostraré, empezando por el trabajo de biología. ¿Qué te parece?

Alzó las cejas a modo de pregunta y esperó, esperanzado, por mi respuesta. Su sonrisa esta vez era diferente. Aunque se le veía con confianza y seguro de sí mismo, no era burlona como las demás. Casi parecía tierna y, por un momento, se me encogió el corazón y quise creerle.

—Fenomenal —musité.

Él suspiró y sonreí internamente al ver como se daba por vencido. Comencé a recoger en silencio al ver la hora en mi reloj de muñeca y, para cuando sonó el timbre, metí el último libro en mi bolso.

Dylan y yo caminamos juntos hacia la cafetería, en silencio. Sin embargo, esta vez parecía diferente a las otras. No era un silencio incómodo ni él intentaba ignorarme; de hecho, podía ver como me miraba por el rabillo del ojo de vez en cuando. ¿Estaba intentando algo? No, seguro que eran imaginaciones mías.

La cafetería estaba abarrotada, como de costumbre. Puse una mueca, que disimulé bastante rápido, y resoplé por lo bajo ante la incomodidad que me generaba un ambiente así. Compramos el almuerzo rápidamente y nos escabullimos hacia la cancha de baloncesto, donde probablemente ya estarían los demás esperándonos.

—Por fin —suspiré cuando salí por la puerta de la cafetería.

Una bocanada de aire fresco me golpeó el rostro y respiré profundamente ante la diferencia de temperatura.

—¿Se acabaron las fiestas para ti? —bromeó Dylan, guardando la mitad de su sándwich en su mochila.

Fruncí el ceño levemente y lo miré expectante.

—¿Por qué lo preguntas?

—No te gustan los sitios concurridos —explicó sencillamente, encogiéndose de hombros con inocencia como si fuera un dato más que evidente.

Abrí la boca rápidamente para contestar, pero frené antes de que saliera alguna palabra de mi boca. Me había sentido ofendida por la forma tan rápida que había tenido de leerme, pero no por eso debía ser tan obvia.

—¿Tanto se nota? —inquirí tranquilamente, alzando una ceja.

Torció la cabeza en un gesto pensativo, tardando su tiempo como si no tuviera la respuesta preparada en la punta de su lengua.

—Digamos que no te esfuerzas mucho por esconder tus reacciones.

Me mordí la esquina del labio para guardar silencio y atravesé la puerta de la cancha con el sentimiento de alivio de poder estar alejada de él un rato. Estaba empezando a ponerme nerviosa estar junto a él y eso era algo que no debía permitir. Caminé hacia las gradas y me senté junto a los demás, captando la última frase de una conversación entre Alison y Tyler.

—¿Cómo ha ido vuestra mañana? —me preguntó Abbey, demasiado concentrada en quitarle el plástico protector a la caja de su ensalada.

Le di un rápido vistazo a Dylan por el rabillo del ojo y suspiré con tranquilidad cuando vi que no estaba prestando atención. Volví mi atención a ella y me encogí de hombros sin más.

—Bien, como siempre. Nos han puesto un trabajo.

—¿A Dylan y a ti?

Asentí.

—Biología —mascullé, torciendo la mandíbula.

Abbey abrió la boca, comprendiendo que se trataba de un tema complicado y lo dejó estar, no sin antes desearme suerte y paciencia para poder acarrear con todo. Después de eso, Tyler empezó a hablar de su clase de química y de como la profesora lo infravalorara siempre que tenía ocasión; después fue Thomas, que estaba algo triste porque no conseguía hacer bien su proyecto de diseño; y, por último, Abbey dijo que, aunque su día no había ido tan mal como el de ellos, tenía ganas de irse ya a casa.

Miré mi reloj de muñeca y observé que no quedaba mucho tiempo para que sonara el timbre de la próxima clase. Tomé un respiración profunda, sintiendo que necesitaba toda la energía y fuerza posible, y me puse en pie mientras sacudía la falda de mi vestido.

—Voy al baño —anuncié, apretando los labios en una sonrisa incómoda.

Me parecía muy extraño anunciarlo, pero aún más marcharme sin avisar. Recogí mis cosas y las metí en el bolso, dejándolo preparado para irme cuando volviera. Caminé hacia los vestuarios de la cancha con rapidez, escabulléndome por la puerta de los servicios y cerrando la puerta sin preocuparme por poner el cerrojo.

El baño no estaba muy cuidado y se podía escuchar una gota de agua salpicar contra el lavamanos en el silencio de la estancia. Cuanto más lo observaba, más tétrico me parecía, así que aligeré mis movimientos y me sacudí las manos en el aire mientras caminaba fuera de ahí. Estaba a punto de salir por la puerta cuando escuché una frase entre los cuchicheos que me hizo frenar en el sitio.

No me consideraba muy cotilla, pero parecía que estaban hablando bastante mal de alguien. Fruncí el ceño levemente y pequé la cabeza a la puerta para escuchar más detenidamente.

—Es muy pesada —sentenció Tyler, soltando un bufido que se confundió con un gruñido de alguien más. No hubo otro tipo de respuesta, por lo que supuse que los demás estarían de acuerdo— No la aguanto.

Me mordí la esquina del labio, intentando descubrir de quien estaban hablando.

—Yo tampoco —añadió Summer, apoyando a su novio— Y esos aires que se da... un día le voy a pegar un puñetazo

Alison se rió con malicia, sin parecer chillona o sobreactuada. El carácter de Summer no me sorprendía en absoluto, siempre se dejaba llevar por las emociones y las canalizaba con fuerza hacia el exterior.

Añadieron algunos comentarios más, todavía despectivos, pero sin especificar ningún nombre. Torcí la mandíbula y miré al techo, pensando en quién se podría tratar. Analicé todas las personas que creía que ellos podrían odiar, pero no se me ocurrió ninguna en concreto.

Tragué saliva con fuerza al notar como me costaba que algo atravesara el nudo que tenía en la garganta, y en ese momento me di cuenta de que mi subconsciente estaba preocupado. Esta vez fruncí el ceño con intensidad, como si pudiera discutir conmigo misma. ¿Realmente creía que estaban hablando de mí? No podía ser, nos llevábamos muy bien y no harían eso... o simplemente no los conocía lo suficiente.

Tomé una respiración profunda que hizo que mi pecho temblara y apoyé mis palmas sudorosas sobre los azulejos húmedos del baño para acercarme más a la puerta sin descubrirme.

—Ni siquiera yo la aguanto —Thomas se quejó y mi corazón latió con fuerza, dando un vuelco al escuchar las palabras del chico más tierno que había conocido— Y yo intento ser simpático con todo el mundo.

¿Cómo era posible? ¿Qué había hecho tan malo que ni si quiera la persona que acepta a todo el mundo me despreciaba? Mi cabeza empezó a dar vueltas con tantas preguntas que no podía contestar y, por un momento, pensé que me caería al suelo. Todas ellas corrían por mi cabeza como voces diferentes, algunas de ellos mismos repitiendo sus frases y acusándome de haberles traicionado.

Una vez más, todos se apoyaron y se dieron la razón, haciéndome sentir excluida. ¿Por qué no habían esperado directamente a que me marchara? Sus burlas se sentían como cuchillos afilados contra mi estómago. Pero si pensaba que el comentario de Thomas me había dolido era porque aún no había escuchado el de Dylan.

—Ya no sé como hacerle entender que no quiero nada con ella. Siempre intenta acercarse a mí, me acosa con preguntas y se intenta entrometer en mi vida.

Ahogué un jadeo, realmente había dolido igual que un puñetazo.

—Está coladita por ti —lloriqueó Summer y todos se rieron.

—Me da igual, no me interesa en absoluto.

Ni si quiera estaba molesta, el rechazo me había dolido mucho más. Dylan tenía razón, lo había intentado demasiado y tendría que haber captado la indirecta desde el primer día, cuando dejó bien claro que no quería hablar conmigo y que le molestaba mi presencia en su grupo de amigos.

Parpadeé varias veces, saliendo de mis pensamientos y recordando que llevaba mucho tiempo escuchando detrás de la puerta. No es que importara mucho, pero tampoco quería ser muy obvia. Miré a un punto fijo en el frente y me concentré en mantener la compostura, interpretar mi papel y salir de la cancha como si nada. Tomé una respiración profunda y me aparté un mechón de pelo de la cara con confianza antes de salir.

Lo primero que captaron mis ojos fue al grupo de amigos, que seguían sentados en círculo hablando de otro tema diferente ahora que yo había vuelto a la escena. Actué con normalidad, sacudiendo mis manos secas como si acabara de lavarlas y sonreí levemente mientras estiraba mi brazo para coger la correa del bolso y colgarla sobre mi hombro.

—¿Bree? —preguntó Abbey, pero no pude mirarla a los ojos— ¿Te marchas?

Cogí el vaso de cartón con los restos de mi café frío y asentí, sonriendo con inocencia.

—El timbre sonará en seguida —dije simplemente.

Carraspeé, las palabras pasaron por mi garganta como si tuvieran espinas alrededor.

—¡Espera! —chilló Alison y tuve que contenerme por no dar un salto en el sitio y alejarme de su voz irritante— Voy contigo.

La miré algo aturdida, boquiabierta mientras pensaba una excusa con los ojos de todos y cada uno de ellos mirándome expectantes. Parpadeé para aparentar normalidad, pero sabía que no lo estaba haciendo bien del todo. Me recompuse en una milésima de segundo y volví a inventarme algo.

—Tengo que ir a por una cosa antes —aclaré, señalando con el pulgar hacia la puerta— ¿Nos vemos luego?

Alison cerró la boca, extrañada ante mi respuesta, y asintió. Sonreí con credibilidad y alcé el brazo mientras caminaba hacia la salida, borrando cualquier rastro de simpatía al darles la espalda aun cuando seguía dentro de la cancha.

Una vez fuera, caminé inconscientemente hacia la salida. Mis tacones resonaban contra el asfalto del aparcamiento y, cuando me quise dar cuenta, había rodeado el recinto y había llegado a uno de mis rincones favoritos. Lo había encontrado unos días antes, era del tamaño de una plazoleta pequeña en la que había dos bancos cubiertos por la sombra de los árboles. Me extrañaba que estuviera vacío, pero no me quejaba en lo absoluto.

Me dejé caer contra el banco, mi bolso resbalándose por mi brazo, pero lo dejé ahí mientras pasaban los minutos. No me moví, solo miraba a un punto fijo mientras recordaba todo en mi cabeza. Seguía intentando darle un sentido, aun cuando no merecía la pena. Odiaba admitirlo, pero me había afectado lo suficiente como para sentirme mal.

Todavía no estaba compuesta del todo, y supe que pasaría todo el día distraída, pero caminé de vuelta hacia el interior de la institución y me dirigí hacia mi próxima clase con la esperanza de que pasara rápido el día y el resto de curso.

Como era de esperar, los minutos pasaron tortuosamente lentos y, para cuando sonó el último timbre del día, solté un suspiro de felicidad tan exagerado que hasta mi compañera se dio cuenta. Sonreí con incomodidad, encogiéndome de hombros antes de salir por la puerta con rapidez.

Llegué hasta mi taquilla y dejé todos los libros que había utilizado, ordenándolos para no arrepentirme del desastre mañana cuando llegara a primera hora. Vi el libro de biología en el fondo del compartimento metálico y gruñí por lo bajo, cerrando la puerta con fuerza como si de alguna manera así fuera a desaparecer.

—¿Problemas de ira, Dilaurentis?

Di un salto en el sitio, ahogando un chillido y llevándome una mano al pecho cuando escuché la voz de Dylan junto a mí, más próxima de lo que habría esperado en cualquier contexto normal. Él imitó mi gesto y dio un pequeño brinco también, alejándose mientras se burlaba de mi reacción.

—No es gracioso —musité, alzando las cejas a modo de aclaración.

Le di un rápido vistazo para aparentar normalidad, pero evitar su mirada y la de cualquiera era todo lo que quería en ese momento.

—¿Qué planes tienes para esta tarde? —inquirió, arqueando las cejas mientras apoyaba su brazo en mi taquilla.

Lo miré algo estupefacta, entreabriendo los labios con la esperanza de que saliera algo ocurrente sin que yo tuviera que pensarlo primero. Una vez más, no podía comprender su actitud. ¿No estaba cansado de mí? ¿Entonces por qué me buscaba? Pero entonces me golpeó, el trabajo de biología...

—Nada importante —musité, ganando tiempo mientras pensaba en una excusa para no hacer hoy el trabajo.

Me estaba empezando a impacientar; lo único que quería era marcharme a casa. Necesitaba tiempo, alejarme y reflexionar antes de volver a salir con alguno de ellos, aunque fuera para un simple trabajo. Dylan entrecerró los ojos, estudiando mi reacción y, por un momento, lo vi desconcertado. Chasqueé la lengua y me giré sobre mis talones para caminar hacia la salida. Sabía que me seguiría, tenía que hacerlo si quería salir de ahí. Además, en la calle sería mucho más sencillo huir.

—Perfecto, vendrás conmigo.

Fruncí el ceño descaradamente, pero sin dejar de caminar. Seguí mirando al frente, haciéndome paso entre la marea de estudiantes que se empezaba a formar y torcí la cabeza mientras hacía como que me lo pensaba.

—Imposible, tengo que estudiar.

Agarré la correa de mi bolso con fuerza y empujé la puerta de la salida del instituto, caminado con la suficiente rapidez como para dejarlo atrás sin que me lo impidiera. Suspiré aliviada y seguía con mi camino, como todos los días, excepto con una sensación de malestar que creía en la boca de mi estómago ante la actitud inexplicable de Dylan.

Sabía que había sido un poco tajante, pero me sentía tan desesperada por marcharme que ni si quiera me había preocupado en elegir correctamente mis palabras. Tampoco me importaba mucho, con el tiempo me daría igual.

Cuando llegué a casa, dejé mis cosas sobre la mesa y cogí el teléfono para llamar a mi madre. Como era de costumbre, no estaba en casa, pero sabía que escuchar su voz me haría retomar la tranquilidad. Me puse el teléfono en la oreja y esperé una contestación al otro lado de la línea mientras ordenaba mi escritorio con la mano libre.

Suspiré cuando saltó el buzón de voz y colgué, lanzando el teléfono sobre la cama. Me cambié de ropa, poniéndome el pijama más cómodo que tenía, y seguí el trayecto del teléfono hacia la cama. Cerré los ojos, poniéndome una mano en la frente, y me levanté de un salto cuando escuché la vibración de mi móvil. Lo cogí esperanzada, esperando que fueran señales de mi madre o un aviso de que venía a cenar, pero en cambio obtuve un mensaje de un número desconocido que solo consiguió intranquilizarme aún más.

"Abre la ventana"

Apreté el móvil con fuerza entre mis dedos y miré a ambos lados en mi cuarto, asustada. Le di un rápido vistazo a la ventana para asegurarme de que estaba cerrada y palidecí cuando vi que las cortinas estaban corridas. Fuera quien fuera, estaría viéndome ahora mismo. Busqué, con desesperación, algo con lo que defenderme y agarré la lámpara de mi escritorio contra mi pecho.

Sentía como temblaba, aun estando de pie. Mis ojos estaban llorosos y empezaba a verlo todo ligeramente borroso. Mi teléfono volvió a vibrar por un nuevo mensaje, pero no tuve el valor de mirarlo; solo podía observar la sombra de una persona sobre mi ventana, abriéndola fácilmente con un ligero click que hizo que un escalofrío me recorriera la columna vertebral.

—¿Tanto te costaba abrirme? —preguntó,  cerrando la ventana tras entrar y poniéndose de pie torpemente.

Dejé la lámpara sobre la mesa y lo miré boquiabierta. No estaba asustada, ni si quiera sorprendida, estaba furiosa.

—¿Qué haces aquí?

Era Dylan.

Continue Reading

You'll Also Like

388K 25.6K 97
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
347K 17.3K 52
𝘏𝘢𝘪𝘬𝘺𝘶𝘶! | 𝘖𝘯𝘦 𝘚𝘩𝘰𝘵𝘴 ılı.ıllı
891K 105K 121
Después de que esa persona se fuera de su vida estaba sola. Pasó toda su adolescencia con ese hecho, y es que su condición la obligaba a no entablar...
629K 58.2K 45
"ADAPTACIÓN" Me ví obligado a casarme con el hombre más frío, cruel, orgulloso, prepotente y multimillonario de todo el país solo por un contrato que...