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By showyahow

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Él hablaba poco. Ella insistía mucho. Él no respondía a sus preguntas. Y ella preguntaba demasiado. More

Silence
Personajes
Capítulo uno
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
NOTA
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho

Capítulo dos

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By showyahow

Mi primera clase era Biología. Dos horas seguidas. Y yo odiaba la biología, pero con el cambio de expediente no tenía suficientes créditos con las optativas de literatura e inglés, así que esta era la solución para una persona que quería dedicarse a escribir libros.

Analicé el aula rápidamente: mesas conjuntas, una pizarra llena de apuntes, ventanas sucias y un modelo del cuerpo humano que parecía estar castigado en una esquina. Fiché un asiento vacío en última fila y me dirigí con decisión antes de que empezara a llenarse.

No tardó mucho en suceder. Me fijé sutilmente en las personas que entraban y en sus apariencias para, por lo menos, tener una idea de quiénes serían mis compañeros durante lo que quedaba de curso. Las siguientes fueron Abbey y Summer, y aparté la mirada rápidamente cuando vi que les seguía Dylan. Se me aceleró el corazón de manera automática y me puse a garabatear en el cuaderno, esperando que el pelo me cubriera la cara lo suficiente para que no me reconocieran.

Me hubiera gustado poder compartir pupitre con ellas, pero no quería ni dirigirme a Dylan. Ni siquiera comprendía cómo podían ser amigos. Atisbé por el rabillo del ojo como las chicas cuchicheaban algo y Dylan agachaba la cabeza, como si estuviera arrepentido. Me dio un leve vuelvo al corazón que me obligué a borrar, porque él no se iba a disculpar ni arrepentir.

Lo vi caminar hacia el último asiento libre que quedaba y arrugué la nariz.

—Dilaurentis —saludó cuando se sentó a mi lado.

Mi apellido se deslizó con un ligero tono divertido y apreté la mandíbula hasta que me chirriaron los dientes.

—Tengo un nombre, ¿sabes? No me gusta que me llamen por mi apellido.

Dylan sonrió abiertamente, pasándose la lengua por el interior de la mejilla como si luchara contra viento y marea por no contestarme. Pero ya lo había visto antes, no iba a dejarme tener la última palabra. Dejé el lápiz sobre el cuaderno con más fuerza de la que me habría gustado y ladeé el torso hasta estar frente a él. Si íbamos a discutir de nuevo, no iba a aceptar ver solo la mitad de su cara.

Soltó los libros sobre la mesa, se acomodó en la silla y miró al frente, como si fuera más interesante la pizarra que yo. Igual que hizo antes en administración. Ni una mirada cargada de odio, ni un remarque sarcástico, ni una chispa de emoción. No podía negar que me traía curiosidad la razón por la que era tan frío conmigo buenas a primeras, sin siquiera conocerme. Apreté los labios, haciendo una mueca de disgusto para mí misma, y volví a colocarme recta en el sitio. Aunque mi yo interior quería agarrarlo por los hombros y darle una sacudida.

El profesor entró por la puerta, saludando sin muchos ánimos a la clase, y me recliné sobre la mesa para recolocar mi postura. Miré hacia delante y suspiré en forma de queja, sintiendo que esa clase iba a ser interminable. Cuando había pasado lo que parecía una hora de larga explicación, decidí abrir mi cuaderno y comencé a dibujar algunos garabatos para distraerme.

—Señorita Dilaurentis —pude escuchar y levanté la mirada lentamente del cuaderno para encontrarme con la del profesor— Si ha estado atendiendo le resultará muy sencilla esta pregunta.

Sonrió irónicamente mientras me observaba y aguanté la respiración por un momento, sabiendo perfectamente que me había pillado. Me rasqué la nuca con nerviosismo y froté las palmas de mis manos contra mis vaqueros, sintiendo que empezaba a traspirar. Aquí venía una pregunta sobre la que no tendría ni idea; ahora no solo sería la nueva, sino también la tonta.

—Podría repetir la pregunta, por favor —pedí, intentando ganar tiempo.

Miré rápidamente la pizarra, el libro de texto y comprobé que estaba en la misma página que Dylan. El profesor puso una mueca, arqueando una ceja con disgusto, pero repitió la pregunta aunque su tono de voz indicara que no quería hacerlo y que no tenía la paciencia necesaria. Todas las miradas se pusieron en mí, todas las cabezas se giraron, y me reincorporé en la silla al sentir la presión social.

—¿Dónde se genera la sacarasa?

Me quedé congelada por un momento; no tenía ni idea sobre la respuesta. Reaccioné en seguida, entrecerrando los ojos y abriendo un poco la boca, sin saber qué decir, mientras aparentaba pensativa. Apreté con fuerza el bolígrafo que tenía en la mano y empecé a golpearlo contra la tapa del cuaderno que había cerrado instintivamente, haciendo que el profesor se irritara más.

—En las glándulas intestinales —susurró Dylan, el cual no me quitaba la vista de encima.

Su respuesta me sorprendió tanto que no pude evitar abrir los ojos y girarme levemente hacia él. El profesor carraspeó y alzó las cejas, expectante, y yo sacudí la cabeza como si hubiera vuelto a la realidad.

—En las glándulas intestinales —dije torpemente, pero con seguridad.

Asentí al hablar y la clase empezó a reírse levemente. Puse una mueca, pensando que había cometido el error de confiar en mi compañero de pupitre, pero en seguida entendí que se carcajeaban del profesor y de cómo apretaba su mandíbula al ver que no había conseguido pillarme.

—Correcto —gruñó, de manera inaudible, y se dio la vuelta para volver a la mesa donde se encontraba su ordenador— La clase no ha terminado aún.

Aguanté mi postura recta, aparentando inocencia, mientras la clase dejaba de murmurar sobre la reciente escena. Cuando este se dio la vuelta y volvió a escribir en la pizarra, sonreí orgullosa sin ocultarme. Ladeé la cabeza levemente y observé como Dylan tomaba apuntes de la pizarra, concentrado en su tarea. Me mordí el labio, debatiéndome entre agradecerle o ignorarle, pero me decanté por la segunda opción.

Abrí la boca para hablar, pero la cerré en seguida al escuchar al profesor hablar. Me reincorporé rápidamente en el sitio, sintiendo que estaría tentando demasiado a la suerte, y le presté atención mientras explicaba que iba a darnos cinco minutos de descanso y que volvería con exactitud para continuar con la segunda parte de la clase. Asentí para mi misma, sabiendo que esa era la oportunidad perfecta. El ambiente del aula cambió abruptamente y todos se pusieron a hablar entre ellos.

—Gracias por la respuesta —reconocí, estirando el cuello para poder mirarle a la cara al hablar.

—Te he sacado de un apuro.

Su comentario salió como un susurro mientras terminaba de copiar las palabras en sus apuntes desordenados. Entreabrí la boca al ver su indiferencia, pues no esperaba tampoco respuesta por su parte.

—Lo sé, gracias.

Asintió una vez y siguió prestándole atención a su libro para así no tener que hablar más conmigo. Estudié su comportamiento por un segundo y lancé la pregunta antes de pensar demasiado en si debía hacerla o no.

—¿Por qué lo has hecho?

Dylan alzó la cabeza y me miró con una ceja arqueada. Me encogí de hombros, demostrando que iba en serio y que no entendía sus cambios repentinos de comportamiento, la ironía constante y las sonrisas burlonas. Alcé las cejas con expectación y él apartó la mirada, volviendo a lo suyo sin más.

—¿Por qué me has ayudado?

Lo volví a intentar, pero era como hablar con una pared. No sabía si prefería el silencio o que fuera desagradable e hiciera comentarios mezquinos con tal de poder mantener una conversación. Levantó la cabeza y lo miré esperanzada, pero él solo le dio una rápida mirada a Abbey y Summer para después suspirar. Seguí su mirada y observé sus miradas apenadas, aunque en seguida cambiaron el gesto por sonrisa amables y pulgares alzados.

—Ahora me debes un favor.

Lo miré incrédula y me reí de su comentario.

—¿Cómo?

—Te lo haré saber cuando necesite algo —comentó sin más y se encogió de hombros.

—Eres...

No pude terminar la frase al escuchar al profesor anunciar su llegada de nuevo. Apreté los labios con rabia porque sabía que tenía que guardarme mi respuesta si no quería que terminara de odiarme por lo que quedaba de curso y me suspendiera sin más. La gente volvió también a sus sitios, lo cual me sorprendió.

Le di un rápido vistazo a Dylan y vi la sonrisa ganadora que adornaba su rostro. Aguanté la respiración por unos segundos, reuniendo todas mis fuerzas, y entonces su sonrisa se agrandó tanto que parecía que estuviera a punto de echarse a reír. Sentí la rabia recorrer mis venas y el calor en mis mejillas.

—Eres un capullo.

No lo aguantaba. Despreciaba su actitud y me sacaba de quicio. Por si eso fuera poco, la comisura de sus labios se elevó unos centímetros y su sonrisa se ensanchó.

—¿Y qué vas a hacer al respecto?

Dylan se dirigió hacia mí, girando su cuerpo sobre la silla. Me miró directamente a los ojos y alzó las cejas, expectante, esperando mi respuesta con interés. Abrí la boca para contestar, pero el grito profundo del profesor me hizo dar un salto en el sitio.

—¡Dilaurentis y O'Brien! ¡Los dos fuera!

Le observé boquiabierta, sin poder creer que hubiera llegado a ese extremo, y guardé con rapidez todas mis cosas en el bolso para salir de la clase antes que Dylan. Le escuché soltar un bufido por lo bajo y caminó detrás de mí, casi pisándome los talones mientras abría la puerta de un empujón y me alejaba del aula de biología.

Miré a ambos lados del pasillo, sin saber donde ir. Podía sentir la mirada de Dylan en mi espalda y estaba nerviosa, como si todos mis movimientos estuvieran siendo juzgados. Arrugué la nariz y me decidí por ir hacia la derecha, esperando no perderme demasiado. Di solo un paso antes de que su mano rodeara mi brazo y me devolviera junto a él con suavidad. Alcé la mirada y esperé a que dijera algo.

—Muy buena esa —felicitó, todavía con el tono burlesco.

Puse los ojos en blanco y tiré de mi brazo para que me soltara, pero no lo hizo. No estaba haciendo demasiada fuerza, solo la suficiente como para retenerme.

—Suéltame, y déjame en paz.

Abrió la boca para decir algo, pero en seguida la cerró y guardó silencio. Agudizó el oído por el gesto que hizo con la cabeza y después me miró a los ojos.

—¿No escuchas unos tacones?

Fruncí el ceño ante su pregunta tan extraña y negué lentamente, como si no fuera algo obvio. De repente, su mano tiró de mi brazo apresuradamente por el pasillo. Intenté soltarme, sintiendo que nunca podría caminar tan rápido como él y que caería al suelo, antes de que me empujara contra la puerta del baño de los chicos.

—¡Alto, O'Brien! —grité, advirtiéndole con la mirada. Esta vez moví el brazo con mayor fuerza para demostrar que estaba enfadada y que me soltara. No sabía qué se le habría pasado por la cabeza, pero estaba completamente equivocado— ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Suéltame!

Estaba dispuesta a empujarlo con fuerza cuando, sin previo aviso, soltó mi brazo y se separó de mí. Me fulminó con la mirada y soltó un suspiro de cansancio mientras se pasaba la mano con fuerza por la cara.

—Baja la voz.

—¿Que baje la voz? —chillé, riendo ante la ironía de la situación— ¿De qué vas? No sé quién te has creído Dylan O'Brien, pero ten por seguro que conmigo no...

Cerró los ojos mientras se apretaba el puente de la nariz, claramente harto. La puerta del baño se abrió con un chirrido y lo miré horrorizada, abriendo tanto los ojos que por un momento pensé que se saldrían de la cuenca. Negué frenéticamente, indicándole que nadie me podía ver ahí o mi reputación caería en picado para siempre.

Su expresión de sorpresa fue similar a la mía y se lanzó torpemente hacia mí, cogiendo mis manos y tirando de mí dentro de un pequeño cubículo. Cerró la puerta con suavidad y puso el pestillo con tanto sigilo que suspiré aliviada. El silencio del cuarto de baño fue interrumpido por unos tacones chocando contra el suelo a cada paso que avanzaba la persona que los llevaba. También se podían escuchar unos ligeros cascabeles que imaginé pertenecían a una tobillera o llavero.

La expresión de Dylan había vuelto a ser sorprendida, lo cual me hacía estar preocupada. ¿Acaso reconocía a esa persona? Apreté los labios con fuerza e intenté aguantar la respiración.

—¿Hay alguien? —preguntó una voz chillona, la cual reconocí aun cuando solo la había escuchado una vez antes.

Cerré los ojos y me llevé una mano a la frente, negando ante mi mala suerte. Dylan se llevó el dedo índice a los labios, haciendo un gesto de silencio, segundos antes de aventurarse a cogerme de las piernas y levantarme sobre su regazo. Abrí la boca para quejarme, pero él fue más rápido que yo y me cubrió la boca antes de que pudiera meter la pata.

Aguanté las ganas de insultarle para el momento en el que estuviéramos solos, pues en el fondo sabía que lo estaba haciendo por salvarnos. Lo fulminé con la mirada, demostrándole que nada de lo que estaba sucediendo me parecía gracioso como mostraba su expresión facial. Este no despegaba sus ojos de los míos y aproveché la situación para fijarme más detenidamente en su mirada. Era atrayente, y hacía un precioso contraste con su oscuro pelo. No me extrañaba que aunque fuera tan desagradable conmigo todavía quisiera caerle bien.

El ruido de los tacones de Brooke se fue desvaneciendo poco a poco hasta que se alejó por completo. El silencio volvió a reinar en el baño y la mano de Dyan se deslizó lentamente de mi boca hasta mi cuello, dejándome respirar entrecortadamente ante la repentina adrenalina de la situación.

—Se ha ido —susurré cuando sentí que recuperé el aliento.

Él asintió levemente, sin despegar sus ojos de los míos. Alcé las cejas brevemente, esperando a que captara la indirecta, y pude notar como su mirada se deslizaba por el camino que había seguido su mano. Tragué saliva con fuerza y alcé el mentón, intentando aparentar seguridad aun cuando comenzaba a ponerme nerviosa.

—Puedes bajarme ya.

Sonreí irónicamente, recordándoselo con un gesto de cabeza.

—He oído lo que pasó en el pasillo entre tú y Brooke. No esperaba que tuvieras agallas Dilaurentis.

Entrecerré los ojos levemente ante su cambio repentino de tema y sonreí con soberbia.

—Tampoco hice nada del otro mundo.

Él se encogió de hombros, balanceando su cabeza como si se estuviera replanteando su comentario.

—Te enfrentaste a ella, eso es suficiente.

—¿Eso significa que ya me he ganado tu respeto?

Dylan soltó una breve risa que hizo que sus hombros se elevaran.

—Significa que es la segunda vez que te saco de un apuro.

Mi semblante se volvió serio de nuevo y no pude hacer otra cosa que rodar los ojos descaradamente, aun cuando seguíamos tan cerca que nuestras narices casi se chocaban.

—¿Me vas a chantajear? No te he pedido ayuda ninguna de las dos veces.

Todo rastro de broma y diversión se fue desvaneciendo también de su rostro y me dejó en el suelo con cierta delicadeza. Tuve que levantar la cabeza para poder seguir mirándolo a los ojos y me sentí aliviada cuando abrió la puerta del baño y pude caminar hacia atrás unos cuantos pasos hasta alejarme lo suficiente de él.

—Preguntas demasiado —dijo simplemente, como si ese fuera un argumento válido para odiarme.

Abrí la boca, sintiéndome atacada personalmente por algo que era totalmente normal cuando una persona era nueva en una escuela.

—Razón suficiente para ser borde conmigo.

Asentí exageradamente, alzando los brazos hasta darme un suave golpe en la frente con obviedad. Él negó ante mi ironía, pero volvió a sonreír. Imité su gesto de manera automática, pero en seguida volví a ponerme seria para no mostrarle que me alegraba hacerle reí.

—Me divierte verte molesta.

Rodé los ojos una vez más y solté un leve quejido por lo bajo que esperé que percibiera.

—Diviértete tú solo.

Pasé por su lado sin esperar por su respuesta y salí del baño de los chicos, asomando la cabeza por la puerta primero para asegurarme de que no había nadie. Me escabullí hacia mi taquilla y al poco tiempo escuché el timbre anunciar la salida de cientos de estudiantes. Solté un suspiro de alivio y me puse a recolocar mis libros.

—¡Bree!

Cerré la taquilla y me giré para buscar a la persona que me estaba llamando. Entre la multitud de gente pude ver la cabeza de Abbey, que me miraba sonriente y con la mano alzada en un saludo. Sonreí cortésmente y le devolví el gesto. Esta se acercó hasta mí con la mano en el pecho y no pude evitar reírme al ver como había conseguido salir de la mareada de gente.

—¿Estás bien? —inquirí, arqueando una ceja con diversión.

—Claro, mi momento favorito del día cuando los de primero me intentan meter mano.

Asentí, como si comprendiera el sentimiento de algún modo, y observé como recuperaba la respiración.

—¿Vas a la cafetería?

—La verdad es que no. Venía a buscarte porque hoy te vamos a enseñar nuestra cancha.

Ella sonrió ampliamente, se la veía orgullosa de su hallazgo, y yo alcé las cejas con sorpresa.

—¿Tenéis una cancha? —pregunté, exagerando mi sorpresa— ¿Seguro que no sois los reyes del instituto?

Rodó los ojos y me cogió del brazo para arrastrarme al lugar. Me quejé descaradamente, sintiendo que mi brazo no aguantaría otro agarre de esos en un tiempo.

Una vez atravesamos la multitud de gente y nos alejamos de ella el camino se hizo más entretenido y pude conocer un poco más a Abbey: tenía un hermano menor que acababa de empezar el instituto, vocación por las ciencias de la salud y un ex novio guapísimo que no me habría importado conocer.

—Bree, te presento oficialmente la cancha de baloncesto vieja que nadie quería y que ahora es nuestra.

Abbey se rió fuertemente de su propia broma y yo la acompañé, contagiándome de si alegría y risa entrecortada. Hice un gesto de agradecimiento y crucé la puerta como si se tratara de un restaurante elegante. Acto seguido, todas sus miradas atentas se pusieron en nosotras.

—¡Justo a tiempo! —vitoreó Michael— Vamos a jugar un partido.

Este salió corriendo hacia una de las habitaciones que tenían la puerta abierta y no esperó por nuestra respuesta. Los demás habían decidido ignorarlo: Summer y Tyler estaban acurrucados, Dylan y Thomas hablaban entre ellos y Alison tecleaba rápidamente en su móvil. Cuando Michael volvió, Abbey y yo ya estábamos unidos al resto y él traía una pelota de baloncesto entre sus manos.

—Somos pares —anunció Tyler con una sonrisa, que parecía haber salido de su trance y se había despegado de los brazos de su novia.

Se quitó la chaqueta y la lanzó a alguna parte de las gradas, bajando de un salto y acercándose a su amigo.

—¡Chicas contra chicos! —propuso Alison, pero todos empezaron a quejarse, haciendo que la rubia pusiera un semblante serio.

—Vamos a repartirnos mejor —añadió Thomas con suavidad, consiguiendo que todo el mundo lo escuchara— Los capitanes de siempre.

Observé atentamente y vi como señalaba a Dylan y Michael para que salieran y escogieran a cada miembro de su equipo.

—Abbey —nombró Michael con rapidez y le hizo un gesto amistoso para que se pusiera a su lado.

Esta le chocó la mano al pasar por su lado y se pusieron a cuchichear juntos.

—Tyler.

Dylan señaló con su mentón al hueco de detrás de él y ambos se dieron un abrazo que le quitó toda la seriedad al asunto.

—¡Thomas, tío! —lo llamó Michael con una sonrisa en la cara mientras se frotaba las manos —Conmigo chaval.

Vi como Thomas se acercaba hasta él con una sonrisa y no pude evitar sentirme mal al saber que iba a ser la última. Sabía que era un acto normal, lógico y que no tenía maldad, pero no podía ahuyentar esos pensamientos.

—Summer.

Esta se unió al equipo de Dylan y yo miré a Michael esperanzada, pidiendo mentalmente con todas mis fuerzas que me escogiera a mi.

—Apuesto por ti Bree.

Solté todo el aire que había estado aguantando y caminé hasta él con demasiada alegría. Michael me señaló, de manera bromista, y me guiñó un ojo a lo que yo me reí.

—Ali —la llamó Dylan y chocaron los puños cuando estuvo a su lado.

—¿Por qué no lo ponemos interesante? —propuso Tyler, abriendo los brazos a modo de invitación.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Abbey, cruzándose de brazos y apoyando todo su peso en una pierna.

Este ladeó la cabeza y miró a su amigo, que continuó como si lo tuvieran especialmente planeado.

—El equipo perdedor tendrá que trabajar para el ganador. Algo así como unos favores...

Entreabrí los labios y negué con la cabeza al ver como sus ojos iban directa y descaradamente hacia mí. Increíble.

—Que gane el mejor —me limité a decir, encogiéndome de hombros con inocencia.

Dylan me sonrió, aparentemente complacido por mi respuesta, y me echó un rápido vistazo de arriba a abajo antes de darse la vuelta para unirse con su equipo y planear la estrategia.

El partido comenzó con Michael pasándome la pelota. Intenté no ponerme nerviosa para no estropearlo todo; no es que fuera muy mala, pero sabía que tampoco iba a durar mucho. Corrí por el campo mientras botaba la pelota y pasé por el lado de Alison, que intentó colar la mano para robarme la pelota pero sólo le dio un manotazo a las puntas de mi pelo. Cuando estuve lo suficientemente cerca de la canasta lancé y encesté. 2-0 para nosotros, llegar a 10 sería pan comido.

Con dos puntos a nuestro favor, Summer sacó en el otro equipo y se la pasó a Tyler. Éste atravesó mi bloqueo, pero no el de Michael, que corrió hasta la canasta y encestó otra vez. 4-0.

Esta vez sacó Dylan. Corrí hacia él para robarle la pelota, pero para cuando llegué ya había lanzado y encestado un triple. Maldije por lo bajo, a lo que él me guiñó un ojo. Creído. Ahora  íbamos 4-3, seguíamos en cabeza y teníamos más posibilidades... siempre y cuando Dylan no marcara otro triple.

Thomas sacó esta vez. Se notaba claramente que a él no se le daba muy bien el juego, aunque quién era yo para juzgar. Su defensa era bueno y no se ponía en medio, todo lo contrario a Alison. Abbey cogió la pelota, pero Tyler fue más rápido y se la robó, pasándosela a su novia, que encestó y dejó el marcador en 4-5. Ahora sí que necesitábamos remontar o la situación comenzaría a ser preocupante.

Michael sacaba esta vez y me la dio a mí. Ahogué un quejido y me replanteé hacerle un gesto con la cabeza para que no me la pasara más. Comencé a correr hacia la canasta mientras la idea de probar a lanzar un triple se cruzaba por mi mente. Negué para mí misma, ignorando como todos se acercaban hacia mí, pero me coloqué en posición para intentarlo.

—¡Vamos, Bree! —animó Michael.

Estaba parada, recuperando el aliento y pensando mi jugada cuando sentí que alguien se colocaba detrás de mí. No se movía, no atacaba, no comentaba... simplemente rodeaba mi figura con sus brazos. Pude imaginar de quien se trataba, pero aún así me giré para mirarlo sobre mi hombro.

Sonreí con dulzura, intentando aparentar inocencia, y me volví a girar hacia mi objetivo. Mi pelo chocó contra su rostro, causando la distracción suficiente como para tener tiempo de lanzar. Supe por los gritos de Abbey que había marcado el triple.

—Buen tiro, Dilaurentis.

Sonreí con soberbia ante su comentario y, aunque el partido continuaba, me quedé quieta en el sitio observándolo de lejos.

—Buena estrategia, O'Brien.

7-5. Otro triple más y lo conseguiríamos, ganaríamos. La pelota se coló por la red una vez más y ambos nos giramos para ver que Alison había conseguido los dos puntos a favor de su equipo que nos empataban. Dylan se rió por lo bajo y se unió a su equipo para celebrarlo.

7-7. Ahora es cuando la cosa se ponía interesante.

Sacábamos nosotros. Miré a Michael y le asentí, después a Abbey y le hice un gesto con la cabeza para que se encargara de uno de nuestros oponentes. Thomas pareció darse cuenta de la estrategia, pues se dirigió rápidamente hacia Summer para bloquearla, yo fui a por Tyler y Abbey a por Dylan. No tenía muy claro cómo se mantendrían ocupados los demás, pero yo sabía que me lanzaría encima de Tyler.

Él iba hacia Michael a una gran velocidad, y Dylan lo seguía atrás. Solté un quejido por lo bajo, pero me ajusté al plan y me dirigí a Tyler. Cuando estaba cerca de él, la pelota me golpeó el hombro y cayó sobre mis manos.

Abrí los ojos, sorprendida, y me quedé quieta por un momento ante el repentino cambio de jugada. Pasé la mirada rápidamente por todos los compañeros de mi equipo y vi que habían copiado nuestra estrategia; ahora todos estaban siendo bloqueados y Dylan se acercaba corriendo hacia mí.

Entré en pánico, sintiendo la presión del final del partido, de la recompensa y del juicio de los que podrían ser mis nuevos amigos. Corrí hacia la canasta, huyendo a su vez de Dylan, y frené en seco cuando estaba a ma distancia justa de lanzar un triple.

—¿A qué esperas, Dilaurentis?

Cerré los ojos y solté respiraciones profundas, intentando concentrarme. Mis pensamientos vagaban entre si podría hacerlo o no, lo cerca que tenía a Dylan y lo nerviosa que estaba. Por si fuera poco, volvió a formular la pregunta, solo que esta vez lo hizo susurrando en mi oído.

—El momento idóneo —musité.

Lo rodeé y di un paso atrás, asegurándome que estaba bien colocada en la línea de los triples. Cogí impulso y salté para lanzar la pelota, casi viendo como llegaba a la canasta en cámara lenta; parecía de película. De repente, sus brazos me levantaron del suelo para sacarme de la línea y, desde el aire, vi como la pelota entraba en la canasta, dejando el marcador en 10-7. Habíamos ganado.

Mis pies tocaron el suelo y todo nuestro equipo se reunió para abrazarse mientras vitoreaba; había sido el partido de baloncesto más intenso de mi vida, y el más divertido. Me reí entre los brazos de Abbey, sin dejar de mirar a Dylan.

—Que empiece el juego —susurré.

——————
Bree y Ali en multimedia!

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