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CAPÍTULO VEINTISEIS
LA NOTA.
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LAS OLAS DEL VIENTO BESARON el rostro de la chica Hufflepuff. Estaba acostada debajo de un árbol en el jardín, ajena a las otras cosas que sucedían a su alrededor, pero cada cinco minutos miraba el reloj en su muñeca para verificar que no llegaría tarde a su siguiente clase del día.
Tan pronto como confirmó que faltaban veinte minutos para que terminara su tiempo libre, sacó un libro de su mochila y comenzó a hojear las páginas para hacer que el tiempo pasara más rápido.
Una figura masculina con una sonrisa emocionada cruzando sus labios se apresuró hacia la rubia y se sentó a su lado en la hierba. Ella suspiró y sonrió, volviéndose para ver a un sonriente James. Era inusual y algo increíble cómo su simple compañía podía provocar una sonrisa en Ellie.
—Tengo la ligera impresión de que me has estado siguiendo.—dijo Ellie al mismo tiempo que se volvía para leer el libro.
—Es tu impresión.—James contestó rápidamente.—Estaba caminando por aquí y te vi.
—¿Dónde están los chicos? Siempre están juntos.—ella dijo, con algo de sospecha.
James puso una expresión de derrota en su rostro.
—No tienes que encontrar una excusa para verme, James.—sonrió tímidamente, todavía con la mirada en el libro.
—Si no encuentro una excusa, encontrarás una manera de escapar de mí.
—Qué dramático eres.—Ellie hizo una mueca, arrugando los ojos y la nariz.—Le robarás el título a Sirius si sigues así.
—Nadie alcanza su nivel.
—Estás a punto de hacerlo.
Los dos jóvenes guardaron silencio. Ellie continuó perdiéndose en las páginas del libro de fantasía mientras James pateaba las hojas que caían de los árboles, como un niño. Su objetivo era llamar la atención de la chica. Lo hizo, pero no de la forma esperada.
—¿Quieres dejar de hacer eso?—ella se quejó, frunciendo el ceño.—¿Acaso tienes diez años?
—Al igual que un niño de diez años, quiero atención.—sonrió James.
—No.—Ellie respondió.—seguiré leyendo de todas formas.
—Eres mala.—James la señaló con su dedo índice.
—Y tú aburrido.
—Pensándolo bien, no es una mentira.—se encogió de hombros.
La chica sonrió.
James la miró con toda su atención y afecto. Sus ojos se dirigieron a los labios de la chica y sus mejillas se sonrojaron. Pensó en lo afortunado que había sido de conocer el sabor de sus besos y de apreciar verdaderamente el color de sus ojos.
Ellie Lupin era única y James Potter amaba y admiraba cada detalle.
Una pequeña parte de James, por pequeña que fuera, últimamente se había estado preguntando cómo sería si la chica a su lado fuera más que una amistad con privilegios. Quería algo más que besos a escondidas o robados en medio de un pasillo, quería mostrarles a todos que amaba a Ellie.
—Tienes algo en tu cabello.—dijo, tan pronto como notó una hoja del árbol en el cabello de la chica.—¿Te lo puedo quitar?
—Por supuesto.
James alcanzó los mechones de su cabello y sacó la pequeña hoja. La chica estaba frente a él, sus mejillas estaban enrojecidas, podía sentir su aliento haciéndole en la cara. Los ojos de James fueron de su cabello a sus labios. Antes de que se dieran cuenta, sus labios se presionaron el uno contra el otro.
El chico no tardó mucho en alejarse, el pequeño sonido del beso hizo eco en los oídos de la chica.
—No me dijiste que también había una cosa en mi boca.—comentó Ellie.
—Sé mi novia.
Una sensación cálida invadió el cuerpo de la joven como si estuviera bajo un sol abrazador. Ella se quedó boquiabierta e inmóvil.
—Di algo.—James dejó escapar un gemido de sorpresa.—Incluso si es un no.
—¿Por qué siempre piensas que voy a decir que no?
—Es la costumbre.—el chico sonrió nerviosamente.—¿Puedes responder mi pregunta? Me desmayaré de los nervios.
—Si.—ella rió.—Un millón de veces si.
Sellaron el compromiso con un largo beso. En pocas palabras, el día de los dos adolescentes había mejorado un millón de veces.
Cualquier podía ver el brillo en los ojos de Ellie el resto del día. Cuando la brisa helada anunció la llegada de la noche, la chica ya estaba alojada en la sala común. Para variar, estaba ocupada con un trabajo retrasado.
Los rollos de pergamino y los libros estaban esparcidos por el suelo, mientras la chica los estudiaba con pesadas mantas sobre sus hombros.
El sonido de pasos sobresaltó a la chica, quitando su concentración por un momento. Cuando miró hacia arriba, Ellie se encontró a su mejor amiga.
Ellie y Agatha se miraron durante un minuto, ambas con una expresión de sorpresa en sus rostros. Sin embargo, el rostro de Agatha estaba cubierto de una preocupación muy explícita.
—¿Quién murió?
—Nadie, pero necesito tu ayuda.—dijo Agatha con seriedad.
—Si es para robar comida de la cocina, ahora no puedo. Estoy ocupada haciendo el trabajo de Astronomía.—Ellie contestó, mirando los pergaminos esparcidos a su alrededor.
—¿De verdad crees que te pediría ayuda para robar comida con esa cara?—su amiga señaló su cara llena de cansancio.
—No.—respondió Ellie a la pregunta retórica.—Me estás preocupando. ¿Qué sucedió?
—Alguien dejó una nota en nuestro dormitorio.—Agatha extendió un pergamino arrugado.—Y Joana desapareció. Fui a buscarla por el castillo, pero no la encontré por ningún lado.
—"Encuéntrame cerca del Sauce Boxeador."—Ellie leyó la nota.—Ni siquiera tiene firma.—examinó el pergamino.—O si. Se parece a la letra de James.
—¿Por qué quiere que vayas al Sauce Boxeador?
—No lo sé. Pero es su letra.
Las dos chicas estaban sorprendidas por la nota. James nunca le diría a Ellie que lo encontrara en el Sauce Boxeador, elegiría un lugar más discreto. Y esa letra... la chica conocía a James lo suficientemente bien como para saber que esa era su letra escrita en el pergamino.
Un recordatorio apareció instantáneamente en la cabeza de la joven de cabello dorado. Abrió mucho los ojos y se mordió la lengua debido al nerviosismo.
—Hoy es luna llena.—balbuceó.—¡Joana se lastimará si se acerca a ese lugar!
La conmoción hizo subir la adrenalina en la mente de las dos chicas. Corrieron hacia la salida de la sala común y se lanzaron hacia los terrenos del castillo. Ellie estaba en pánico, si Joana estaba cerca del Sauce Boxeador, terminaría en la casa de los gritos, donde Remus se transformaba en un hombre lobo una vez al mes.
Al llegar cerca del árbol con propiedades mágicas, Ellie escuchó un aullido. Sus manos temblaron e instantáneamente miró hacia el cielo, encontrando la luna llena brillando en el cielo como una bola de cristal. También quería romper a llorar al recordar el dolor que debía estar sintiendo su hermano mayor.
—Ella debe estar por aquí.—susurró Agatha nerviosamente.—¡Joana!
—¡Silencio, Agatha!—exclamó Ellie.—¿No escuchaste el aullido? Remus y los chicos no deben estar tan lejos.
Era demasiado tarde.
Ambas sacaron sus varitas de sus bolsillos cuando vieron la silueta del hombre lobo. Ellie sintió un puñetazo en el estómago y un dolor en el corazón, nunca había visto a su hermano transformarse frente a ella, y entendió la razón en ese minuto.
Un escalofrío recorrió su espalda cuando Remus, en su forma de lobo, miró hacia donde estaban las dos chicas. Por un segundo, Ellie se congeló, pero Agatha tiró de ella con una mano, obligándola a correr.
Una rama hizo que Ellie cayera sobre la hierba. Sintió un rasguño en las piernas y cerró los ojos, el dolor de la caída llenó su cuerpo. Un toque en su brazo hizo que la chica gritara y se sobresaltara.
—¡Tranquila!—escuchó una voz familiar.—Soy yo. Tranquila, ¿Qué diablos estás haciendo aquí ahora? ¿No sabes que hay luna llena?
—James.—susurró Ellie.—¡Detrás de ti, cuidado!
Al mismo tiempo que vio las garras del hombre lobo detrás de James, Ellie lo empujó a un lado. Lo último que sintió la chica antes de desmayarse fue un fuerte rasguño en el hombro y un grito desesperado llenando sus oídos.
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