Killing Eddie

By marasehm

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Igor se ha quedado encerrado en un lugar de pesadilla con un psicópata que ha jurado amarlo para siempre. Ah... More

Preliminares
1. La mala suerte es consanguínea.
2. He visto las alas de un ángel, pero cortan.
3. Inocente de mí.
4. Pídele compasión a un monstruo.
5. Solo tendrás lo que hayas ganado.
6. La sangre es el nuevo lenguaje.
Extracto del diario de Winston.
7. M-I-O.
8. Y si explota, ¿y si yo exploto?
9. La catatonia es una zona segura.
10. Pienso contar hasta que ya no respires.
11. La diferencia entre la vida y la muerte.
12. El sonido del dolor.
13. Nos vemos bajo el agua.
Fragmento de una llamada al 911.
14. El riesgo de mirar hacia atrás.
15. Nadie sufre con tanta belleza.
16. Deudas que pagar.
Extracto del diario de Winston.
17. Verdades y mentiras, bien y mal.
18. De cara al abismo.
19. V de venganza.
20. La verdadera locura.
21. Si el fuego nos consume, bailemos.
22. Fuimos etéreos/ojala no vieras lo que hice.
23. La puerta al perdón que nunca se abrió para mí.
25. Se acabó, ¿verdad?
Epilogo

24. El peso de la verdad me rompió la espalda.

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By marasehm

Igor

Al principio me sentí un poco culpable por el pequeño tirón de decepción que recorrió mi cuerpo al ver que se trataba de mi hermano frente a mí y no de Eddie. ¿Dónde estaba Eddie? ¿Por qué no venía para que finalmente saliéramos de aquí juntos? ¿Por qué tenía un vacío tan grande en el pecho?

Winston se detuvo en la puerta y empezó a respirar, calmándose. ¿Por qué estaba exaltado en primer lugar? No supe si acercarme o correr. Mi hermano me había guardado secretos y había sido parte de la investigación sobre el amital de sodio, había sido parte de que enloquecieran a Eddie más de lo que naturalmente podría estar. Y, sin embargo, algo cálido me paso por el pecho al verlo vivo, solo deseaba que la sangre que llevaba en la ropa no fuera suya.

Después de un momento de pensar en todo, y a la vez en nada, corrí hacia él, cojeando, me lancé a sus brazos. Primero, Winston apretó sus manos sobre mi cuerpo y ambos comenzamos a llorar. Me tomó la cara en sus manos y mi corazón pareció mil veces más fracturado que antes. ¿Qué nos habíamos hecho?

—Igor...—susurró, mientras me tocaba con esmero la cara como si desease confirmar si yo era real, si lo que veía era su hermano o eran tan solo sus restos sacados del infierno para abrazarlo.

—¿Dónde...Donde, ¿Winston? —empecé a balbucear, las palabras no parecían provenir de mi interior porque llevaba tanto tiempo queriendo preguntarle donde había estado y porque no me había buscado y porque aparecía ahora que me quedé paralizado dentro de mí.

—Es una larga historia, pero no tenemos tiempo, Igor —dijo, limpiándose las lagrimas con el dorso de la mano. Al retirarme de su lado, yo también estaba un poco manchado de sangre.

Sacudí la cabeza, negando.

—¿Qué esta pasando? —pregunté, pero Winston no me miraba. Estaba concentrado analizando la habitación, estaba buscando a alguien.

—¿Estás solo?

—Si.

—¿Dónde esta Bramhall?

Me aparté de su lado y me permití mirarlo a los ojos. Se veía demacrado, pálido y ojeroso. Donde sea que hubiese estado, no parecía pasarla mejor que yo.

—Salió, no debe tardar, tengo que...

—No, no, tenemos que irnos —dijo ansiosamente mientras me agarraba la mano y me jalaba hacia la puerta.

—¿De qué estas hablando? —pregunté, confuso, asustado. La idea de irme de aquí sin Eddie de repente se me hizo cruda y difícil, un trago amargo.

—No podemos esperar, Igor, esto...—decía, pero de repente, el sonido fuerte de algo afuera de la iglesia me sobresaltó.

—¿Eso son disparos? —pregunté.

Winston tragó saliva, nervioso y con el rostro más pálido aún.

—Por favor Igor, tenemos que irnos...Ahora, antes de que esto se ponga peor.

Todo mi mundo daba vueltas de repente, Winston había aparecido después de que yo diera todo de mí por encontrarlo, pero ahora solo parecía querer quitarme algo, no era su culpa, claro estaba, Winston no tenía la culpa de mis decisiones, y, sin embargo, cualquier intento por separarme de Eddie parecía un ataque personal.

¿Dónde estaba, por qué no llegaba? ¿Por qué sentía en el pecho una presión tan fuerte?

Había sido feliz al ver a Winston con vida, realmente me alegraba con toda el alma pensar que seguía teniendo por lo menos un familiar, pero había algo dentro de mí, y en su exterior que me hizo sentir desconfiado.

Afuera seguían sonando disparos de a ratos, como si hubiese un enfrentamiento grave o un motín. Y todo lo que yo podía pensar era que necesitaba ver a Eddie entrar por la puerta sano y salvo porque de lo contrario realmente mi corazón iba a estallar.

—No puedo, no sin...—empecé a decir, pero de repente la puerta de la iglesia se abrió y por un momento, todo lo que pude reconocer fue una figura grande que se lanzaba hacia nosotros con violencia.

Winston cayó al suelo y yo me sujeté de una columna para no caer también, al enfocar los ojos me di cuenta de que se trataba de un hombre, y cuando empezó a forcejear con Winston y a proferir maldiciones, entendí que se trataba de Maurice.

—¡Maldito hijo de puta! Fuiste tú, ¿verdad? —decía mientras intentaba alcanzar el cuello de Winston con las manos para ahorcarlo. Yo estaba intentando racionalizar rápidamente que era lo que debía hacer. No tenía un arma a la mano, un cuchillo, nada. Así que me lancé sobre él y logré hacer que quitará sus manos de encima de Winston. Mi hermano tosió, pero reaccionó rápidamente, se levantó del suelo y se aparto, Maurice estaba ahora concentrado en mí.

—Y tú, tú eres la fuente de todos mis problemas —empezó a decir en mi cara mientras yo trataba de apartarlo, no tenía fuerzas suficientes y me había golpeado la cabeza al caer al suelo, Maurice me tomó del pelo y me levantó para darme una bofetada. —¡Si tan solo no hubieras aparecido! Todo estaría bien, todo. Pero lo echaste a perder. —siguió expresando con furia.

Winston empezó a acercarse a él y después de asestarle un puñetazo, Maurice se llevó la mano al bolsillo trasero y sacó una pistola.

Luego soltó una risa maniaca, nerviosa. Tenía la boca sangrando y la ropa sucia, con ese aspecto, cualquiera diría que era otro paciente.

Winston alzó las manos hacia él en un gesto que pretendía apaciguarlo.

—No tenemos que llegar a esto —murmuró. Yo me alejé de Maurice, me puse detrás de Winston y ambos intentamos calmarlo, pero los dos sabíamos que era imposible. Maurice respiró erráticamente, mirando hacia el suelo, y Winston aprovechó para lanzarse sobre él a quitarle el arma. El movimiento resulto en falso y, al contrario, Maurice logró asestarle un golpe en la cabeza con el mango de la pistola y Winston pareció marearse por el dolor. Maurice lo jaló hacia él y le puso la pistola en la cabeza.

—¡No! —grité, intentando acercarme. La situación era surreal y extraña, había venido a buscar a mi hermano y había atravesado el infierno para estar junto a él, pero ahora, un demonio extraño pretendía volver a quitármelo. Esta vez no iba a permitirlo.

—No te acerques, no se te ocurra o le voy a volar los sesos —dijo Maurice, con una sonrisa que dejó ver una boca llena de sangre. Winston tragó saliva y me hizo un gesto con la mano para que me alejara.

—¿Dónde esta Eddie? —preguntó Maurice, mirando hacia todos los lados.

—No esta —respondí.

—No me mientas, mierdecilla.

—Te estoy diciendo la verdad.

Maurice asintió, intentando calmarse.

—Bien, de cualquier manera, no puede hacerme nada.

Eso es lo que tú crees.

Mi mente volvió a Eddie por un segundo en aquella espantosa situación. ¿Dónde estaba? ¿Le habría sucedido algo? No podía ser, no podíamos haber estado tan cerca de tenerlo todo para perder el cielo en tan solo una respiración. De repente sentí que las piernas me fallaban, que me volvía gelatina y me escurría por el suelo, volátil y efímero.

Efímero, como nosotros.

Hechos, pero no para estar juntos. Juntos para hacernos daño, hacernos daño para creer que nos queremos. Querernos para perdernos, al fin y al cabo.

—Baja el arma —murmuré, intentando arreglar lo que podía por el momento.

—Ni siquiera lo intentes, y, de cualquier modo, ¿para qué lo defiendes tanto?

—Es mi hermano. Por favor.

—¿Ahora ruegas? ¿No te sentías muy poderoso antes? Anda, trae a Eddie a ver si puede defenderte.

—Solo déjanos ir —le grité.

Maurice me gritó de vuelta.

—¡Jamás! Y si supieras lo que yo sé, nunca te irías con tu hermanito, ¿verdad, Winston?

—Cállate —dijo Winston. Yo los miré confundido a ambos. Más mentiras. Mi cuerpo no iba a soportarlo.

—¿Por qué callarme ahora? ¿eh? Ninguno va a salir vivo de aquí de todas maneras y tú te has encargado de eso.

Winston forcejeó por un momento solo para ganarse otro golpe.

—Quieto, maldita sea.

—¿De que está hablando? —dije, nervioso. Ya no podía soportar el peso de más verdades en mi espalda. Aún sentía las letras en la carne viva. Ya no dolía, solo eran un recordatorio de a donde pertenecía, ese dolor pequeño se había convertido en un recordatorio de que estaba vivo y que pertenecía a alguien, que estaba en el mundo para ser de Eddie.

—No lo escuches —vociferó Winston.

Maurice soltó una risa nerviosa. Detrás de él, empecé a ver una sombra moverse rápida y silenciosamente, la luz no me permitía identificar nada que no fuera una silueta, pero yo reconocería esos movimientos en cualquier lugar.

Eddie.

Evité contraer la cara de entusiasmo, evité correr a sus brazos, evité pedirle ayuda, había sido siempre muy bueno fingiendo y en este momento necesitaba recrear la mejor actuación de mi vida. Mantuve la expresión preocupada, afligida. Había regresado por mí, por nosotros y nuestros planes.

Estaba bien, estaba vivo y yo podía respirar.

—Anda, le cuentas tú, o le cuento yo.

Eddie tenía un cuchillo en la mano, pero por alguna razón, yo quería saber de que estaba hablando Maurice. Aprovechando que estaba mirando a Winston, alcé la mano para hacerle a Eddie una señal de que se detuviera. Eddie se detuvo, pero sonreía. Estaba lleno de sangre.

—¿De qué esta hablando? —pregunté.

—No lo escuches...Igor.

Maurice volvió a reírse.

—Muy bien, voy a ser yo entonces. ¿Alguna vez te has preguntado de donde nació la obsesión que Eddie tiene contigo?

El alma me cayó a los pies de repente, todo el aire termino de enfriarse y dentro de mí, una fortaleza de hielo empezó a crearse, sabía que lo que tenía para decir no era nada bueno. Necesitaba muros para protegerme, miré al frente, Eddie se veía confundido también.

—No sé de que estas hablando.

—Oh vamos, eres mejor que esto, Igor. Yo sé que te lo imaginas.

—¿De qué demonios estás hablando?

—Mira, te voy a hacer un pequeño recorrido por todo lo que tú y tu estúpido hermano han arruinado. Hace cinco años comenzamos un proyecto espectacular. ¿Sabes lo que es amital de sodio? Seguro que no, eres un idiota. Pero es muy simple, es el suero de la verdad. Es ilegal, por supuesto, pero en algún momento no lo fue. Se trató con el medicamento a sobrevivientes de guerra y a psicóticos en general, era muy efectivo para hacerlos hablar de sus estúpidos traumas, solo que luego, bueno, los accidentes pasan ¿no? Alguien descubrió que el medicamento influenciaba a las personas, que, si le decías a una persona bajo los efectos de la droga que su padre le había abusado, el paciente despertaba completamente convencido de que así había sido. Fascinante, ¿no crees? Las denuncias llegaron después, así que se prohibió usarlo.

—¿A que viene todo esto, Maurice? Ya sé sobre tus extraños experimentos con personas, es horrible.

—Cállate Igor, tú no sabes nada y no me estás dejando explicarte. Esta historia me gusta, ¿no entiendes? Dios, que insufrible eres. Y tú quédate quieto —gritó, en el oído de Winston.

Eddie seguía tan a la expectativa como yo.

—Bien, y espero que esta vez no me interrumpas, porque si lo haces voy a matar a tu hermanito, ¿entendido?

Asentí, Maurice continuo con su extraña historia mientras yo lo observaba.

—Bien, eso para empezar, y ahora llegamos a mí. Bien, cuando estaba en la universidad, decidí hacer una pasantía para estudiar psiquiatría en Rusia. Tienen buena educación, créeme. Y así, poco a poco fui enterándome de cosas. Tenía un compañero, y ambos comenzamos a interesarnos por los efectos del amital de sodio. ¿Te imaginas? Poder hacer que alguien crea lo que tu quieras solo con inducirlo, así que empezamos una pequeña investigación, y luego algunas personas se enteraron y nos financiaron. ¿Excelente, no crees? Llegué aquí hace más o menos un año para seguir la investigación y entonces conocí a tu querido Eddie. Lo que queríamos lograr era mejorar los efectos iniciales para...tener un control absoluto. Queríamos tener éxito en crear una especie de soldado que recibiera cualquier orden, como si estuviera programado para hacerlo. Y Edward, no sabes, todo el mundo le tenía miedo cuando comencé a trabajar aquí, era peleonero y rebelde. Así que me pareció que su cuadro mental era muy adecuado. Le ofrecí privilegios si aceptaba trabajar conmigo, y sin siquiera preguntar de que se trataba aceptó. Dijo que quería un lugar donde poder estar solo y yo lo encerré en la iglesia como a un perro rabioso. Pronto, fue el único sujeto de prueba que resistió los diferentes prototipos, y, sin embargo, nunca logré hacer que obedeciera por completo. Supongo que es un hueso duro de roer. Eso hasta que tu estúpido hermano y tú aparecieron.

Yo volteé la cabeza, confundido. ¿Qué teníamos que ver?

—No tengo idea de a donde quieres llegar, pero te aseguro que ninguno de los dos tiene nada que ver con tus investigaciones.

—Cállate, maldita sea, ¡Cállate! No he terminado. ¿quieres que lo mate? ¿eso es lo que quieres? Entonces sigue hablando.

Yo permanecí en silencio, Eddie parecía estar conteniéndose a si mismo desde atrás.

—Bien, bien, ¿dónde me quede? Ah sí —chasqueó la lengua, apretando con su brazo el cuello de Winston. —Primero llegó él, con cara de idiota pidiendo trabajo, parecía tener un interés particular en trabajar con nosotros y sinceramente no me importaba, necesitaba el personal porque como comprenderás, la mayoría resultaba herido. Le tomé confianza, le hablé sobre mi proyecto, sobre Edward y él pareció interesado, se convirtió en mi ayudante. No creas que es tan idiota como parece, de hecho, era muy bueno calmando a la gente y los de aquí parecían tomarle cariño. Se encargaba de llevar los datos sobre Eddie y todo estuvo bien por un par de meses—se quedó callado, mirando al suelo, cuando alzó la mirada tenía los ojos inyectados en sangre. —Luego llegaste tú. Y tú si lo echaste a perder. Yo planeaba encerrarte un tiempo, luego te iba a mandar a tu hermano y podían irse si querían, pero tú, pequeño idiota, decidiste salirte de la celda en la que te puse, y ¿adivina qué? Te metiste en esta estúpida iglesia. Yo te di por muerto de inmediato, y Winston empezó a perder la cabeza. Estaba histérico, y cuando empezaron a pasar los días y no teníamos noticias de tu cuerpo, intentamos averiguar si estabas vivo, y, de hecho, sí. Eso lo tranquilizo, pero para todos era obvio que en cualquier momento aparecías muerto. Y a tu hermano se le ocurrió una estupenda idea, sin mi consentimiento, por supuesto. Winston se aprovecho de que yo había salido a arreglar asuntos personales un par de días y se metió en mi sala de terapia. Tuvo una sesión muy personal con Edward. Tu...tu estúpido hermano lo hipnotizó para que se obsesionara contigo, para que te protegiera, para...que estuvieras a salvo, creíamos que solamente podías influir memorias, ordenes, pero tu hermano le metió a Eddie un sentimiento por ti. y al regresar, Winston se había escapado como un cobarde y Eddie andaba para todas partes con una foto tuya. Allí las cosas se torcieron. Maldición, por su estúpida culpa. Ya no hubo nada que hacer. ¿sabes que sucedió luego? Edward solo confiaba en ti y en ti y en tu maldita palabra. Incluso en terapia, drogado, lo único que repetía era tu nombre. Yo no sé que le hiciste, pero si alguien terminó de enloquecerlo fuiste tú.

Sus palabras me golpearon tan fuerte que sentí que me mareaba, que el suelo bajo mis pies se deshacía y que estaba parado sobre polvo, que yo mismo era polvo. Me vi a mi mismo roto en miles de pedazos. Me concentré en mirar a Winston, pero estaba llorando, evitaba mirarme.

Mi respiración empezó a volverse errática. Detrás de Maurice, Eddie apretó el cuchillo contra su mano, dio un paso, y de nuevo hice una señal para que se detuviera y él se detuvo.

Lo que Eddie sentía por mí no era real.

Era un invento, era un experimento.

Lo que yo había visto en sus ojos eran emociones creadas por computadora, elaboradas. Recordé aquella noche en la que me metió en la cama con él y encontré una foto mia en su bolsillo. Todo tenía sentido, todo. Su manía por cuidarme, sus cambios erráticos de humor. Me habría matado si hubiese sido consciente.

Las lagrimas empezaron a nublarme la visión. Todo este infierno había sido gracias a Winston. Había intentado salvarme, pero me había hecho el peor daño de la vida, me había entregado a Eddie y ahora me lo arrebataban de las manos, del corazón. Porque yo si lo quería de verdad, porque mis sentimientos no eran un invento, mi corazón dolía de verdad.

—¿Lo hiciste? —pregunté, Winston evitó mirarme. Lloraba.

—Tenía que protegerte...Igor.

—¿¡Protegerme!? ¿Sabes cuanto me ha costado estar aquí? ¡No tienes una maldita idea de lo que ha sido mi vida aquí! —grité.

—Lo siento...—susurró él.

Maurice empezó a reírse.

—Esto es muy emotivo. Ambos han hecho tanto para encontrarse, y ahora—hizo una pausa para soltar una carcajada. —Y ahora nunca van a poder mirarse a los ojos, vaya, esto es muy satisfactorio. Siempre imaginé la cara que ibas a poner, Igor, cuando te dijera que Bramhall no te quiere, pero tú si, ¿verdad? Que iluso.

—Cállate —grité. Eddie me miraba directamente desde atrás, seguía quieto en su lugar, esperando.

—Y ahora quiero que tú —vociferó Maurice, mirando a Winston. —Me expliques porque armaste todo este jaleo con el padre de Víctor.

Winston se permitió sonreír.

—¿Estás asustado, ¿verdad? ¿Qué le hiciste a Victor? De esta no te vas a salvar.

Maurice escupió en el suelo.

—Yo no lo hice nada, sobre eso, pregúntale a tu hermanito. Victor fue su vendetta personal.

—¿Qué?

Por un momento, mi garganta se apretó. Imágenes de un pie siendo removido de un cuerpo, una letra, letras incorrectas a propósito. No tuve piedad.

—Que Igor hizo que Eddie lo matará.

—No...eso no, Igor no...— respondió Winston, con el poco aire que le quedaba. Bien, supongo que estamos a mano, no te conozco y tu tampoco me conoces a mí, hermano.

—Lo hice —respondí.

Maurice volvió a reírse.

—¿Qué vas a hacer ahora, Winston? ¿Le vas a entregar a el ruso a tu hermanito? Pobrecito, ¿ves lo que te pasa por traidor? En cuanto me lo cruce le voy a decir la verdad. Y ya veremos.

Eddie me miró desde atrás de Maurice, estaba más cerca ahora. Sus ojos encendidos, incluso, llorosos. ¿Qué te duele? ¿Qué te han hecho? ¿Qué nos han hecho? Verte así me está rompiendo el alma en mil pedazos.

—Le voy a decir que mientes, él esta seguro que fuiste tú.

—Hijo de puta —masculló Maurice, y esta vez, golpeó con más fuerza aún a Winston en la cabeza. El sonido me puso los pelos de punta, y sin fuerzas, mi hermano cayó al suelo. —Veremos quién dice que ahora, y tú, ven aquí. Alza las manos.

Obedecí, desde atrás, Eddie me miraba rabioso. Esta vez le dediqué un asentimiento y, como si se tratara de un reflejo, Eddie se movió rápido contra Maurice y en un segundo, le puso el cuchillo en la garganta. Antes de reaccionar, Eddie ya le había lanzado la pistola al suelo.

—¿Me extrañaste, doctor?

Maurice rio.

—Bien sabes que no puedes hacerme nada, lo has intentado antes, ¿no? Yo te lo metí en la cabeza.

Me permití sonreír, de repente me sentí extrañamente satisfecho.

—Ahora —murmuré.

Maurice abrió los ojos con sorpresa al mismo tiempo que Eddie le rebanaba la garganta de un solo corte. Se sujetó el cuello con sus ultimas fuerzas, y cayó de rodillas mientras se desangraba.

Winston estaba en el suelo, inconsciente, y lo único en lo que yo podía pensar era en correr a abrazar a Eddie. Ninguno se movió por un momento, afuera el mundo seguía girando, pero aquí adentro solo éramos él y yo.

Al mirarme, una lagrima salió de sus ojos.

Y entonces corrí a abrazarlo.  



El próximo capítulo es el final, y va a haber un epilogo. ¿Estamos listos? 

Yo no. 


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