Killing Eddie

By marasehm

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Igor se ha quedado encerrado en un lugar de pesadilla con un psicópata que ha jurado amarlo para siempre. Ah... More

Preliminares
1. La mala suerte es consanguínea.
2. He visto las alas de un ángel, pero cortan.
3. Inocente de mí.
4. Pídele compasión a un monstruo.
5. Solo tendrás lo que hayas ganado.
6. La sangre es el nuevo lenguaje.
Extracto del diario de Winston.
7. M-I-O.
8. Y si explota, ¿y si yo exploto?
9. La catatonia es una zona segura.
10. Pienso contar hasta que ya no respires.
11. La diferencia entre la vida y la muerte.
12. El sonido del dolor.
13. Nos vemos bajo el agua.
Fragmento de una llamada al 911.
14. El riesgo de mirar hacia atrás.
15. Nadie sufre con tanta belleza.
16. Deudas que pagar.
Extracto del diario de Winston.
17. Verdades y mentiras, bien y mal.
18. De cara al abismo.
19. V de venganza.
20. La verdadera locura.
22. Fuimos etéreos/ojala no vieras lo que hice.
23. La puerta al perdón que nunca se abrió para mí.
24. El peso de la verdad me rompió la espalda.
25. Se acabó, ¿verdad?
Epilogo

21. Si el fuego nos consume, bailemos.

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By marasehm


Igor.

La noche siguiente se le bajó la fiebre y yo me permití soñar con él. El sudor, el calor, todo había sido lavado en esas noches infernales donde, enfermo, susurró mi nombre, me pidió perdón una y mil y veces y en todas le respondí que sí.

Solo una de esas veces fue sincera, el resto quizás había sido para calmarme a mi mismo, para creerme que le había perdonado y que si se recuperaba sería mío y yo sería suyo y de alguna manera el uno salvaría al otro.

La maldad se había acabado adentro de la iglesia y todo lo que necesitábamos era pelear con la oleada de desgracias que llegarían desde afuera. En cuanto estuvo bien caminó solo hasta las duchas y yo lo ayudé a darse un baño. Nadie nos impidió el paso. Todo estaba volviendo lentamente a la extraña normalidad, a excepción de nosotros, que ahora nos mirábamos todo el tiempo con un cariño extraño que había nacido del odio, de la violencia.

Nos habíamos recuperado de las cenizas y yo llegué a pensar que seriamos invencibles. Eddie me contó sobre mi hermano y su estadía en Ashton Hall. Winston había tratado a la gente con amabilidad, ayudaba con sus terapias y era el recopilador de la información. En algún momento se había peleado con Maurice y de la nada había desaparecido.

Eddie estaba seguro que no estaba encerrado en algún lado del sanatorio, había escuchado conversaciones del propio Maurice enojado porque no sabía donde estaba Winston. Nadie lo sabía.

Al principio la noticia me golpeó con dureza, pero luego comprendí que era lo mejor que podía pasarme. Quizá no supiera nada de él, pero me bastaba con saber que Winston estaba vivo y que, de alguna manera, estaba a salvo lejos de aquí. Eso me daba la oportunidad de escapar.

Aún no se lo había dicho a Eddie y no tenía idea de como abordarlo al respecto. ¿Qué planeaba decirle? ¿Qué se fuera conmigo? ¿Qué me dejara ir? Dudaba que accediera a cualquiera de estas cosas, pero mis días en este lugar estaban contados y yo lo sabía perfectamente, y en el fondo, Eddie lo sabía también.

Una noche me recosté en su pecho, lo miré y él sonrió como nunca lo había visto sonreír. Verlo así me hizo feliz y no pude más que acercarme para darle un beso enorme en la mejilla que luego él transformó en un abrazo preciso. Me ató a su cuerpo con sus manos y yo estaba listo para quedarme así por lo que me quedara de vida.

También me reí y de repente todo estaría bien si ambos éramos estas personas libres.

Pero seguíamos encerrados, Eddie ya no gozaba con la protección de Maurice y si había algo claro era que yo sería su principal objetivo.

Después de la maquina de electro shocks, la mente de Eddie pareció despejarse levemente, así que aquella noche, con un calor espantoso y la piel sudada, le toqué la mejilla y me atreví a preguntarle.

—¿Te has sentido mejor desde lo que pasó?

Él me miró un momento con curiosidad, se quedó callado, pero yo sabía dentro de mi que iba a responderme. A veces hacia eso, supuse que se acordaba de la manera en la que nos tratábamos antes y por un momento, un destello en su mirada se alzaba.

—Hay algo diferente, solo que no sé que es. Llevó mucho tiempo sin medicación, sin terapia. No lo sé, Igor.

—Estás mejor así —le respondí.

Me acercó a él, pero, aunque tenía cuidado, me rozó con las manos la herida en la espalda. Debió haber tocado la primera o la segunda D, esas aún sangraban.

Ignoré el dolor y lo dejé pasar en un parpadeo. Eddie no lo notó.

—¿Te parece? —me susurró al oído.

Su aliento hizo que me estremeciera, me pegué más a él y asentí con la cabeza. Creí no diríamos nada más, al menos no por el momento, pero él continúo hablando.

—¿Me querrías si fuera así todo el tiempo?

La pregunta me sobresalto de inmediato.

¿Me querrías?

Yo ya te quiero, Edward.

No supe que contestarle al principio, me quedé mirándolo un momento. Seguía teniendo moretones en la cara y quemaduras en los brazos, pero la fiebre y el malestar habían cesado.

—¿Quién dice que no te quiero?

—Ambos sabemos que te he hecho cosas imposibles de perdonar —su voz sonaba extraña, dolorosa.

Yo aparté la mirada y me senté en la cama para no tener que mirarlo. A veces trataba con tanta fuerza de dejar todo atrás que cuando Eddie lo recordaba era como si de nuevo me diera una bofetada.

—No se trata de perdonar, Eddie.

—¿Entonces de que se trata?

—De ignorarlo.

Él se quedó pensándolo un momento.

—¿Puedes hacer eso?

—Lo he hecho desde que te conozco.

—¿Y funciona? —preguntó.

—La mayoría del tiempo, he estado acostumbrado a ignorar las cosas hasta que se desaparecen.

—No voy a volver a lastimarte.

Por alguna razón, le creí. En esa ocasión su voz sonaba verdadera.

—Lo sé.

Y yo tampoco. Pensé, claramente, no se lo dije. Quizá si alguna vez se enteraba de que lo había manipulado para matar a Víctor y lo había acusado para que lo metieran a la maquina de electro shocks, sería él quien no iba a perdonarme.

Pero aquella noche y después de las palabras que se pronunciaron y las que no, creo que ambos nos perdonamos.

Volví a recostarme en su pecho y él me paso una mano por la cabeza, intentando que me durmiera. Después de un rato me acurruqué y lo besé en la boca, cuando estaba desprevenido. El gesto lo sorprendió y en cierto modo, a mí también. Nos miramos por un rato y luego él me colocó encima suyo y yo sonreí.

Llevaba tanto tiempo queriendo sonreír por su contacto, creo que me había resistido con tanta intensidad porque lo había deseado demasiado y me negaba a aceptarlo.

Él me tomó de la cintura y me besó con delicadeza, hasta que empezó a hacerse más y más intenso. Sus manos, las mías, todo era desastroso y a la vez, era como bailar sobre un suelo en llamas. Si te quedabas en el mismo sitio mucho tiempo, quemaba, pero ambos aprendimos a movernos con soltura sobre el infierno. Nos enamoramos estando bajo el calor y la mirada de un demonio, y todo lo que habíamos hecho era jugar con fuego hasta que los dos terminamos quemados.

Él me besó y yo respondí y sus manos se movieron a través de mí y yo encontré un camino a su alma y me sorprendí enormemente al encontrar indicios de un hombre delicado, cuidadoso, un hombre que estaba enamorado de mí, un hombre que podía salvarse y el caminó podía salvarme a mí.

Me encontré conmigo mismo en aquellos momentos en los que nos besamos, me encontré con quién era y con aquel niño que había salido de Chesterfield con un morral y una sudadera, nos miramos y aunque ninguno pudo reconocer al otro, aprendimos a perdonarnos. Él no deseaba ser como yo, y yo ya no podía regresar a ese punto de la historia.

Ya todo era diferente.

Eddie me siguió besando y yo enrosqué mis piernas en su abdomen y sentí la dureza de sus músculos, la fuerza de sus brazos, lo miré a los ojos y todo lo que vi fue un deseo increíble y un hombre diferente, una vida diferente si esos eran los ojos que me miraban.

Él se detuvo un momento y me puso las manos en la cara. Era tan grande comparado a mí, tan extraño sentir todo lo que sentía con que me tocara solamente. ¿Por qué había peleado tanto?

—¿Tú quieres...?

Se quedó callado un momento y bajo la mirada hacia sus pantalones, yo estaba encima de él, pero podía sentir su erección perfectamente. Yo no estaba mejor.

Al principio no supe que responder.

Sentí miedo, sentí de nuevo las letras de su nombre en mi espalda recordarme una noche que nunca iba a olvidar.

—Si —respondí.

Tenía un miedo espantoso de volver a sentir todo ese dolor. De volver a sufrir así.

Pero ya no sabía decirle que no y eso era lo encantador de las posibilidades. Si tan solo hubieras sido delicado antes, si hubieses puesto tus manos en mi corazón y lo hubieras sostenido en vez de romperlo, este sí habría llegado hace demasiado tiempo y ahora no tendría tanta sangre perdida para recordar tu nombre.

Pero esa no era la historia, no era nuestra historia y yo ya lo había aceptado.

Eddie me miró y volvió a sonreír, estaba satisfecho, orgulloso, quizá en el fondo él sabía que yo jamás podría volver a decirle que no a nada y que yo estaba bien con eso.

—Perfecto —respondió, y tenía razón.

Me agarró de la cintura y me restregó contra él de manera descarada, quizá estuviera un poco mas lucido y tuviera en cuenta lo que yo quería, pero estos eran sus modos.

Me besó de nuevo con intensidad y me tocó todo el cuerpo en muy poco tiempo. Se sacó la camisa y yo me permití por primera vez mirarlo y tocarlo de vuelta. Era tan impresionante, tenía tan buena forma.

Aquella noche me bajó los pantalones mientras yo me reía y se dedico un rato a hacerme sentir cosas que nunca había sentido antes, utilizo su boca, sus dedos, soltaba carcajadas de vez en cuando mientras yo me removía de placer.

Me susurró que le gustaba oírme gemir y que era lo mejor que le había pasado en la vida. Yo sonreí, sonrojado, extasiado.

Yo mismo me agaché y lamí todo de él hasta que se corrió en mi boca y yo me tragué todo el contenido, ese gesto lo calentó de inmediato y no nos dejó parar. Ambos llevábamos demasiado deseo y energía acumulada como para parar.

En ningún momento sentí algo que no fuera placer junto a él aquella noche.

Hubo cantidades incontables de besos, de caricias, Eddie jugó con mi voluntad y me hizo suyo al mismo tiempo que yo le susurré que me moriría si se detuviera. Él me colocó encima suyo, desnudo, y me susurró al oído que lo calentaba demasiado imaginarse que yo mismo me sentaba en su erección.

Así lo hice, y en efecto, eso lo calentó más.

De repente nuestra primera noche no había existido nunca y todo lo que había sucedido entre nosotros era esto tan mágico y tan difícil de encontrar. Él se movió dentro de mi mientras me susurraba cosas al oído que dejaban de tener sentido de inmediato hasta que susurró un leve "te amo" y esa fue la marca que dejó en mi aquella noche.

Una tan profunda, tan liberadora. Miré hacia abajo y espere ver la sangre correr porque sus palabras me habían roto el corazón y con todo lo que me encontré fue con su cuerpo sudado pegado al mío y su boca recorriéndome con violencia por todas partes. Todo lo que vi fue un hombre que me quería.

No sé si alcancé a susurrarle alguna vez que yo también lo amaba.

Él me siguió tocando, yo me moví rápido para verlo descontrolarse y de nuevo me sentí poderoso, como cuando lo besaba para salvarme la vida, solo que ahora me movía para ganar algo más que vida. Para ganar minutos inolvidables, recuerdos, para ganarme sus gemidos y sus palabras sucias en mis oídos.

Me moví para que él sintiera que me gustaba muchísimo tenerlo dentro de mí, para que entendiera que ya no podría vivir sin él, sin esto.

Terminamos cansados, pero ninguno dejo de reír.

—¿Te la puedo meter otra vez? —preguntó cuando me estaba quedando dormido.

Sonreí.

—Estoy cansado, Ed —respondí, y era completamente verdad. A pesar de que hiciéramos el amor por voluntad y por deseo, Eddie seguía siendo brusco y tenía poco tacto y demasiada energía. Él se enfurruñó por un momento, pero luego me abrazó, sonriente, me pidió que le llamara Ed de nuevo porque lo hacia sentir diferente, y que cada vez que me escuchará decirle así él se sentiría bien.

Después me apretó el trasero con la mano y volvió a susurrar en mi oído.

—Mañana será, entonces. 

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