La casa del árbol

By loston_

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Natalia, una fotógrafa acostumbrada a usar su cámara como barrera entre ella y el resto del mundo, tiene que... More

1. La otra mami
2. La medio negra, la marica y la bisexual
3. Pediatra canosa y con gafas
4. El ligue de la consulta
5. Una sesión de Vogue
6. Mercadillo de scoutgirls
7. Calendario benéfico
8. Yin y yang
9. Una fiesta de bienvenida y una conversación intensa
10. Alba Reche, Valium para padres acojonados
11. El siguiente paso correcto
12. Si no saltas, no vuelas
13. Consultorios Reche
14. Pa'lante como los de Alicante
15. Maldito coche teledirigido
16. Ni macarrones sin queso ni monumento sin turistas
17. Me encanta la bollería
18. Pa' llamar tu atención
19. Convulsiones
20. Las burbujas de la cocacola
21. Gasolina
22. Lo que casi pasa pero no pasó
23. Con la precisión de Picasso
24. Casino abierto
25. Cara de idiota
26. For one night, and one night only...
27. La casa del árbol
28. El amor como la fotografía
29. Al ritmo de Waterloo
30. Mercurio
31. Las botas
32. Un puzzle de mil piezas
33. El fenómeno ~pausa en concierto de música clásica~
34. Natalia sin el 'alia'
35. Sebastian Bach
36. Las canciones molan
37. Un eclipse
38. Bragas en el suelo
39. Albá Ggeché el gaté
40. Como si fueras de mentira
41. Rojo y verde
42. La cajita del Happy meal
43. Magikarp
44. Te lo has buscado tú
45. Fígaro como el de Pinocho
46. La pediatra de Ale
47. El plan de los helados
48. Somos la Luna
49. "Alianza cuñadil"
50. En un musical
51. Cara guapa
52. Contigo
53. El mar
54. Sherlock y Watson
55. Por primera vez
56. Persona favorita
57. El cielo
58. No te enfades
59. Un corazón pa' dar amor
60. With a bit of rock music
61. Tres Monster y dos cafés
63. Destruye este tweet*
64. Como un arándano chiquitito
65. Primeras citas
66. Gol
67. Corriente de resaca
68. El ellas que era un no-ellas
69. Volver a encontrarnos
70. 10 de julio
71. Todo es vanidad
72. 1001 piezas
73. Laponia
74. Pasapalabra
75. Merecer la pena
76. El sol de invierno
77. I hope your days are filled with happiness
78. Reencuentro
79. Nubes de atardecer
80. Darle la vuelta al año
81. Cuatro aes
82. No quiero 1 beso
83. Mi casa del árbol
84. Idiota
85. Sitios chulos y chulos en todos los sitios
86. Lo mejor de dos mundos
87. Home to you
88. Un regalo y una canción
89. Silencios que completan
90. Las cosas que no vas a ver más
91. También somos mar
92. Estar
93. Quererse y ya está
94. Fuerza de gravedad
95. "Hace tiempo"
96. Una emisora de radio 24h
97. Como quitarse el sujetador
98. Tropecientos planes buenos
99. Agosto en abril
100. Una novia zanahoria y una gata peliplata
101. Quererse más que aguantarse
102. Contigo lo estoy
103. Shrek
104. "to love another person is to see the face of god"
105. Jugar a los Sims sin motherlode
106. Naranja
Epílogo - Días de lluvia

62. Copacabana y claqué

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By loston_

-¿Has guardado la fruta?
-Afirmativo.
-¿Y agua?
-Afirmativo también.
-¿Meto también unas galletas?
-Nat, cariño-se rió la rubia-. Que vamos a echar la mañana al parque, no a pasar el día haciendo senderismo.
-Ya, pero no sé, igual nos da hambre a media mañana.
-Si nos da hambre buscamos cualquier sitio, o esperamos a llegar a casa, que somos dos personas adultas, Natus, no vas con Alejandra-volvió a reírse.
-Ya-murmuró-. ¿Tú llevas tus cosas?
-Aquí está todo-levantó su mochilita, donde había metido su libreta, un par de bolis y un portaminas-. ¿Tú la cámara?
-Ay, que se me olvidaba-Natalia salió casi corriendo a la habitación, y volvió a los treinta segundos con su fiel compañera.
-Media hora preguntándome a mí si lo llevo todo y te ibas a olvidar tú lo más importante, ¿eh?-se burló Alba mientras se despedía de Queen, y se rió al ver a Natalia levantar el dedo corazón hacia ella-. Vamos, anda.

Cuando iba sola utilizaba la bici para ir hasta su parque favorito a dibujar, pero lo de ir acompañada de Natalia le complicaba un poco eso de la bici, así que cogían el metro y pasaban el trayecto compartiendo auriculares para escuchar música. Consiguieron sentarse antes de que se llenase demasiado el vagón, pero pronto estuvieron rodeadas de gente que intentaba agarrarse donde podía para no caerse sobre ellas. Mientras se acercaban a una parada, un hombre que estaba justo delante de Alba se movió para ir hasta la puerta, dejando libre durante un segundo un hueco que no tardaron en rellenar. Pero en ese segundo Alba pudo ver a la fotógrafa reflejada en el cristal de enfrente, a su lado, concentrada en la canción que estaban escuchando, y se sintió completa. No completa como si le faltara algo sin ella, porque no era eso. Era completa como las fresas con nata, o completa como la crema de calabacín con queso de cabra. Las fresas podían existir perfectamente sin nata igual que la crema de calabacín estaba riquísima sin echarle queso de cabra por encima, pero ambas eran mejores si tenían ese plus. Y Alba, se dio cuenta durante ese segundo en el que se vio malamente reflejada con Natalia a su lado, también era mejor cuando estaba con ella. No mejor en el sentido de ser mejor persona, porque no lo era igual que las fresas no estaban malas sin nata, sino que simplemente brillaba más cuando la tenía al lado.

-Pon ahora Copacabana-pidió Natalia a la pediatra, que era la que estaba controlando la música.
-¿La de Izal?
-Sí.
-Es un temazo, pero espera que esta me encanta. ¿La conoces?
-No me suena-Natalia leyó en la pantalla el título de la canción que acababa de empezar, El colapso gravitacional de La casa azul, y negó con la cabeza.
-Dios, pues es que tienes que escucharla. De verdad que no me puedo creer que no escuches a La casa azul.
-Albi, llevas eligiendo tú todo el camino, caradura-le dio un golpe suave con el hombro.
-Pero es que necesitas escucharla, Nat, te tengo que educar.

La morena soltó una risilla y negó con la cabeza, porque tenía claro que no le quedaba otra que dejarse educar, y se concentró en la canción. Era cierto que era muy buena, eso se lo tenía que conceder, así que anotó mentalmente lo de escuchar más a aquel grupo. No les dio tiempo a escuchar Copacabana porque llegaron a su parada, así que Natalia dedicó todo el camino hasta que llegaron al parque a meterse con la rubia por dictadora, y esta se reía cada vez que lo decía porque le hacía gracia verla tan picada por una canción. Una canción que, además, podían escuchar en cuanto se acomodaran porque era algo que solían hacer: cuando conseguían un hueco medio alejado de la gente, ponían cualquier playlist con el volumen no demasiado alto para poder escucharla mientras echaban ahí la mañana.

Se sentaron sobre el césped y durante un rato se contaron lo que no se habían podido contar a lo largo de la semana, porque ya era el tercer miércoles que no salían a cenar y el primer sábado en un mes que, entre la lluvia que estaba cayendo esa primavera y el poco tiempo que habían tenido, podían salir a unir sus cosas favoritas. Cuando se concentraban en ellas dejaban de hablar, y Alba aprovechaba el silencio de Natalia para observarla, y dibujaba la postura de su mano alrededor de la cámara o sus dedos jugando con el septum mientras buscaba a su alrededor algo para fotografiar. No sabía si la morena se daba cuenta de que la estaba dibujando y fingía no hacerlo o si de verdad no se enteraba de que lo hacía, pero lo cierto es que tenía en su libreta una colección grande de detalles de Natalia haciendo fotos, camuflada entre dibujos de gente paseando, árboles o puentes, a la que tenía especial cariño. Eran como anotaciones de cada vez que habían ido juntas a observar lo que las rodeaba, cada una a su manera, y cuando echaba un vistazo a las páginas anteriores de su libreta y veía un ceño fruncido por encima de una cámara se reía al recordar el día que la fotógrafa se frustró porque las nubes se movían muy rápido y no paraba de cambiar la luz. Era como una especie de diario a base de detalles de los que quizás solo ella podría reconocer a quién pertenecían, y le gustaba tenerlo ahí, entre el resto de líneas que ni siquiera ella sabía a quien pertenecían, pues era imposible recordar a todas las personas a las que dibujaba.

-¿No te pica el brazo?-preguntó la morena, con el ceño fruncido, viendo que Alba se había tumbado boca abajo y estaba apoyada sobre sus codos para poder dibujar.
-¿Que si me pica?-preguntó la rubia sin apartar la vista del papel. Estaba dibujando una hoja seca que el viento debía haber arrastrado hasta ahí.
-Apoyándolo así en el césped. A mí me pica.
-¿Te pica el brazo?
-O sea, me picaría si lo tuviera como tú.
-Eres rarísima, Nat-se rió Alba, sin perder la concentración en su dibujo porque la hoja estaba muy arrugada y era difícil pillarle la forma.

Natalia, que estaba observándola, soltó la cámara un momento y cogió su móvil para hacerle una foto. Eran como las doce y media del tercer sábado de abril y el sol empezaba a picar, porque había salido con fuerza después de varias semanas de mal tiempo, como con muchas ganas de decir "ya estoy aquí, ya viene el verano por fin". Ese sábado de abril era un poco como el octubre del verano, eran los dolores premenstruales que avisan de que queda poco tiempo para que te visite la regla, pero en vez de con un día de lluvia que te dice que ya mismo llega el frío, con un día soleado que le planta cara al mal tiempo que no termina de querer irse. Pero ese día el sol había salido con fuerza y les faltaba poco para que lo tuvieran justo encima de sus cabezas, y Alba se había planchado el pelo y lo llevaba recogido en una coleta casi tan blanca como su camiseta o el papel sobre el que estaba dibujando, y el césped era tan verde gracias a las lluvias primaverales que hacían un contraste muy bonito, así que le hizo una foto y la subió a sus historias.

-¡Esta hoja es deforme!-se quejó la rubia, frustrada, después de diez minutos intentando que aquella hoja pareciese una hoja y no un montón de rayas sin sentido.
-Es una hoja, Albi-se rió Natalia.
-Pero es deforme.
-En realidad todas las hojas lo son un poco, ¿no?
-Sobre todo si están arrugadas como esta, ¡es que mírala!-exclamó tan alto que una niña que pasaba por al lado se quedó mirándola.
-Pues deja la hoja y dibuja otra cosa.
-Es que ahora no quiero dejarla-frunció el ceño, y la morena se rió.
-De nombre Alba de apellido cabezona.
-Es que queda feo un dibujo a medio terminar en la libreta, porque encima los dibujos a medio terminar siempre son feos.
-A mí me gusta-Natalia se asomó por encima del hombro de la rubia para ver qué la tenía tan frustrada.
-Podría ser la mierda de algún perro cuyo dueño es un cerdo y no ha recogido-analizó el dibujo la pediatra, y Natalia soltó una carcajada.
-Qué dices, Albi, no es para tanto.
-¡Podría serlo perfectamente!-se le escapó la risa ahora a ella también, al escuchar la de la morena-. Mira eso, por favor.
-Es que no sé en qué momento has decidido dibujar una hoja arrugada, también te digo.
-Coño, es que para ti es fácil, porque la foto la haces en un momento. Pero lo de dibujar a gente que se está moviendo todo el rato es un estrés, Natalia, un estrés.
-Ahí hay gente sentada-la fotógrafa señaló a un grupo que había unos metros más allá, divertida con la frustración de su rubia.
-A esos los he dibujado ya hasta cambiándoles la ropa-masculló, y Natalia volvió a reírse-. Por eso he acabado recurriendo a la hoja esta triste.
-Pobrecilla-se lamentó la morena, inclinándose hacia ella para abrazar su cintura y dejar un beso en su mejilla, y Alba aprovechó el movimiento para darle un codazo por su burla.
-¡Ay! ¡Serás bruta!
-Es que te ríes de mis desgracias.
-Tus desgracias-repitió Natalia, pero se le cortó la risa con la mirada que le echó Alba-. Perdón, ¿me perdonas?
-Solo porque tiene esa cara-refunfuñó Alba, y la fotógrafa tuvo que aguantarse la risa.
-Ven, suelta eso-se dejó caer hacia atrás, apoyando la cabeza sobre la sudadera de Alba, y dio un par de golpes a su lado.
-Te uso de almohada porque me has robado mi sudadera, ¿eh?-advirtió la pediatra, con una ceja en alto, mientras soltaba su libreta y se tumbaba con la cabeza sobre el pecho de Natalia-. Pero sigo dolida.
-No mereces tanta crueldad-Natalia negó con la cabeza, y se llevó un golpe en los abdominales que hizo que se volviera a reír-. ¡Ay!
-Merecido-sonrió Alba mientras se acomodaba sobre su pecho.
-Tomo nota: no volver a meterme contigo cuando estés dibujando.
-Qué rápido aprendes-se rió la rubia, y estiró el cuello para dejar un beso sobre su mandíbula.
-Mira, esa nube se parece a Queen-señaló Natalia, y Alba soltó una risilla.
-¿A Queen en concreto o a un gato en general?
-No, a Queen en concreto.
-¿Por?
-No sé, tiene forma de gato con cara de Queen.
-¿Y qué cara tiene Queen exactamente?

Con la risa floja y la cabeza de Alba descansando sobre su pecho, Natalia intentó explicarle por qué esa nube le había recordado concretamente a Queen y no a Luisa o a Fígaro, o a cualquier otro gato, aunque aquel intento de explicación sin sentido hizo que la rubia se burlara de sus argumentos y empezara a señalar nubes diciendo que le recordaban a cosas tan específicas como la televisión de su piso, pero solo la de su piso, o la sartén que utilizaba siempre Natalia para hacer sofritos, o el biberón para el agua de Alejandra que tenía dibujitos de monos. Y a Natalia, mientras se reía de cada ocurrencia de la rubia para meterse con ella, le vino a la cabeza una estrofa de la canción que le había pedido que pusiera antes de bajarse del metro.

"Incluso ahora que ya no hay miedo,
que nada tiembla.
Sal de baño, brillo dorado en la piel,
y un beso sincero en la boca.
Pies descalzos, arena virgen
Copacabana y claqué"

No estaban en ninguna playa de Copacabana, tomando el sol con la piel salada tras un baño en el mar, reposando después de haber desayunado en el buffet de un hotel de decoración minimalista. No estaban para nada ahí, en realidad, solo estaban en un parque de Madrid que apenas escapaba de la contaminación de la ciudad, rodeadas de gente que pretendía huir precisamente de eso, pero Natalia podía captar perfectamente lo que intentaba describir la canción. Esa calma, ese bienestar a pesar de no estar haciendo nada, como si el mundo hubiera dejado de existir y con él todas las preocupaciones y todas las horas que llevaban trabajando desde el domingo anterior y todas las que les quedaban por delante en cuanto llegase el lunes. Eso ya no importaba porque estaban inventando comparaciones ridículamente específicas entre las nubes que medio cubrían el cielo y objetos de sus vidas cotidianas, y Alba cada vez se reía más alto y le vibraba su risa en el pecho. Le daba igual, en realidad, si era Copacabana o si era Madrid, porque lo que le hacía sentirse tan bien tenía poco que ver con dónde estuviera, si estaba con ella.



...............................................................................



-Al final he dejado la hoja a medio dibujar-se quejó Alba, mientras sacaba la libreta de la mochila-. Dios, qué hambre.
-Mejor, porque ibas a volver a enfadarte.
-Ya, pero es que ahora es peor porque se queda el dibujo a medias en la libreta y eso no lo soporto-le dio un beso entre las orejas a Luisa y fue a lavarse las manos-. ¿Hacemos una tortilla?
-¿De patatas? Vale-Natalia se remangó para hacer lo mismo-. Pero Albi, creía que aquí la que le mola improvisar y que no esté todo perfectamente perfecto eras tú, ¿qué más da que haya un dibujo que no esté terminado? 
-Pues da, porque un dibujo sin acabar es feo, pero es que un dibujo feo sin acabar es más feo aún. No tiene nada que ver con la improvisación eso.
-A mí no me parece que sea feo-se encogió de hombros la morena-. Y sí que creo que tenga que ver con la improvisación. Tiene que ver con aceptar las cosas como sean, sin necesitar que esté todo perfectamente calculado, o en este caso, dibujado.
-Pero es que la veo y sé que no me gusta y me dan ganas de tacharla, y si la tacho ya sí que va a quedar eso feo.
-Eres una tiquismiquis, ¿eh?-se rió Natalia.
-Calla, dame eso-Alba le quitó el móvil de las manos y abrió Spotify.
-¡Oye!-se quejó Natalia.
-Es que tú pones música cortavenas, y eso para cocinar no mola.
-¿Por qué no mola?
-Pues porque para cocinar molan canciones de venirse arriba, de creerte que estar en un festival. Que no tienes ni idea.
-Ya veo que no tengo ni idea.
-Aceptarlo es lo primero, cariño, muy bien-se rió la rubia, y se puso de puntillas para darle un beso en cuanto soltó las patatas sobre la encimera. Pero al hacerlo vio el ceño fruncido de la morena, e imitó su gesto-. ¿Qué pasa?
-Nada-sonrió Natalia-, ¿vas pelando y yo cortando?
-Natus-Alba alzó una ceja con desconfianza-. Era coña, lo sabes, ¿no?
-Claro, Albi. Si no me pasa nada.
-Nat-suspiró la pediatra.
-Que no es nada, en serio. Es solo que, bueno, ya me has dejado bastante claro que no tengo ni idea.
-A ver, explícate-Alba soltó el cuchillo y se dio la vuelta, para mirar a la fotógrafa.
-Es que igual ni siquiera te has dado cuenta, pero en el camino de vuelta también has ido eligiendo tú todas las canciones.
-¿Estás enfadada porque he elegido yo las canciones?
-¡No! No estoy enfadada, Albi.
-Pero estás molesta.
-Tampoco exactamente.
-Nat, si no lo estuvieras no estaríamos teniendo esta conversación.
-Bueno, pues estoy molesta-se cruzó de brazos.
-¿Porque he ido controlando yo el Spotify?
-¿De verdad crees que soy tan infantil?-Natalia arrugó la frente, ahora molesta de verdad.
-Pues no sé, Natalia, si no es por eso explícame por qué es.
-No es por eso.
-¿Entonces?
-Da igual.
-No empieces con el "da igual", hazme el favor.

El tono de aquel "hazme el favor" hizo que en la cabeza de la fotógrafa empezara a sonar otra estrofa de Copacabana. Lo hizo sin permiso, pero resonó con fuerza y no pudo ignorarla.

"Es un parpadeo, un rápido destello,
un rayo de sol que deja ciego.
Cambia en un instante
la forma en que los cuerpos toman aire,
y para el tiempo"

El tono de aquel "hazme el favor" había sido ese destello, ese rayo de sol que las había dejado ciegas, porque quizás demasiada playa o demasiadas nubes con formas muy específicas al final acababan haciendo daño, aunque Natalia no podía entender por qué. Y no podía entenderlo porque no sabía que para Alba el destello había sido el "ya veo que no tengo ni idea" que había dicho la fotógrafa, no sabía que ese cambio en su tono era lo que había hecho click en su cabeza y había hecho que pasara de estar de buen humor a preguntarse a cuento de qué iba a ponerse de pronto a discutir. Otra vez. Llevaban toda la semana casi sin verse y no podían aprovechar ni el fin de semana. Había cambiado, efectivamente, la forma en la que tomaron aire, porque lo hicieron sabiendo lo que se venía ahora, y lo hicieron sabiendo lo muchísimo que les fastidiaba saberlo.

-¿Por qué es?-insistió Alba, al ver que no obtenía respuesta.
-Por nada.
-Natalia.
-Es que es algo que ya hemos hablado.
-Pues no te estoy siguiendo. Lo siento, en serio, pero no te estoy siguiendo.
-Pues por eso, da lo mismo.
-¡No da lo mismo!-se frustró la rubia, pero luego cogió aire y lo expulsó despacio-. No da lo mismo porque quiero entender por qué llevamos toda la mañana de puta madre y hace cinco minutos estaba todo perfecto y de pronto estás enfadada conmigo.
-Es que no estoy enfadada contigo, Albi-intentó asegurarle la fotógrafa, pero le tembló la voz al ver el rostro tan serio de la rubia-. De verdad que no estoy enfadada, en serio.
-¿Entonces qué pasa?

La morena apoyó todo su peso sobre la encimera mientras dejaba escapar el aire de sus pulmones. Era cierto que algo le pasaba, pero le había costado suficiente explicárselo una vez como para ahora volver a hacerlo. No era cosa de las malditas canciones, era en realidad lo mismo por lo que discutieron el día de la juguetería: igual que ese día ni siquiera se había dado cuenta de que no se estaba parando a escucharla, ahora ni siquiera se había planteado tener en cuenta lo que le podía apetecer escuchar o no. Y no era por las canciones, le daba igual qué canciones escuchar y de hecho le gustaba que Alba le enseñara sus favoritas, pero lo que no le hacía gracia era el detalle de que no se parase a pensar en lo que le pudiera apetecer, o el de que rechazase todas sus propuestas porque ella tenía "una mejor". Podía parecer infantil, o tonto, pero Natalia se sentía invalidada cada vez que hacía algo así, como si su opinión o lo que a ella le apeteciera no tuviese valor alguno, y sentirse invalidada por tu propia novia claro que no era plato de buen gusto. Y hacía cosa de un mes había hecho de tripas corazón para explicárselo, y pensar en tener que volver a hacerlo ahora le fastidiaba mucho. No creía que fuera tan difícil prestarle atención cuando le había hablado sobre sentirse así ni aplicarlo, ahora que lo sabía, a las cosas que hacía.

-¿No me vas a responder?-preguntó la pediatra, sintiendo cómo se le escapaba la paciencia por cada poro de su piel, frustrada-. O sea que todo es por unas putas canciones. Es que de verdad, la próxima vez no toco yo el móvil, no te preocupes, no vayas a enfadarte porque voy eligiendo canciones.
-¡Joder, Alba! ¡Que no es eso!
-No me grites-dijo la rubia, tan seria que a Natalia le recorrió el cuerpo un escalofrío-. ¿Si no es eso qué coño es? Porque me encantaría entender a qué viene este enfado que tienes conmigo.
-¿No te das cuenta de cómo lo haces todo sobre ti? Tú, tú, tú y tú-bufó Natalia, enfadada-. A ti te encantaría entender, pero a mí me encantaría poder correr un puto velo y dejar de hacer la bola cada vez más grande.
-¡Es que se hace más grande corriendo el puto velo!-exclamó ahora Alba.
-No me grites tú tampoco.
-Se hace más grande corriendo el velo-repitió, ahora más calmada.
-Y se hace más grande si te digo que no me gusta que me ningunees y tú lo haces igualmente.
-¿Que te ningunee?
-Es igual que el día de la juguetería, joder, ¿en serio no lo ves?
-¿No? Si lo viera no te estaría pidiendo que me lo explicaras.
-Pues no sé para qué me esfuerzo en explicártelo si luego lo vas a ignorar así.
-¿Igual te esfuerzas en explicármelo porque soy tu novia y que haya comunicación es lo más básico en una pareja?-preguntó Alba, con los ojos achinados de enfado, sorprendida de estar teniendo que decirle aquello.
-¡Pues precisamente porque eres mi novia podrías tenerme un poco en cuenta!
-¿Y no lo hago?
-¡No! Me exiges explicaciones cuando yo te he dicho que prefiero no hablarlo.
-¡Joder, Natalia! Te exijo explicaciones porque es lo mínimo, coño. ¿Cómo se supone que funciona una relación si de un minuto para el otro pasas a enfadarte por unas puñeteras canciones?
-¡Que no era por las canciones, joder!

La fotógrafa lanzó sobre la encimera el trapo que había cogido para mantener las manos ocupadas con algo e intentar así relajarse de toda la tensión que estaba acumulando. Claro que no le había servido de mucho, visto estaba, así que pasó a hacerle pagar al pobre trozo de tela por los gritos que se estaban dando. No sabía en qué momento había escalado la conversación a aquello, ni siquiera sabía si era algo que pudiera achacarle al estrés, pero sentía la rabia acumularse en su garganta a modo de lágrimas que querían salir, y estaba claro que eso era algo que no iba a dejar que ocurriera. No mientras Alba la estuviera mirando con los ojos tan oscuros.

-No era por las canciones pero no me vas a explicar por qué era.
-Ya te lo he explicado-murmuró, con la mirada fija en sus zapatillas.
-No me has explicado un coño, Natalia-el tono de la rubia, la manera tan afilada en la que pronunció su nombre, hizo que el nudo en la garganta de la morena creciera otro poco-. Es que me parece increíble que tengamos que estar teniendo esta conversación, de verdad.
-¿Cuál?
-¡Que te tenga que estar explicando que la comunicación es fundamental, joder!-a Alba le faltó poco para tirarse de los pelos-. ¡Que no tengo que estar arrastrándome para que me digas qué cojones te pasa cada vez que algo esté mal, porque así no es como funcionan las cosas!
-Pero así funciono yo-dijo Natalia-, y lo sabes.
-No me jodas-resopló Alba, ahora realmente enfadada-. ¿"Así funciono yo"? ¿En serio?
-¿Qué?-no se atrevió ni a mirarla.
-¿Que igual podrías plantearte que si hay cosas que no están bien en tu manera de funcionar deberías intentar cambiarlas? Hay cosas básicas si quieres tener pareja, Natalia, cosas que si quieres que esto funcione te tienes que esforzar tú por cambiar.
-¿Eso qué es, una especie de ultimátum?-esta vez Natalia sí que consiguió levantar la mirada, aunque se arrepintió en cuanto sus ojos se cruzaron con los de la pediatra y no la reconoció en ellos.
-¡Eso es que no puedes escudarte en ser una inepta social para hacer las cosas mal y que encima yo me las tenga que comer con patatas, hostia!

Silencio.

Un silencio muy ruidoso, en realidad, un silencio que les estaba estallando a las dos en los oídos y que rebotaba con poco cuidado en el interior de sus cabezas. Un silencio que sonaba como si tuvieran una colmena de abejas dentro de su cuerpo, y Natalia estaba bastante segura de que la debía tener, porque sentía que estaba a punto de vomitar.

-Me voy a casa-musitó, aunque solo le salió un hilo de voz bastante inestable.
-Natalia, espera-Alba intentó agarrar su brazo, pero la morena se sacudió el contacto.
-No. Está bien.
-Natalia-repitió la pediatra, que ahora también tenía un nudo en la garganta que le estaba impidiendo hablar bien-. Perdón, yo no... No quería decir eso, no...
-En serio, da igual. Te aviso cuando llegue.
-Nat-susurró Alba, viendo cómo abría la puerta, y sonó más parecido a una súplica que a otra cosa.

Pero sirvió de poco la súplica, o más bien no sirvió de nada, porque la única respuesta que obtuvo fue la de la puerta cerrándose a las espaldas de Natalia, que había hecho oídos sordos porque empezaba a sentir que se estaba ahogando ahí dentro, y necesitaba salir. Ninguna de las dos era capaz de entender en qué momento un día que había empezado tan bien podía haberse torcido tanto, pero lo que menos entendía la fotógrafa, y lo que más aumentaba el tamaño del nudo de su garganta, era cómo había podido decirle eso. Por muy enfadada que estuviera, no comprendía cómo había sido capaz de decir aquello si no era porque lo pensaba de verdad. Y no tenía muy claro qué opción le oprimía más el pecho: si la de que hubiera decidido llamarla inepta social porque sabía que era un golpe bajo o si la de que de verdad lo pensara. Bajó los escalones de dos en dos y mientras lo hacía, por tercera vez ese día, se le vino a la mente una estrofa de Copacabana.

"Así que atentos todos al cielo.
Calma, quietos,
cojan aire,
quizá nos toque correr.
Que al menos quede el recuerdo
de aquel momento que fue perfecto,
Copacabana y claqué"


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