La Némesis del Arcoíris

Oleh JenChoice

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Cuando tu obsesión por ser el número uno es directamente proporcional a la animadversión apasionada que le ti... Lebih Banyak

Capítulo 1: El Niño Genio
Capítulo 2: El Genio Incomprendido
Capítulo 3: Dos Genios de Mal Genio
Capítulo 4: No Molestar, Genios Rivalizando
Capítulo 5: Genio en el Paraíso
Capítulo 6: Jaque Mate al Genio
Capítulo 7: Genio Atrapado
Capítulo 8: Más Vale Genio en Mano que Genio Volando
Capítulo 9: Pacto de Genios
Capítulo 10: Genio que no Ve, Genio que no Siente
Capítulo 11: Genio que Ladra no Muerde
Capítulo 13: El Corazón Roto de un Genio Herido
Capítulo 14: La Dulce Voz de un Pequeño Genio
Capítulo 15: El Genio Enamorado
Capítulo 16: La Canción de Amor del Genio
Capítulo 17: Nunca Digas a este Genio no he de Querer

Capítulo 12: No hay Genio sin Espinas

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Oleh JenChoice

Era la primera vez que se hallaba en una situación similar, así que había puesto el grito en el cielo al ver a la policía en su mansión por un asunto no referente a su trabajo como fiscal, y mucho más cuando habían mencionado el nombre del heredero Kang. Lo primero que pensó fue que su hijo se había metido en algún problema, a pesar de lo remota que fuera dicha posibilidad. Su unigénito era un niño genio de bien, por lo que su tren cambió de línea y especuló que, más bien, pudo haber sido víctima de un crimen y se lo había ocultado. Tratando de disimular su consternación, lo llamó con su usual voz firme para iniciar el interrogatorio respectivo.

     —¿Por qué no me contaste lo que te pasó? —le preguntó directamente.

     —Porque, literalmente, nada me pasó, mamá.

     —El señor Lee Donghun nos contó la mayoría del ataque, pero, naturalmente, necesito su versión completa también —explicó Soonae.

     —¿Lee Donghun? —preguntó la fiscal, mirando a su hijo—. Jamás he escuchado ese nombre, ¿es un nuevo amigo tuyo?

     Yuchan se sonrojó inevitablemente y se apresuró a narrar su versión de los hechos del modo más objetivo y sensato que pudo para que su madre no notara sus nervios. Trató de restarle importancia al incidente, a pesar del miedo que aún sentía al recordar el momento preciso en que vio aproximarse la navaja. Si se iba por el lado fatalista, en verdad pudo haber muerto. Una sensación desconocida empezó a formarse en sus entrañas.

     —Bien, señor Kang, solo tengo una última duda —expuso la detective, cerrando su libreta roja—. El señor Lee me contó que lo atacaron a usted primero y a él después, ¿cierto? Pero usted dice que el señor Lee lo protegió del ataque, recibiendo, por ende, la puñalada.

     —¿Por qué ese joven ocultaría ese detalle? —intervino la fiscal—. Podría incluso hasta reclamar una recompensa de nuestra familia.

     —Exacto, y es por eso que pienso que el señor Lee es una de esas personas a las que no les gusta ser llamadas héroes. Esas personas escasean, así que su hijo fue muy afortunado de que él lo protegiera a costa de su propia vida.

     Yuchan se petrificó en el acto. La voz se le quedó atascada en la garganta apenas las palabras de Soonae tomaron sentido, experimentando una especie de revelación divina que lo golpeó con puño de acero. La pregunta explotó en su mente y se había quedado tan pasmado que tanto su madre como la detective tuvieron que llamarlo varias veces a fin de hacerlo reaccionar.

     ¿Por qué una persona que te odia con toda el alma arriesgaría su vida por ti?

     Donghun lo había apartado del camino del arma para ponerse delante de él con toda la intención de recibir la puñalada. No había dudado ni un segundo en protegerlo, aunque eso significara salir herido o, en el escenario más nefasto, morir. Y ahora resultaba que había omitido ese detalle para no meterlo en problemas. Incluso, en la clínica, en vez de sacarle en cara su acto de nobleza y valentía, únicamente lo había regañado por haber sido tan imprudente.

     ¿Por qué la persona que más lo odiaba en el mundo lo había protegido?

     ¡¿Por qué?!

     Despidieron a la detective y ni siquiera el posterior interrogatorio de su madre pudo arrancarlo de ese estado de ensoñación en el que había caído sin remedio. No podía creer que solo hasta ahora se diera cuenta de lo terriblemente equivocado que había estado con respecto a Lee Donghun. Tenía que hacer algo urgente para enmendar sus acciones.

     Esa noche se fue a la cama con la cabeza hecha un lío y con el corazón saltando desesperado dentro de su pecho.

✩✩✩✩✩

La cálida brisa matinal colándose por la rendija de la ventana fue lo que lo hizo despertar de un sueño reparador. Miró de un lado a otro, confirmando que su madre se había retirado ya, seguramente después de haberlo visto quedarse dormido. El día anterior lo había regañado por su imprudencia y, a la vez, lo había felicitado por su valentía al haber ayudado a un compañero en problemas. Naturalmente, le había ocultado que ese compañero era su enemigo acérrimo y que hasta el momento no terminaba de entender por qué lo había salvado sin pensarlo dos veces.

     El desayuno estaba servido, así que se apresuró a colocar la bandeja sobre su regazo. El médico le había dicho que le daría de alta muy pronto y le había repetido lo afortunado que era al estar en una pieza después de un ataque de ese calibre. Empezó por las tostadas con mermelada, continuó con la tortilla y terminó con el vaso de leche con cacao. Apenas hubo terminado de comer, dejó la bandeja sobre la mesita del costado y, cuando volvió a girarse, se quedó atónito por lo que advirtieron sus ojos en la entrada de la habitación.

     —Hola.

     Donghun no respondió al tímido saludo; únicamente, se limitó a recorrer su rostro con la mirada, tratando de comprobar si aún seguía dormido y estaba soñando. El otro chico avanzó a paso lento hacia él y fue entonces cuando se dio cuenta de que llevaba algo entre sus manos.

     —Sé que me dijiste que no viniera, pero igual estoy aquí —explicó con voz pausada—. Solo vine a traerte esto.

     —¿Qué es?

     —Es un cactus —respondió, mientras lo colocaba sobre la mesita contigua.

     —Claro que sé lo que es —contestó ofuscado—. La pregunta es por qué me has traído algo así.

     Yuchan no se atrevía a confesarle la gran interrogante que quemaba su mente desde el día anterior. Y por supuesto que tampoco le contaría que lo primero que había hecho esa mañana, incluso antes de desayunar, fue buscar en Internet qué se le podía regalar a una persona convaleciente. Casi se cae de espaldas, pues lo que había arrojado su búsqueda inicial fue la palabra "flores". Modificó los filtros con rapidez, y al final apareció en su pantalla la imagen de un cactus. Por alguna extraña razón, sonrió al sentir que era exactamente lo que estaba buscando. Le pidió a su chofer que lo llevara a la exclusiva florería de la prima de su mamá, en la que pudo encontrar un hermoso cactus en una pequeña maceta turquesa de mármol. Sus ojos se habían iluminado al confirmar que era el regalo ideal y se había apresurado a comprarlo, imaginando con ilusión la expresión que pondría Donghun al recibirlo.

     Yuchan volvió al presente, mas no se atrevió a mirar al otro hombre. Su vista quedó clavada en el cactus, mientras intentaba recordar las indicaciones de su tía para disimular lo extremadamente nervioso que se encontraba.

     —Debes regarlo cada quince días y exponerlo al sol de cuatro a ocho horas diarias.

     Donghun seguía sin entender las intenciones del chiquillo, pero notó, de repente, la expresión emocionada que tenía mientras acomodaba el cactus, y fue incapaz de despegar la vista de su rostro. ¿Ese mocoso presumido también podía sonreír de ese modo?

     Al fin, Yuchan se armó de valor y volteó a verlo, esperando la reacción que tanto había imaginado, sonrojado al pensar que en cualquier momento aparecería aquella hermosa sonrisa que anhelaba tanto volver a ver. Esperó y esperó, pero nada ocurrió. Su decepción fue enorme al notar que Donghun alternaba la vista entre la planta y él, sin ningún tipo de emoción en el rostro, más que una evidente confusión.

     —¿Por qué me trajiste eso? —insistió en su pregunta anterior.

     — Yo... —contestó decepcionado, después de un rato—. Yo solo quería...

     —En verdad no sé para qué necesitaría yo una planta.

     El corazón de Yuchan terminó de hundirse en la desesperanza. De pronto, se sintió tan avergonzado y ridículo por haber siquiera pensado en que Donghun podría sonreírle al recibir un cactus. ¿Cómo pudo haber sido tan iluso?

     —Si no te gusta, puedes tirarlo —susurró de forma casi imperceptible.

     —¿Qué fue lo que...?

     A decir verdad, Donghun nunca le había visto ese tipo de expresión al chico. Siempre lucía altivo y arrogante, pero esta vez era como si estuviera molesto, pero al mismo tiempo, decepcionado o dolido. No comprendía por qué tendría que estar enojado con él cuando, en primer lugar, era su culpa que Donghun se hallara en una clínica.

     —No me importa... ¡No me importa si lo tiras!

     El chiquillo salió disparado de la habitación, dejando a Donghun aun más confundido que antes. ¿Por qué el niño rico últimamente tenía actitudes tan extrañas? Se sintió un tanto culpable, pero al rato se regañó a sí mismo por estar volviéndose tan blando con él.

     —Vaya, pero qué bonito cactus.

     El paciente alzó la mirada para encontrarse con el gesto risueño de la enfermera. Parecía ser ella la que había recibido el obsequio por la gran sonrisa que esbozaba y las repetidas palmas que daba.

     —¿Sabe cuál es el significado de los cactus, señor Lee?

     —No, no tengo idea.

     —Los cactus son símbolo de resiliencia —explicó ella—. Están cubiertos de espinas para evitar que los dañen, pero, al mismo tiempo, son capaces de dar las más bellas flores cuando llegan buenos tiempos. Eso sí, necesitan del sol para poder florecer hermosos y fuertes. Se parecen mucho al ser humano, ¿no cree?

     Donghun contempló el cactus con otros ojos al conocer ahora su verdadero significado. La duda era si el niño rico también lo sabría o si, simplemente, se sentía en deuda con él, y sus padres lo habían obligado a comprarle algo en retribución. No le gustó para nada ese giro de argumento. La enfermera lo sacó de su peligrosa reflexión.

     —Quien se lo haya regalado debe estimarlo mucho —concluyó antes de retirarse con la bandeja del desayuno.

     Donghun se quedó congelado en su sitio, antes de sentir que su rostro se calentaba hasta la raíz de los cabellos. Negó varias veces con desesperación, sintiéndose avergonzado y ridículo por siquiera considerar esa absurda posibilidad. Rio sin una pizca de humor al caer en cuenta de que él mismo se estaba volviendo muy extraño sin saber por qué. Culpó a la loca enfermera y a sus cursis palabras.

     —Sí, claro, como si eso fuera posible...

✩✩✩✩✩

Varios días habían transcurrido y Byeongkwan había vuelto a caer en depresión al notar que esta vez era Sehyoon el que rehuía su presencia. Una serie de pensamientos negativos se apropiaron de su mente, como que quizá ya era muy tarde y se había aburrido de buscarlo y de esperar una respuesta o que su inseguridad le había hastiado y ya ni siquiera quería salvar su amistad. Yuchan era el único testigo de su tristeza y su llanto, pero poco podía hacer para convencerlo de que probablemente estaba equivocado y que su interés amoroso estaba tan atemorizado como él.

     Aquella mañana, ambos amigos iban de camino a su respectivo salón para la primera clase del día cuando, de repente, un silbido del cielo —casi literalmente hablando— los instó a levantar la cabeza. Byeongkwan se detuvo en seco, seguido por un sorprendido Yuchan que ya examinaba con cautela la naturaleza de la situación. Como siempre, su instinto protector despertaba cada vez que su mejor amigo podría correr peligro.

     —¡Byeongkwan!

     —¿Sehyoon?

     —¿Qué pretende hacer? —susurró Yuchan, frunciendo el ceño.

     Sehyoon se aferró al borde del balcón como si este fuera a mantenerlo a salvo de un posible rechazo de su amado. Cerca de él estaban sus dos mejores amigos, cada uno con una reacción completamente distinta a su excéntrica declaración de amor: Junhee sonreía ampliamente con la expresión de padre orgulloso más perfecta que nadie hubiera visto antes; Donghun, en contraste, ostentaba una expresión de repugnancia como si le hubieran lanzado un panal de abejas y ahora estuviera retorciéndose para librarse de la miel. Recordó que a su hermana le encantaba ver en YouTube esas ridículas y bochornosas propuestas de matrimonio, mientras él sentía escalofríos de tan solo imaginarse en una situación así. Primero muerto antes que haciendo el ridículo por un sentimiento tan absurdo como el amor. Diablos, esto era mucho peor que esos programas, ya que conocía bien a los empalagosos protagonistas, siendo uno de ellos prácticamente su familia.

     —Byeongkwan —llamó con voz trémula—, sé que soy un idiota y no sé expresarme bien con palabras, así que solo puedo decirte lo que siento a través de lo único que sé hacer.

     El nombrado entrecerró los ojos a fin de distinguir el ovni que surcaba en el aire hasta que se percató de lo que en realidad era. Corrió de un lado a otro siguiendo atentamente el recorrido del avioncito de papel y se empinó estirando sus brazos lo más que pudo para atraparlo. Con manos temblorosas lo abrió y dejó escapar un sonido de asombro mezclado con emoción, sin poder evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos.

     En el papel había un dibujo de él mismo sosteniendo el sketchbook de Sehyoon con ojos curiosos y una ligera sonrisa, tal cual su primer encuentro en la cafetería. Byeongkwan no podía creer lo que veía. Luego, fue cayendo un segundo avión que también atrapó a tiempo y en el que de nuevo había un dibujo suyo, pero esta vez abrazando a su Kirby naranja. Sehyoon continuó lanzando los avioncitos de papel uno tras otro; eran tantos que algunos cayeron a tierra, siendo Yuchan el que se apresuraba a recogerlos, ya que su amigo, por cada dibujo, derramaba nuevas lágrimas y lanzaba suspiros, sin creerse todavía que en verdad se le estaban declarando de la manera más cursi y hermosa que pudo haber soñado.

     Mientras tanto, en el balcón del segundo piso, un ya recuperado Donghun seguía presenciando, estupefacto, lo que su mejor amigo estaba haciendo a vista y paciencia de toda la universidad. Quiso detenerlo, pero Junhee lo tomó del brazo, impidiendo cualquier inoportuna interrupción. No, él jamás avergonzaría a su amigo, pues era consciente de lo difícil que debió haber sido para él planear todo aquello siendo una persona tan tímida. Realmente ese chiquillo debía importarle muchísimo como para realizar un acto tan valiente y arriesgado delante de tantísima gente.

     Cuando al fin hubo arrojado todos y cada uno de los aviones de papel, se lanzó hacia las escaleras para llegar a su ansiado destino en el patio principal, mostrando la sonrisa más hermosa y radiante que sus amigos le hubieran visto. A mitad del camino, Byeongkwan corrió a su encuentro, arrojándose a sus brazos, y Sehyoon lo atrapó por la cintura, mientras media universidad aplaudía y silbaba sin cesar. Todo era un maravilloso caos.

     —Señor de los Milagros, esto tiene que ser lo más cursi e infantil que he presenciado en mi vida —expuso exasperado, palmeándose la frente.

     —Ay, ya, Hunnie, acepta que te mueres de envidia.

     —¿Envidia de este bochornoso espectáculo?

     —El amor te hace cometer locuras —afirmó, mirando fijamente la escena del primer piso—. Cosas que jamás pensaste hacer, y que solo harías para ver feliz a esa persona especial.

     Donghun siguió el camino de la mirada de su amigo y observó el abrazo interminable de Sehyoon y Byeongkwan que segundos después ya se contemplaban y sonreían como si no hubiese nadie a su alrededor. Por más ridícula que le pareciera toda esa escena, no podía negar que nunca había visto a Sehyoon sonriendo de esa manera.

     —Eres el presidente, y si no controlas todo este alboroto, vas a tener problemas.

     —Creo que eso no podría importarme menos ahora. ¿No ves lo felices que están?

     —Eso me da a entender que no piensas detenerlos.

     —Nunca haría algo así. ¿No sientes ni un poco de alegría al verlos tan enamorados?

     —Vergüenza ajena es lo que siento.

     Junhee agitó la cabeza de un lado a otro, dándose por vencido con el carácter de su otro mejor amigo. Vio cómo las personas empezaban ya a dispersarse, la mayoría con una sonrisa en el rostro por la adorable escena digna de Kdrama que habían tenido la dicha de presenciar. Su corazón se aceleró un poco al pensar en cómo se vería ella en sus brazos sonriendo de esa forma tan dulce.

     —Yo me siento muy orgulloso de Sehyoon —susurró con un tono paternal.

     Donghun regresó la mirada a la escena y se dio con la sorpresa de que, muy cerca de la pareja, se encontraba un muchacho recogiendo y acomodando las hojas con los dibujos de Sehyoon. Cuando hubo terminado su labor, se quedó contemplando a la nueva pareja con ojos soñadores y una sonrisa tonta que de inmediato se borró al percatarse de que alguien lo observaba. Fue muy tarde para esconderse; ya Yuchan había levantado la cabeza y lo había atrapado mirándolo.

     —Yuchan está mirando hacia acá —comentó Junhee—. ¿Ha pasado algo que yo no sepa?

     Maldito sea su amigo por ser siempre tan perceptivo. La verdad era que no se atrevía a contarle acerca del incidente del cactus, por temor a que lo regañara por, supuestamente, haber sido duro con su protegido.

     —No ha pasado nada —contestó, alejándose del balcón.

     Junhee dudó entre seguirlo para continuar con el interrogatorio o quedarse a contemplar la conmovedora escena del primer piso. Al fin, optó por lo segundo viendo cómo ya el público empezaba a retirarse, pero con un mejor ánimo y disposición. No le iba a importar si le llamaban la atención por permitir ese tipo de espectáculos porque estaba convencido de una única gran verdad.

     El amor es lo que realmente hace girar al mundo.

✩✩✩✩✩

Se removió nervioso en el asiento trasero del BMW azul, con la mirada siempre amable del chofer de la familia desde el espejo retrovisor. Empezó a jugar distraídamente con su iPhone, dándole una y mil vueltas, indeciso de continuar con lo que estaba a punto de hacer. Se le dificultaba siquiera pedir el favor que necesitaba por miedo a que le hiciera preguntas cuyas respuestas ni el mismo conocía por el momento.

     —¿A dónde desea ir hoy, joven?

     Pensó que, tal vez, debió haber consultado con Byeongkwan antes de cometer cualquier imprudencia de la que podría arrepentirse más tarde. Sin embargo, no quería molestarlo en la plenitud de su primera relación amorosa. Ah, en verdad la escena de la que había sido testigo hace unos días lo había dejado como dentro de una ensoñación permanente: Byeongkwan y Sehyoon abrazados, perdidos en su propio mundo, sonriendo como si el mundo fuera un lugar perfecto. Debía confesar que si eso hubiese ocurrido un par de meses atrás, habría vomitado por el exceso de azúcar que emanaba ese par; pero ahora sería hipócrita de su parte decir que no había sentido un poco de envidia. Se mordió el labio inferior, sintiendo la vergüenza en cada poro de su cuerpo.

     Qué tonto de su parte añorar algo que sabía que jamás tendría.

     —Jaewook, ¿podrías acompañarme a dos lugares hoy?

     —Por supuesto, sabe que estoy para servirle —aseguró con su tono cordial de siempre.

     El motor rugió al prender el contacto y fue ahí cuando Yuchan cayó en cuenta de que ya no había vuelta atrás. Le transfirió la dirección del primer lugar vía whatsapp con dedos temblorosos y la vergüenza se apoderó de él cuando el chofer levantó ambas cejas y sonrió de lado. Suprimió un silbido para no incomodar más a su pequeño patrón y activó el GPS.

     Media hora después de recorrer la elegante joyería, por fin había escogido la pieza ideal, pagando con una de sus tantas tarjetas de crédito. Eligió la caja de regalo y esperó unos minutos más para que se la preparasen como es debido.

     —Gracias por ayudarme a elegir, Jaewook. No podría haber hecho esto solo.

     —No tiene nada que agradecer; como le comenté, cuando uno tiene esposa, hay que estar listo para tomar este tipo de decisiones.

     Los dos echaron a reír y retornaron al auto para dirigirse al segundo destino de ese día. Yuchan sostenía la bolsa de regalo con mucha fuerza, aún deliberando si su precipitada elección sería correcta y serviría para remediar un poco el mal que había hecho. No se dio cuenta cuando ya estaban ahí, pero el chofer abrió la puerta indicando que podía bajar y que él lo esperaría el tiempo que fuera necesario.

     Para gran sorpresa de Yuchan, la persona que estaba buscando se encontraba en el mismo lugar en el que la había visto la última vez jugando con su hermano. A través de la reja, por inercia, levantó la mano y la saludó, sorprendiéndose cuando la chica se impulsó en su silla hacia donde él estaba y le sonrió con dulzura. Al parecer, las sonrisas lindas venían de familia.

     —Hola, ¿te conozco?

     —Hola, mi nombre es Yuchan y soy amigo de tu hermano —explicó, poco convencido.

     —¿En serio? Los únicos amigos que le conozco son Junnie y Sehyoonnie, pero en verdad me alegra mucho que tenga uno nuevo. Te habrás dado cuenta de que se le hace difícil entablar nuevas amistades —contó sonriente—. Por cierto, soy Sarang, aunque es obvio que ya debes saberlo si eres amigo de mi hermano.

     La risa de la jovencita era contagiosa y dejaba al descubierto la pureza de su alma. En sus ojos se notaba la alegría de vivir sin importar su condición, y su rostro irradiaba esperanza en cada gesto. Ahora entendía mucho mejor las circunstancias de Donghun, y lo mucho que se esforzaba para ser el mejor, no por él mismo, sino por ella. Ella era su motivación para luchar y, tal vez, sus ojos tristes y su expresión grave eran consecuencia de velar por el bienestar de esa pequeña. Después de todo, había averiguado en una conversación casual con su padre que ese centro era cinco estrellas y la mensualidad costaba casi la mitad de su universidad. Ante este pensamiento, sintió una inmensa aflicción en el pecho.

     Se había convertido en un despreciable stalker, violando su privacidad con la finalidad de encontrar algo turbio en su vida y destruirlo para sus propios fines egoístas. A cambio, una única verdad le había saltado en la cara: Donghun era una persona maravillosa. Estudiaba y trabajaba sin descanso para conservar su beca y poder pagar con su sueldo el instituto de su hermana. Y lo mismo con el concurso de canto; lo que lo motivaba a participar era el premio en efectivo para el primer puesto. Tanto sobreesfuerzo incluso le provocaban desmayos, habiendo sido testigo él mismo de uno de estos. ¿Y qué había estado haciendo él todo este tiempo? Se había encargado de arruinar sus planes, humillándolo y lastimándolo. Solo ahora entendía que Donghun tenía todo el derecho de odiarlo, pero, a la vez, era tan noble que no había dudado en protegerlo de un ataque potencialmente mortal y ni siquiera se lo había sacado en cara. Pero ya no más de ese egocentrismo destructivo. Enmendaría sus errores a como diera lugar para demostrarle su arrepentimiento y ganarse su perdón.

     —¿No vas a entrar? —preguntó ella, sacándolo de su cavilación.

     —No, debo regresar a casa. En verdad solo vine a traerte un obsequio.

     Los ojos de la chica se agrandaron y dibujó un gesto de sorpresa con la boca, tomando entre sus manos la bolsa celeste que Yuchan le entregó a través de las rejas. Expectante, extrajo una cajita rectangular y la abrió con cuidado. La hermosa pulsera de hilos brillantes y piedrecillas de oro de veinticuatro quilates fulgía con los rayos del sol vespertino. Sarang se emocionó, mostrándole una linda sonrisa de agradecimiento. Oh, en definitiva, la sonrisa hermosa venía de familia.

     —¡Es preciosa, me encanta! —exclamó, pero luego titubeó—. ¿Por qué me has traído un regalo? No es mi cumpleaños. Además, se ve bastante cara.

     —No te preocupes por eso —aseguró con una sonrisa—. Tu hermano ha sido muy amable conmigo, y como sé cuánto te quiere, decidí agradecerle a través de ti, ¿te molesta?

     —Para nada; al contrario, te lo agradezco mucho. Estoy muy contenta, ¡gracias, Yuchan!

     El chico sonrió y se despidió, asegurándole que trataría de volver otro día para conversar mejor y llegar a ser buenos amigos. Si bien el cactus parecía no haberle gustado al hermano mayor, la pequeña había amado la pulsera, y eso le dio esperanzas. El chiquillo regresó feliz al auto, casi seguro de que el primer paso para ganarse el perdón de Donghun estaba dado.

✩✩✩✩✩

El concurso de canto estaba a la vuelta de la esquina. Yuchan había querido retirarse como segundo paso para que Donghun lo perdonara, pero su madre amenazó con castigarlo si lo hacía. No entendía a su mamá; ella ni siquiera iba a tener tiempo de ir a ver su performance por asuntos laborales, lo cual ni siquiera le sorprendió. Como buen hijo modelo, sentía la necesidad de tener la aprobación de sus padres a como diera lugar. Sin embargo, ahora tenía un motivo importante para ya no querer participar, y ese era dejarle el camino libre a Donghun para que pudiera ganar.

     Y como si lo hubiera invocado, divisó a Lee Donghun acercándose a él con una expresión indescifrable en el rostro, dando grandes zancadas que hicieron resonar sus zapatillas contra las baldosas del corredor desierto en ese momento. Apenas hubo clavado la vista en él, reparó en que ahora avanzaba un poco más lento como si de una cacería felina se tratara. A medida que iba aproximándose, su atractivo rostro iba deformándose en un gesto lleno de furia. De más está decir que era la primera vez que Yuchan presenciaba una reacción así de su parte, o de alguna persona en general. Solía ser él quien intimidaba a los bullies o a cualquiera que osara meterse en su camino. Cuando al fin estuvieron frente a frente, su instinto le indicó que bajara la mirada, algo que nunca nadie había logrado que él hiciera. "Mantén la frente en alto, Yuchan", era lo que su madre le repetía constantemente y se había convertido en un hábito a estas alturas. Al parecer, esta sería otra más de las actitudes que ese hombre le obligaría a desaprender.

     —¿Cómo diablos supiste que tenía una hermana? —lanzó sin mayor preámbulo—. ¿Quién demonios te lo dijo? ¿Fue Sehyoon? ¿Junhee?

     A Yuchan se le puso la mente en blanco al escuchar esa serie de preguntas. Atinó solamente a mover la cabeza de un lado a otro en signo de negación con un miedo que intentaba ocultar sin mucho éxito.

     —¿Por qué has ido a verla?

     Si bien no le sorprendía que la chica le hubiera contado sobre su visita —era su objetivo después de todo—, jamás imaginó que sería un motivo de tanto enojo para el hermano mayor. Lo había estado espiando, claro está, pero nadie más que él y Byeongkwan conocían esa información. Dentro de su miedo, esculcó en su mente alguna posible razón para tal irritación, pero no comprendía. Incluso le había comprado un bonito obsequio a la joven y fue obvio cuánto le había gustado. Si ella no parecía molesta, ¿por qué él sí?

     Y antes de poder terminar su reflexión, sintió el aliento mentolado de su rival golpeando muy cerca de su rostro, lo cual le hizo dar un salto involuntario hacia atrás, chocando contra los casilleros. El ruido pareció sacarlo del trance, así como las siguientes palabras del invasor de su espacio personal.

     —Ella es una adolescente, por si no te has dado cuenta.

     —No, no es lo que piensas —titubeó con la respiración entrecortada.

     —¿Y por qué le has llevado esto entonces? —acusó, revelando frente a sus ojos la pulsera de brillantes.

     —Yo...

     —¿Crees que no sé lo que pretendes? Conozco bien a la gente rica de tu calaña. ¡¿Acaso quieres hacer tu obra de caridad del día con una niña indefensa?! ¿Tanto me odias que quieres destruir a mi familia solo para hacerme daño?

     —No, no, no es así... —negó casi con desesperación.

     —Eres un monstruo al que no le importa nadie más que sí mismo.

     —No me digas eso...

     —Escúchame bien: No necesito tu dinero ni mucho menos tu compasión. No vuelvas a acercarte a Sarang en lo que te resta de vida.

     Oprimió la pulsera con toda la rabia que su puño le permitió y se la lanzó directamente al pecho, irónicamente, donde se encontraba su corazón. Las piedrecillas produjeron un tintineo al rebotar contra el suelo, sonido que acompañó a la perfección la retirada del furibundo hombre a paso veloz.

     El corazón le latía con tanta fuerza que tuvo que aferrarse a los casilleros para no desplomarse. Ya no sabía si lo que sentía en el pecho era culpa o si habían sido las hirientes palabras de su enemigo que continuaban resonando en sus oídos. Sin saber cómo ni por qué, atinó a agacharse para recoger la pulsera, volviendo a dar un brinco al escuchar el tono de preocupación en una voz bastante familiar.

     —Channie, ¿estás bien? Tu cara está roja, ¿tienes fiebre?

     Yuchan deliberó por un minuto sin saber muy bien cómo explicarse lo que acababa de ocurrir, mientras el otro le palpaba la frente con el dorso de la mano. En otras circunstancias, se habría apresurado a contarle con indignación lo que ese tipo se había atrevido a hacerle y, seguidamente, la paliza verbal con la que lo habría dejado mudo sin lugar a defenderse. Resultaba que, en esta ocasión, el que se había quedado sin palabras era él.

     —Estoy bien —murmulló sin mirarlo.

     —Channie...

     —Estoy bien —volvió a decir esta vez más alto—. Tengo que ir a casa a estudiar, nos vemos luego.

     Byeongkwan hizo un ademán de detenerlo, pero solo alcanzó a seguirlo con la mirada. Sin duda, lo conocía lo suficiente como para saber que cuando se comportaba así, era que estaba mintiendo y debía darle su espacio hasta que decidiera abandonar ese plan de encerrarse en sí mismo y recordara que su mejor amigo estaba presto a ayudarlo incondicionalmente.

     —¿Encontraste a Chan, Kwannie?

     —¿Eh? Ah, sí, pero tenía prisa.

     —¿Está todo bien? No se habrán peleado, ¿no?

     —Claro que no —aseveró risueñamente.

     —Bueno, ¿vamos a ir al karaoke o no?

     —Sí, vamos —contestó, tomando su mano.

     Definitivamente, tenía que hablar con Yuchan después.

✩✩✩✩✩

La amplia cama se movió ligeramente cuando se lanzó sobre ella. A pesar de que a su madre no le gustaban las actitudes infantiles, le había permitido conservar un par de peluches en la cabecera de su cama y, cada vez que se enfermaba o incluso cuando se sentía nervioso o abrumado y necesitaba conciliar el sueño, los abrazaba hasta quedarse dormido. El primero era un Kirby amarillo que le había obsequiado el mismo rey Kirby —aka Byeongkwan— por su décimo cumpleaños. Era muy difícil de obtener en esa época, pero aun así, no había tenido reparos en comprárselo con su propina. El otro era un conejo azul de gran tamaño, con largas y suaves orejas que caían juguetonamente hacia los lados. Sus padres se lo habían regalado cuando nació, así que fue literalmente el primer regalo que recibió en su vida, por lo que sabía que lo conservaría por siempre. A pesar de verse alegre, el conejo tenía los ojos tristes como si estuviera a punto de llorar, pero lo disimulara con una falsa sonrisa. Hoy, como nunca antes, lo observó detenidamente y aquellos ojos tristes le recordaron a ese alguien a quien acababa de lastimar sin intención. Porque eso es lo que había hecho; había arrastrado a su estúpido juego de odio a una persona que sufría en silencio y que se esforzaba más que nadie en el mundo. Se preguntaba si no sería exactamente lo que le había dicho: un monstruo. Saberse odiado por él ya no se sentía divertido en lo más mínimo. Abrazó con fuerza a su conejo, mientras un dolor punzante se apoderaba de su corazón.

     ¿Qué era lo que le estaba pasando? Él no era así. Era consciente de que, como ser humano, era natural experimentar sentimientos de tristeza, pero la sensación de ese momento no era una tristeza cualquiera. Era una pena profunda que amenazaba con rasgar su pecho desde adentro. Se sintió bastante estúpido al darse cuenta de que, por más genio de IQ superior que fuera, esta vez no sentía ni el más minúsculo orgullo al respecto, no cuando jamás se había sentido tan inexplicablemente vacío y triste.

     Estiró la mano para coger su celular sin dejar de abrazar al conejo. Abrió la galería de fotos, buscó la que tenía guardada con una contraseña y la desbloqueó.

     La imagen de Donghun apareció cubriendo la pantalla con su hermoso resplandor. Acarició imaginariamente su cabello, sus ojos, sus labios. Una caprichosa lágrima resbaló por su mejilla al caer en cuenta de la amarga realidad.

     Toda esperanza de obtener su perdón se había esfumado junto con la ilusión de ver su sonrisa una vez más.

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¡Hola, queridas/os lectoras/es!

Este no sería un fic de A.C.E si no apareciera un cactus, ¿cierto? A ver, ¿cómo que Yuchan le compró un regalo a su enemigo, es el fin del mundo acaso? ¿Y cómo es que recién se dio cuenta de que Donghun le salvó la vida arriesgando la suya? Gracias por tanto y perdón por tan poco, Soonae.

¿Qué les pareció la declaración de Sehyoon a Byeongkwan? Realmente quería que fuera tierna y original y que involucrara el arte de Sehyoon. Por supuesto que la escena va dedicada a las fans del hermoso 💜WowKwan🧡, en especial a mi querida Aliothstar.

Esa desgarradora escena final sí que dolió, ¿verdad? Por eso, tengo el deber de anunciar que el angst 💙DongChan💛 ha empezado oficialmente. ¿Será posible una reconciliación? Espero sus teorías para el siguiente capítulo que traerá un momento determinante.

Por cierto, esta canción forma parte del OST del fanfic para la escena final del capítulo, así que los invito a escucharla. Expresa muy bien los sentimientos de Yuchan en ese momento. 

Muchas gracias por seguir apoyando esta historia.

¡Nos leemos pronto!

✩Set to be a Heroine! JenChoice✩

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