Killing Eddie

Af marasehm

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Igor se ha quedado encerrado en un lugar de pesadilla con un psicópata que ha jurado amarlo para siempre. Ah... Mere

Preliminares
1. La mala suerte es consanguínea.
2. He visto las alas de un ángel, pero cortan.
3. Inocente de mí.
4. Pídele compasión a un monstruo.
5. Solo tendrás lo que hayas ganado.
6. La sangre es el nuevo lenguaje.
Extracto del diario de Winston.
7. M-I-O.
8. Y si explota, ¿y si yo exploto?
9. La catatonia es una zona segura.
10. Pienso contar hasta que ya no respires.
11. La diferencia entre la vida y la muerte.
12. El sonido del dolor.
13. Nos vemos bajo el agua.
Fragmento de una llamada al 911.
14. El riesgo de mirar hacia atrás.
15. Nadie sufre con tanta belleza.
Extracto del diario de Winston.
17. Verdades y mentiras, bien y mal.
18. De cara al abismo.
19. V de venganza.
20. La verdadera locura.
21. Si el fuego nos consume, bailemos.
22. Fuimos etéreos/ojala no vieras lo que hice.
23. La puerta al perdón que nunca se abrió para mí.
24. El peso de la verdad me rompió la espalda.
25. Se acabó, ¿verdad?
Epilogo

16. Deudas que pagar.

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Af marasehm


Igor.

No quedaba dentro de mí nada bueno que pudiese salvar en aquel entonces, y después de esa noche, creo firmemente que una parte de mi alma se escurrió en todas las veces que sangre, en todas las suplicas que hice, y lo poco que pude retener de mi espíritu fue aquel llanto que Eddie me obligó a frenar.

No sé cuantas horas pasaron en las que yo permanecí dormido, pero sé que lo único que deseaba era no despertar más. Ya estaba demasiado agotado de luchar, de intentar mantenerme vivo solo para enfrentarme cada vez a un horror peor que el anterior. Ni Ashton Hall ni yo mismo parecíamos poder existir en el mismo plano de espacio y tiempo. Y creo firmemente que después de que Eddie me marcará, fue el comienzo del fin.

Soñé cuatro noches seguidas con Winston y no comí nada. Me había vuelto arisco, asustadizo sin siquiera darme cuenta, pero cada vez que sentía el peso de Eddie en la cama a mi lado era como si las letras de su nombre me palpitaran en la espalda. Todos los días siguientes una lluvia torrencial y constantes peleas empezaron a llamar la atención de los médicos, de los guardias.

Algo estaba pasando, pero hasta entonces, nadie sabia qué.

Aquella noche mi cuerpo no pudo más, la fiebre me hizo tambalear y sudaba tan frío que incluso Eddie terminó asustándose como si le importara un mínimo lo que me pasara. Como si él no me hubiera hecho esto.

Quizá después de todo, no había sido buena idea lavarme el cuerpo tantas veces con el agua helada de las duchas. No sé cuantos minutos pasaron en esos días que metí el cuerpo completo en el agua y quise refregar toda mi piel en el asfalto hasta que se me agrietara y me saliera una nueva capa, una que Eddie no hubiese tocado, manchado, quizá eso me ayudaría a dejar de sentir que mi cuerpo ya no me pertenecía. Así que esa noche, la fiebre me rebasó.

Las pesadillas, el dolor, el miedo, el asco.

Y todo venía de mi mismo, como si yo hubiera tenido la culpa, como si yo hubiese hecho algo para merecerlo. Aquella mañana antes de Victor, Eddie me había sujetado con cariño, me había tocado de manera delicada, intensa.

Y luego se transformó en el monstruo que realmente era. Porque no se trataba de un ataque de rabia, ni de celos, no había sido más que la naturaleza de Eddie en todo su esplendor. Maurice me había dicho en el bloque médico que yo mismo me había puesto la soga al cuello, que Eddie era una bomba de tiempo, y yo había presionado demasiado fuerte.

Pero antes de que explotará, yo iba a salir corriendo y eso era una promesa.

Y aquella noche, bajo el sonido de la lluvia, bajo el malestar de la fiebre y el dolor en los huesos, me prometí a mi mismo que antes de irme, encontraría una manera de hacerlo sufrir.

Eddie me había dicho alguna vez que las promesas no cumplidas se pagaban con la vida, y yo no iba a fallar.

Esa era mi promesa.

******


Para cuando me desperté, estaba en el bloque medico y escuchaba voces.

El enfermero Anderson y Eddie conversaban delante de mí.

¿Cómo había llegado allí? ¿Por qué?

—Sabes perfectamente que detesto al niño este. Pero... ¿Estas condiciones, Edward? ¿Qué demonios te pasa? —murmuró Anderson, bajando la voz para susurrar, pero estaba demasiado cerca y yo podía escucharlo perfectamente.

—Me hizo enojar —respondió Eddie como si nada.

—Eso no es excusa, animal.

—Tampoco vine a que me des un puto sermón, me importa una mierda tu opinión, solo quiero ver que tiene y porque no deja de temblar y llamar a su hermano.

Anderson resopló.

—Los hermanitos Ellinson me tienen cansado, primero Winston y ahora este.

—Lo que a ti te jode es que siempre fue mejor que tú —respondió Eddie.

—Cállate ¿Quién esta aquí? ¿Él o yo?

—Mira, no me importan tus estúpidas inseguridades, solo quiero que...lo arregles.

—Lo que le hiciste no tiene arreglo.

—¿De qué estás...?

—Ya lo revisé, Edward, tiene desgarres internos, infinidad de golpes, y esa horrorosa marca que le hiciste en la espalda como si fuera ganado.

Él se quedó callado por un momento.

—Puede que lo sea, ya te dije que me cabreo, ¿Qué más da? Estás aquí para esto, así que cúralo.

—Ya le he puesto medicamentos para la fiebre y unos analgésicos para el dolor. Pero eso no es todo, tiene muy mala pinta, es obvio que no come bien y es demasiado débil, su pierna no se recuperó bien. Si te da otro ataque de rabia, no va a estar aquí para contarlo.

—Ya he dicho que no volverá a pasar ¿contento?

—A mí me da igual, pero en el fondo me da lástima y estoy harto de atenderlo. Además, si lo golpeaste de esta manera es porque planeabas matarle ¿o no?

Yo entreabrí los ojos un momento, la silueta de ambos me recorría la visión, tenía un catéter en la mano derecha, pero ninguno pareció advertir que los estaba escuchando, así que cerré los ojos para no levantar sospechas y continúe escuchando.

—Yo...No...no quería, pero, pasó. Además ¿Qué cojones te importa?

Anderson soltó una carcajada.

—Entonces es cierto lo que dice Maurice, que tu terapia no funciona porque estas enamorado de este niño.

—Eso son cuentos.

—No, no, es la verdad. Yo te escuché la ultima vez.

—Tú no viste nada.

—Claro que vi, te resististe y dijiste que no. Que era mentira, y cuando Maurice te preguntó cual era la verdad tu solo respondiste "Igor" y desde eso anda histérico con el niño.

—Ya basta, tampoco te voy a dejar meterte en mis cosas, a ti te puedo romper los huesos de una manera más divertida.

Probablemente Anderson palideció.

—Ya vale, pero ten cuidado Edward, he oído que Víctor esta teniendo resultados muy buenos con Maurice.

—Víctor me debe una.

Anderson suspiró audiblemente.

—No quiero saber nada más, sal de aquí ¿quieres? Déjalo descansar.

Y luego ambos salieron de la habitación, abrí los ojos y la luz me golpeo las pupilas de repente. Estaba solo de nuevo en esta habitación, en este bloque, en este lugar. Estaba solo conmigo mismo y miles de preguntas. ¿De qué demonios habían estado hablando?

¿En que consistía la terapia extraña a la que Eddie se sometía? ¿Enamorado de mí? Por favor...

El pensamiento me asqueo, tanto que tuve que contenerme a mi mismo de vomitar en el suelo. No había algo como el amor en el interior de un animal salvaje como Eddie, yo era su presa, su víctima, cualquier cosa menos una persona por la que pudiera sentir algo.

Eddie no tenía la capacidad de sentir.

Y después, ¿por qué todo el mundo parecía saber algo sobre Winston? Nadie decía si estaba vivo, muerto, encerrado. Nadie decía nada y eso me estaba rompiendo por dentro. Me moriría en paz si por lo menos pudiera saber que había sucedido con él. Si tuviera la certeza de que estaba vivo fuera de aquí, me ahorcaría yo mismo, ya no tenía nada que perder, ya mi mente estaba rota, ya mi cuerpo había sido usado y profanado, ya mi corazón estaba roto ¿Qué más daba dejar de respirar? Pero no encontraba una respuesta clara.

Yo lo había visto corriendo afuera de la iglesia, y estaba seguro de que no había sido una alucinación.

De repente el sonido de la puerta me sobresaltó, inmediatamente me recosté de nuevo y fingí estar dormido. Pero el susurró de sus pasos me dejo ver de inmediato de quién se trataba.

Gordon se acercó a mi cama con cautela, traía algo debajo de la manga de su abrigo. Estaba extrañamente limpio, con una ropa que yo mismo le había conseguido.

—¿Pajarito? —susurró, acercándose a mi cama.

Yo abrí los ojos y me permití relajarme.

—Gordon, ¿Cómo has llegado hasta aquí? —pregunté, extrañado.

—El enfermero ese, apenas y me miró, así que pasé como si nada, pero no le digas, es un secreto.

Su voz me hizo sonreír. No sé como pude tenerle miedo en algún momento.

—Gracias.

—¿Por qué, pajarito?

—No quería estar aquí solo.

—Nunca estás solo, y pronto te vas a ir, lo sé.

—No lo creo, Gordon —respondí.

Él solo sonrió, y esa sonrisa me reanimo un poco por dentro. Este hombre había sido mi único pilar de sentimientos aquí, la única persona mas o menos amable.

—Vi cuando te traía, pensé que te había matado, pajarito.

—No, pero casi —respondí.

—Bramhall esta afuera.

—¿Afuera? —respondí con recelo, intentando picar su curiosidad.

—Si, salió por la cerca —murmuró él, bajito.

—Esa cerca es eléctrica, Gordon

—No cuando él sale.

Eso no era posible... ¿O sí? ¿Existía una remota posibilidad de apagar la cerca? No...La esperanza revoloteó dentro de mí en ese momento. Necesitaba averiguar cualquier cosa que me fuera posible, si apagar la cerca para huir era una posibilidad verdadera, entonces Winston podría haberse ido fácilmente. Entonces yo podría encontrar una manera de escapar.

—¿Y a donde va?

—No sé —respondió de manera cortante, y yo supe que no iba a sacarle nada más. Así que nos quedamos ahí un segundo más, Gordon empezó a contarme cualquier cosa incoherente sobre su vida, sobre su familia. Gente que no recordaba, que cambiaba de nombre y de cara todas las veces, en ocasiones tenía una esposa, otras veces era divorciado, y en ocasiones sus hijos venían a verlo, hoy, según él, sus nietos tenían mi edad.

Hasta que finalmente dijo algo que lo cambio todo.

—¿Sabes que Víctor esta en terapia?

Víctor, el maldito ruso. Con él también tenía una cuenta pendiente.

—¿Dónde? —pregunté.

—En el piso de abajo.

Entonces una idea revoloteó en mi mente con velocidad. Me levanté de la cama y desconecté el catéter de mi mano.

Ya era momento de que por fin me enterará de lo que sucedía realmente en este lugar. 

Fortsæt med at læse

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