Capítulo 15

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Unos días después, Julian regresó. Lucía eufórico, corriendo por los pasillos, cargando su maleta y bolsas con obsequios para Albert y muchos otros. (1) Su piel naturalmente pálida mostraba los primeros indicios del sol tenue de la costa escandinava. Sonreía a todo aquel que se cruzara en su camino, feliz tras el reencuentro con su familia y ansioso por reunirse con Albert. Tan grande era su dicha que no pareció notar las miradas apenadas de los compañeros que dejaba atrás. Se detuvo a hablar con un par de ellos pero ninguno fue capaz de darle la noticia.

-¡Viktor!- dijo abriendo la puerta, soltando su carga para saludar con un beso en la mejilla a su compañero de cuarto.

-Jules...- atinó a responder en tono sombrío.

-¿Viktor, qué ocurre?- preguntó con semblante preocupado- ¿Pasó algo con tu familia?

El muchacho negó con la cabeza, sin terminar de hallar las palabras con que finalmente se lo diría.

-Viktor...dime algo...me asustas- insistió.

Ni siquiera por un instante imaginó que la desgracia que parecía abatir a su compañero estaría íntimamente ligada a sí mismo.

-Siéntate, Jules...

Obedeció sin pensarlo. Sin notar que Albert no había estado allí para recibirlo, aún sabiendo la fecha de su regreso.

-Albert dejó Le Rosey- anunció sin rodeos- sus padres vinieron por él hace unos días.

-¿¡Qué!?- chilló y sus grandes ojos avellana parecieron salirse de sus órbitas.

Viktor guardó silencio, cabizbajo.

De pronto, Julian soltó una risita.

-Basta- dijo viéndolo con suspicacia- admito que surtió efecto. Lo creí y casi me matas del susto.

-Jules...

-Eres bueno para esto, Vik. No se te ha movido un músculo.

-No es una broma, Jules. Ojalá lo fuese.

El discreto bronceado traído de su viaje pareció desdibujarse en una mortal palidez. (2) Sin poder ni desear creer lo que oía, continuó.

-Viktor...no me engañas. Tú y Albert están en esto.

Y poniéndose de pie, comenzó a rebuscar en la habitación.

-¡Albert!- dijo abriendo la puerta del baño y asomándose a la tina- ¡Es suficiente, los descubrí a los dos!

-Te dije que se fue...- insistió su amigo tras él.

El rostro de Viktor no denotaba más que una mezcla de pena y lástima. Su mirada, incapaz de tolerar la de Julian, paseaba nerviosamente por la habitación.

Indiferente a las advertencias, siguió buscando.

-¡Albert!- exclamaba abriendo las puertas de los armarios.

Observó bajo la cama, tras las cortinas. Y luego, todo fue desesperación. Una búsqueda inútil y absurda que lo llevó a remover cajones y vaciar cestas de ropa, como si lo que deseaba encontrar pudiese estar allí.

-¡Basta, Jules!- dijo Viktor tomándolo por los hombros, casi zamarreándolo- Ya no te hagas esto. Albert no está aquí.

Julian se desprendió violentamente de sus manos.

-¡Mientes!- gritó.

Y salió corriendo a la habitación de Albert. Abrió la puerta intempestivamente y sólo vio a Karl. Al notar su presencia, el joven no atinó a otra cosa que bajar la vista, casi mostrando sus respetos ante la desolación que ahora cubría el rostro de Julian.

Como si más pruebas fuesen necesarias, miró hacia la cama que solía ser de Albert y en ocasiones de los dos. En su lugar vio a un lánguido muchacho rubio que, entre libros y notas, presenciaba confuso la escena.

-No es posible...- balbuceó y las primeras lágrimas rodaron por sus mejillas.

Emprendió la vuelta a su cuarto, seguido por Viktor a una distancia prudencial. Se dejó caer en cuanto llegó. Los brazos replegados sobre sus rodillas dando abrigo a su rostro enrojecido y lloroso.

-No puede ser...- repetía.

Su amigo le acercó un vaso de agua pero Julian lo aventó contra la pared. Sin inmutarse, el joven permaneció a su lado.

Estuvieron en silencio un rato. Con la cautela con que se aproximaría a un animal herido y dispuesto a atacar, Viktor se acercó a él. Primero se sentó a su lado. Tras notar que no rechazaba su cercanía, pasó su brazo alrededor de sus hombros trémulos.

-¿Lo sabía, verdad?- preguntó Julian de pronto.

-¿Qué cosa?- respondió confundido.

-Albert...sabía que vendrían por él, ¿no?

-¡Claro que no!- exclamó con asombro e incredulidad ante aquella repentina hipótesis.

-¿Rindió exámenes esta semana?

-No...no lo sé Jules...- respondió Viktor sin comprender los motivos de aquella insólita pregunta.

-Se suponía que por eso no podía acompañarme...- reflexionó negando con la cabeza, casi sorprendido de su propia candidez- soy tan estúpido...

-No sé de qué hablas, Jules...- dijo pero su compañero, ensimismado, pareció no escucharlo.

-Estaba casi feliz cuando me fui...- rememoraba- dijo que...que ni siquiera lo recordaría...se nota que hablaba por él mismo- reflexionó con tristeza.

-¡Estaba feliz por ti, Jules! Ibas a reunirte con tu familia...- explicó despavorido.

-Lo estaba porque yo no estaría aquí cuando se marchara. Un problema menos...

-Estás siendo muy injusto con Albert- lo reconvino.

-Tú no sabes cómo son las personas, Viktor. Por suerte, no lo sabes. No tienes idea de lo que son capaces cuando están hartos de ti y deciden que eres desechable.

-No sabes lo que dices, Julian. Albert no es así.

Como si no lo hubiese oído, siguió repasando su última conversación. La alegría de Albert por su partida, su sonrisa imborrable sin atisbo de nostalgia, la negativa a acompañarlo invocando vaya a saber qué exámenes, como si laguna vez le hubiesen importado sus calificaciones.

-Sin despedidas y sin nada que explicar...- pensó en voz alta- una vez más...como siempre.

(1) En 2010, Casablancas afirmaría que es muy afecto a hacer obsequios. Consultado acerca de cuáles eran los objetos que solía comprar durante las giras, respondió: "Debo decir que soy bueno con los regalos. Si encuentro algo perfecto para cierta persona, simplemente lo llevo y lo guardo en una especie de recoveco bajo mi cama, un pequeño cofre de regalos. Si es el cumpleaños de alguien, normalmente tengo un buen obsequio para esa persona. Tengo algo apropiado para ellos encontrado por azar".

(2) Entre los fans he leído con recurrencia la misma observación. Casablancas parece una de las pocas celebridades a las que no se ha fotografiado sin camisa. Quizá la respuesta radique en que al parecer no ha heredado la complexión mediterránea de su padre y toma recaudos respecto a la exposición al sol. "Su alta figura está oculta bajo capas de camisas y sudaderas y es tan pálido que uno temería por su piel al sol", apuntaba en 2010 la reportera de Nymag a lo que él respondería "a veces me he sentado afuera (la entrevista tuvo lugar en un bar y prefirió sentarse adentro), no para broncearme pero como resultado terminé bronceándome un poco". Parece que no le gusta. 

En la foto, otra vez Casablancas de 17 años bajo la lente de Cody Smyth.

Destino TraicionadoWhere stories live. Discover now