Capítulo 25

114 14 10
                                    

Pasaron más de la mitad de la noche separados. A lo lejos y con disimulo pudo ver a Julian hablando con un par de chicas y luego con varios jóvenes. A algunos, les dejó su tarjeta. Con uno en particular, se perdieron en el baño. Albert tuvo el súbito impulso de entrar pero pronto comprendió que aquello equivaldría a infligirse una nueva herida. Sabía lo que estaría ocurriendo allí sin necesidad de verlo.

La conducta de Julian pareció darle la respuesta a su pregunta anterior. El tal Fabrizio no debía ser tan importante. Hubiese sentido alegría al saberlo de no ser porque aquel joven aparentaba ser tan poco relevante en su vida como él mismo lo era ahora.

Decidido a dar vuelta la página y hacer aquello para lo que había ido, comenzó a recorrer el lugar. Había muchas chicas bonitas. Pero ninguna especial. Hasta que la vio.

Estaba sobre el escenario cantando a dúo con otra joven. Su voz no era memorable pero su rostro...era pequeño y redondo, como el de una muñeca. Sus ojos azules, felinamente rasgados, daban un toque insinuante a su expresión dulce mientras brillaban bajo las luces. Una larga melena rubia se agitaba al ritmo de la melodía.

-¿Quiénes son?- preguntó a un muchacho que observaba igualmente obnubilado.

-The Pierces- gritó intentando hacerse oír por encima de la música. (1)

-¿The Pierces?- repitió seguro de no haber escuchado de ellas antes.

-Sí, las hermanas Pierce. Allison- dijo señalando a la morena- y Catherine.

Observó el show hasta el final, cansado de oírla pero no de verla. Aplaudió rabiosamente cuando se despidieron, hasta estar seguro de haberse hecho notar. La joven pareció dedicarle una sonrisa.

Sin demorarse, Albert compró una flor y adjuntó su tarjeta con una nota: "estaríamos encantados de tenerte con nosotros". Pagó para que lo llevasen hasta su camerino. (2)

-¡Señorita Pierce! Envían esto para usted.

-Gracias- dijo la joven.

Examinó la tarjeta.

-¿Quién es? ¿Lo conoces?- preguntó su hermana.

-Una invitación para modelar...- dijo decepcionada.

No era la primera que recibía. Desde que había dejado Alabama para mudarse a New York, al menos dos fotógrafos a los que conoció por azar le habían ofrecido un porfolio. Dudando de sus intenciones, Catherine se negó. Supuso que esto no debía ser muy distinto.

Dejó la tarjeta descuidadamente sobre la mesa y su hermana la tomó.

-¡Cathy!- exclamó- ¡Este no es un fotógrafo de mala muerte! ¡Esto es Elite!

-¿Qué demonios es Elite, Alli?- preguntó con candor.

-La agencia de modelos más importante del país.

-El cielo sabrá si es cierto que trabaja allí- respondió escéptica.

-Dejó el número de la firma. Y el interno en que puedes encontrarlo.

Allison tomó el teléfono y marcó. Naturalmente, no había nadie a esas horas pero el número correspondía a Elite y el interno a Albert Hammond.

-No es mentira, Cathy.

-¿Y con eso qué? Yo no quiero ser modelo...

-Lo sé. ¡Pero es Elite! Imagina si pudiéramos tocar en sus desfiles. O en sus concursos. Por fin seríamos visibles. No cuesta nada probar. Si insisten en que sólo te quieren para modelar, te niegas y listo.

Destino TraicionadoWhere stories live. Discover now