Capítulo 13

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Advertencia: Este capítulo incluye contenido adulto.

Albert no estaba demasiado seguro acerca de qué hacer pero creyó que lo más razonable sería quitarse la ropa. Lo que sea que fuese a suceder, sería mejor al amparo de la desnudez que tantas veces había visto en sus fantasías.

Comenzó a desvestirse con la desenvoltura con que siempre lo hacía. Hasta que vio a Julian de pie y sin moverse en medio del cuarto.

-¿No te desvistes?- preguntó temiendo que su conducta no fuese la apropiada para la ocasión.

Por primera vez, Julian le pareció intranquilo.

-¿Quieres que lo haga?- respondió para sorpresa de su compañero.

Asintió con la cabeza y se sentó a observarlo al pie de la cama.

Julian llevó las manos algo temblorosas a los botones de la camisa. Si tan sólo la luz fuese más tenue y Albert no estuviese sentado allí, contemplándolo como en una clase de anatomía. Tenía experiencia pero era más acomplejado de lo que estaba dispuesto a admitir. Y Albert no era cualquiera. Le importaba, vaya que si le importaba. Expuesto y observado, comenzaba a sentirse frágil y esmirriado.

Comprendiendo que no era el único que estaba nervioso, Albert habló.

-¿Quieres que lo haga por ti?

-Sí...por favor...- asintió.

Julian se acercó a él. Apenas lo tuvo en frente lo tomó por las mejillas y lo besó, casi agradecido por relevarlo de aquel suplicio. Los labios de Albert aprisionaron los suyos con asombrosa delicadeza. Su lengua se abría paso entre ellos recorriendo su boca en un lento vaivén, como las olas de un mar sereno invaden la playa para retirarse después. Besaba sin prisa y con las pausas justas. Besaba bien, tal como Julian había oído más de una vez. (1)

Albert comenzó a quitarle la ropa. Los dos temblaban ligeramente.

Pronto, ambos estuvieron desnudos. Parecía haber entre ellos cierto entendimiento mutuo, lo suficientemente íntimo como para intuir los temores de uno y de otro. Como si se tratara de algún acuerdo tácito, ninguno osaba bajar la vista para contemplarse de lleno al fin.

A un gesto de Julian, subieron a la cama y casi por instinto se cobijaron bajo las sábanas. Culparon al frío.

Repitieron el escarceo de las escaleras pero esta vez Julian fue el agasajado. Ocultos bajo las sábanas, la tensión se desvanecía de a poco. Sintió la barba de Albert restregándose contra su cuerpo. Adoraba aquella aspereza castigando su piel suave y lampiña.

-¿Y ahora qué?- preguntó Albert cuando ya no quedaban más rincones por explorar.

-Ahora puedes hacerme lo que quieras...- murmuró a su oído- o yo puedo hacerte lo que me pidas...

La expresión de Albert no pareció cambiar ante tamaña oferta pero pronto sintió sus manos sobándole firmemente el trasero, dejándole saber sus deseos. Se estiró hasta su propia mesa de noche y tomó un tubo de lubricante. Su compañero sonrió sorprendido.

-¿De dónde lo sacaste?- dijo riendo.

-Mientras tú conseguías cigarrillos, yo compraba esto...

-Sabías que pasaría, ¿verdad?- preguntó Albert.

-No, no lo sabía. Pero lo deseaba- dijo antes de volver a besarlo- tanto como lo deseo ahora mismo.

Apenas terminó de decirlo se volteó hasta yacer sobre su estómago, las manos cruzadas bajo las mejillas, como quien relajadamente aguarda un masaje.

Destino TraicionadoWhere stories live. Discover now