Apreté la mandíbula y negué con la cabeza, ocasionando que las risas crecieran con más confianza. Sentí una pierna por debajo de la mesa rozar la mía, pero yo mantuve firme mi mirada en la mesa.

—Shht, silencio. No pasa nada por no heredar algunas cosas, Kimberly. Ya que siempre es un honor provenir de una familia así- me sonrió la profesora, provocando un seco asentimiento con la cabeza por mi parte.

—Excepto por ser la oveja discapacitada de la familia- murmuró una voz al fondo.

Y eso ocasionó una hola de risas que provocó la ira de la profesora, la cual puso un examen para la semana que viene, ocasionando la queja de todos.

Apoyé la mano en mi frente y suspiré, escuchando el ensordecedor silencio a mi alrededor.

Miré de reojo a mi compañero de mesa y mejor amigo, Alexander.

—No escuches una mierda de lo que dicen. Solo saben dormir, comer y cagar, así que dudo que sus palabras tengan razón alguna-me guiñó un ojo, ocasionando una media sonrisa por mi parte.

Se escucharon unos golpes en la mesa.

—Alexander Martin, ¿tienes ganas de comer en clase hoy?- dijo con voz firme la profesora.

—No profesora. Mis disculpas.

Me mordí el interior de la mejilla para no dejar salir una risa.

Devolvimos la mirada al frente y seguimos escuchando las palabras de la profesora, quien se ilusionaba con cada página del libro de Historia. Sus tacones sonaron cuando caminó hacia la pizarra digital para conectarla a su ordenador y poder ver las imágenes que nos quería ilustrar.

—Ahora hablaremos de unos grupos importantes por los que también se conoce a esta gran población- murmuró dirigiendo su mirada a la pizarra.

Fruncí el ceño al ver imágenes de pentagramas y de personas con capuchas y largas túnicas.

—Las sectas satánicas.

Miré a Alexander de reojo, pero este no me devolvió la mirada.

Suspiré, esperando no dormirme. Empecé a quitarme el esmalte negro que cubría mis uñas.

—Las sectas son conocidas mundialmente, pero dado que Salem es un gran punto en el mapa de lo sobrenatural, algunas antiguamente se creaban aquí. Las sectas satánicas eran formadas por miembros de familias poderosas e inteligentes. Y sobre todo, ambiciosas- fue pasando foto a foto, y yo cada vez me sentía más incómoda con ese tema.

Digamos que no me resultaba satisfactorio ver bebés medio degollados, con su sangre derramándose en copas de metal.

Escuché alguna arcada a mi alrededor, pero de repente decidí prestarle atención a las palabras de la mujer que tanto se esforzaba en darnos un valioso aprendizaje.

—Algunas sectas se fueron dividiendo con las muertes de algunas brujas, las cuales eran líderes de algunas de aquellas sectas.- dijo con una mirada fascinada- Actualmente, si mal no me falla mi investigación, no hay sectas en Salem, al igual que ya no hay aquelarres de brujas. Es una pena, pero la magia se a ido disipando con cada año que se avanza.

Una risa salió de mi interior sin tener tiempo para poder controlarla.

Afortunadamente solo llegó a oídos de Alexander, quien esta vez me miró con el ceño fruncido.

—¿Te hace gracia?- susurró.

Me encogí de hombros mientras la profesora seguía explicando.

—Las sectas no son mi fuerte- susurré de vuelta, mirándole por encima de mi hombro- Digamos que me cuesta creer que un poder tan inmenso como tiene Lucifer, unos simples humanos lo puedan invocar o incluso adquirir.

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