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Intenté desviar la mirada de mis manos.

Prometo que lo intenté.

Pero mis ojos estaban fijos en el corazón resbaladizo y caliente. Mi respiración se agitó bastante. No sabía si era por lo que acababa de pasar, o por  las venas verdes que observé que lentamente, empezaban a marcarse en la piel clara de mis muñecas. Fruncí el ceño y reaccioné justo a tiempo, cuando escuché pasos dirigirse a mí.

Giré mis manos para tapar mis muñecas, y solté el corazón en el pasto verde. 

Una mano apareció en mi campo de visión. Observé los dedos largos y pálidos, y como sabía perfectamente a quién pertenecía esa mano, me apoyé en mis manos y me levanté por mí misma. Tras limpiar mis manos en mi pantalón, elevé la mirada. 

Eddy Douglas me miraba con una mirada extraña. Pero no era una mirada mala... sino curiosa. Y no se si prefería la mala, o esa. Me crucé de brazos, al seguir sintiendo ese dolor seguido de un cosquilleo en mis muñecas. 

No emitió palabra alguna en un buen rato, así que yo dirigí mis ojos alrededor, para inspeccionar a los demás. Tracy tenía las cejas elevadas, pero cuando mi mirada chocó con la suya, ella simplemente sonrió. Una sonrisa cálida, la cual logró aliviar un poco la incertidumbre que sentía. Y lo avergonzada también que estaba por ser el centro de atención. Mis ojos fueron a Alexander, quien tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido, con una mirada de preocupación. 

No me transmitió nada con la mirada, así que proseguí a observar a los demás. Las dos chicas novatas, cubiertas de sangre, me miraban susurrando cosas por lo bajo entre ellas. Seguramente pensaban que yo era el bicho raro del grupo. En cuando al hermano pequeño de los hermanos Douglas... su mirada si que no me transmitió ninguna tranquilidad. Tenía como una burla en sus ojos que lograba irritarme sin sentido alguno. Elevó una ceja al ver cómo le observaba, desafiante. 

Y antes de que pudiera observar a Jacob y a Richard, la voz de Eddy me hizo encogerme en mi sitio.

-Bien. Será mejor que demos la ceremonia por finalizada. Por favor, recoged las cosas e iros cada uno a vuestros hogares- tras decir eso, se giró para observarme, y bajó el tono de voz- Quédate. Necesito hablar contigo a solas.

A solas.

No. 

Mala idea.

No me sentía yo misma cuando estaba junto a él. Por eso evitaba tocarlo o estar cerca de él. No me gustaba la... ¿energía? que transmitía a mi cuerpo. Y no, no hablaba de una energía mala... sino una energía distinta. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la mano de Alexander, agarrándome del brazo.

-Vamos, tienes que cambiarte.

Me guió al interior de la capilla de nuevo y bajamos las escaleras. En vez de dirigirnos a la puerta que daba entrada al gran salón, nos dirigimos en dirección contraria. Había una puerta al lado contrario que no había percibido antes. Alexander la abrió. Era un pequeño servicio. Me tendió una tela negra y al extenderla observé que era una sudadera bastante grande. Le volví a dar las gracias mentalmente a Tracy, y después entré en el servicio. Agarré también mi calzado.

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