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Inseguridad

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Inseguridad.

Eso es lo que inundaba la mirada de Alexander mientras esperábamos a que Eddy acudiera al exterior de la capilla. Los veinte minutos que teníamos para llegar se convirtió en media hora. A pesar de que la dichosa criatura estaba débil, nos hizo sufrir un poco hasta lograr meterlo en el maletero del coche.

Apoyada contra éste, me perdí en mis pensamientos.

Era una completa locura la idea que había tenido y comprendía perfectamente la inseguridad de Alexander. No estábamos lidiando con un ser humano. ¿Qué pasa si aparecen más de los suyos a su rescate? Sin duda no podía pasar un día sin cometer alguna locura.

Pero es esto o seguir caminando a ciegas sin comprender el propósito de este camino. 

Mis ojos distinguieron una alta figura abrirse paso entre los árboles y suspiré cuando la mirada de Eddy nos fulminó a ambos. Traía puesta su toga y tras bajarse la capucha, levantó la mano para silenciar las palabras que Alexander iba a manifestar.

-Sois consciente de la importancia de la puntualidad y del riesgo que suponen éstas reuniones por lo que más vale que tengáis una buena excusa. 

Alexander apretó los labios y me miró fijamente a lo que Eddy dirigió su confundida mirada a mi persona. 

Yo apreté igual mis labios y sin decir palabra alguna, abrí el maletero. Las cejas de Eddy se elevaron, sorprendido ante lo que sus ojos estabas viendo. Miró a Alexander unos segundos, para después suspirar.

Sí, era consciente de la locura que teníamos en frente de nosotros.

Eddy y Alexander lograron arrastrar al tipo hasta la capilla. Agradecía a sobremanera lo débil que se encontraba. Al empezar a bajar las escaleras de la capilla sentí una ligera corriente a mis espaldas. Miré a mi alrededor con el ceño fruncido y con cierta inseguridad seguí los pasos de los demás. 

-Richard, una silla y cuerda. Rápido.

Richard, quien casi se atraganta con su propia saliva, asintió sin mediar palabra. Todos a nuestro alrededor nos miraban con la boca abierta y los ojos como platos.

Logramos sentar al tipo en la silla y Alexander le ató las manos y los pies. 

-Enciende más velas.

Tracy asintió, acatando la orden de su hermano. Y allí, en medio de la gran sala, mantuve fija mi mirada varios segundos en el tipo. 

-¡¿Os habéis vuelto locos?!- gritó Priscila, con la cara desencajada y alejándose de nosotros.- Lo que estáis haciendo no tiene ni pies ni cabeza...

-No te preocupes, está atado- le respondí sin mirarla.

-¡¿Atado?! ¿No te da escalofríos tener a un tipo sin ojos riéndose en frente de ti?- bramó.- ¿Has perdido la cabeza?

AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|Where stories live. Discover now