[PRIMER LIBRO TRILOGÍA AMOS]
Érase una vez un ángel y un demonio.
El ángel conquistó al demonio con su perversa mirada y el Demonio conquistó al ángel con su inocencia. Desafiando las reglas de sus creadores se atrevieron a enamorarse.
Así como es...
-Fuiste testigo del momento más débil de mi vida. Y lo más importante es el hecho de que fuiste la única en ofrecerme ayuda, arriesgando así tu propia vida en el camino.
Los ojos de Graciela se cristalizaron, sin desviar su enfoque de mí.
-Por lo que me encantaría mantener contacto contigo.- murmuré, mirando con la mirada perdida las luces encendidas del salón de la casa de mi abuela.- Si quieres, claro.
-Confieso que esto está siendo un poco demasiado para mí...- rió, formando una media sonrisa en mi rostro- Pe-pero por supuesto. Puedes llamarme cuando quieras. No vivo muy lejos y...
Sus palabras se perdieron al ver la puerta de la casa de mi abuela abrirse.
Me aterró.
Me aterró el hecho de no sentir absolutamente nada. ¿No debía de sentir emoción? ¿No debía de echarme a llorar desgarradamente? ¿No debería de salir y correr para refugiarme en sus brazos? ¿No debería de sentir... algo?
-¿Es tu abuela?- preguntó, observando cómo regaba unas nuevas macetas en las esquinas de la casa.
Asentí, bajando la mirada a mis manos.
Éstas estaban cubiertas por unos guantes negros, los cuales pertenecían a Graciela. Me llegaban un poco por debajo de los codos pero hacían su función, la cual era cubrir las dichosas venas que no querían desaparecer. Cuando volví a subir la mirada, mi abuela seguía en su mismo sitio. Sonreí al verla a lo lejos acariciar una hoja de una de las plantas. Seguramente les estaría susurrando cosas dulces.
-¿Y qué piensas hacer a partir de ahora?
Elevé las cejas.
Era una muy buena pregunta. Posiblemente intentar a toda costa no desatar un infierno en la tierra a la vez que intentaría también el no cometer una masacre.
De nuevo.
-Descansar.- me limité a decir, encogiéndome despreocupadamente de hombros- Recomponerme.
Antes de arder.
-¿Y tú?
Suspiró.
-Conducir un buen tramo hasta Lowell. Vivo o al menos vivía allí ya que apenas nos permitían salir de la mansión.- informó, pasando sus manos por su rostro.
-¿Te espera familia?
Graciela desvió su mirada para fijarla en el volante.
-Tengo una hija y dos nietas. Algo bueno de lo que a sucedido es que podré pasar todo el tiempo del mundo junto a ellas.- sonrió con melancolía- Me... me encantaría que un día pudieras conocerlas. Cuando estés mejor, claro.
