Capítulo 10: "Corazón podrido"

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Son las diez menos diez y esta vez Álvaro sí que llega puntual. Viene con unos pantalones oscuros y una camiseta negra con un treinta y uno blanco en la espalda y una flecha debajo indicando el culo.

-        ¿Y eso?

-        ¿Cuál?

-        El treinta y uno y la flecha.

-        Es el número más gay de todos, ¿no lo sabías?

-        Pues no, ¿por qué?

-        Mira el tres y el rabo del uno, ¿qué te parece?

-        Pues no sé.

-        ¿No te parece un estupendo culo y una polla a punto de penetrar?

-        ¿Siempre estás tan salido en las fiestas?

-        No lo sé, pero hoy sí. Y no pienso volver a casa solo.

-        ¿Es una proposición?

-        Podría serlo, pero no creo que te atrevas a probarlo. Si lo pruebas, no vuelves a mirar a una mujer.

-        Ya será menos. Además, va a venir Daniela.

-        Y va a ser una fiesta arco iris.

-        ¿Cómo es eso?

-        Ya lo verás.

Entramos en un ático abuhardillado. La música suena a todo volumen. Básicamente suena house y música comercial, de esa que suena cuatro veces al día en todas las emisoras de radio. Todos van bien vestidos, como si estuviesen de gala. Menos yo, como siempre.  Nunca ha sido mi fuerte vestir acorde a la ocasión.

Sé que es nochevieja y que estoy en una fiesta, pero ni se me pasó por la cabeza ponerme una americana o un traje o algo así. Yo vengo en vaqueros, en camiseta y con un jersey, ni limpio, ni sucio.

Sólo espero que esta fiesta no acabe como mi última fiesta. No me gustaría levantarme con muertos como primera visión del día y una gran resaca en la cabeza, una de ésas que hace que hasta el agua te sepa a whisky de garrafón.

La noche empieza con unos aperitivos sobre la mesa del anfitrión de la casa. Nada de sentarse ni de cenar como dios manda. Eso ni se lleva, ni es cool. Así que yo me sitúo cerca de la mesa para intentar llenar mi inmenso apetito de aperitivos y fritangas variadas.

Daniela se acerca a mí luciendo palmito. Lleva un ajustado vestido, si a semejante pedazo de tela se le puede considerar vestido, de color rojo. El ritmo de sus pasos me sigue dejando ensimismado como si fuese un tonto viendo volar una mosca.

-        Feliz año nuevo. –dice dándome dos besos-

-        Es pronto todavía. Tendrás que volver a felicitarme luego.

-        ¿Es que quieres que te de otros dos besos?

-        Quien dice dos, dice doscientos, ¿no?

-        Esos son muchos.

-        Nunca se tiene demasiado dinero, ni se reciben demasiados besos.

-        Y nunca se tiene demasiado sexo.

-        Tú lo has dicho, preciosa.

-        Sois todos iguales.

-        Entonces, ¿para qué vas a buscar más? ¡Quédate conmigo!

-        Es una opción. Además, de todo el ganado debes ser de los pocos que no tienen el aliento de un hombre perfumando su espalda.

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⏰ Última actualización: Jan 29, 2015 ⏰

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El cazador de ososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora