Capítulo 4🌷

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Me encontraba sentada encima de mi cama, con los audífonos en mis oídos mientras escribía algunas notas en mi teléfono. Me encantaba escribir frases absurdas que llegaban a mi cabeza de la nada, según mi pensar algún día me servirían para crear una canción o algún libro.

El libro de la chica que mintió, por conseguir un trabajo.

¡Brillante!

Mi cabello castaño se encontraba suelto y mojado cayendo por encima de mis hombros hasta llegar a mi cintura. Recién me había bañado y por esa razón tenía mi pijama, la cual contaba de una blusa de tirantes y un short blanco con figuritas musicales. Inconscientemente levanté la cabeza y cuando me di cuenta que había alguien observándome, solté un grito que hizo que él también se sobresaltara.

—Disculpe, no quería asustarla.

¿Y entonces que quería?

Lo pensé, más no lo dije. A veces era muy boca suelta, pero jamás en exceso.

—¡Que susto me dio!

—Lo lamento, señorita. No fue mi intención—volvió a disculparse.

No sabía cuál era la razón, pero Eliam se encontraba casi a punto de entrar a mi habitación. Su cabello oscuro estaba un poco desordenado y me sorprendió ver que no llevaba su traje formal puesto, en su lugar llevaba su pijama: Un suéter manga larga gris y un pantalón de rayas.

—Pero aun así lo hizo—le dejé en claro—. A su larga lista de reglas, debería añadirle una más: No asustar a los empleados.

—No escuché bien—me miró a los ojos—. ¿Podría repetirlo?

—No dije nada—hablé nerviosa dándome cuenta de lo tensa que estaba, por haber dicho algo sin pensarlo.

Eliam apoyó su cuerpo en el marco de la puerta, sin dejar de mirarme.

—¿Puedo entrar?

—La casa es suya, usted puede hacer dentro de ella lo que mejor le parezca.

Él quiso decir algo, pero prefirió quedarse callado. Pensé que terminaría entrando por completo a la habitación, pero optó por permanecer apoyando su anatomía en el marco de la puerta.

—No pensé que le gustara la música.

—¿Por qué?—lo miré a los ojos—. ¿Por qué me visto cómo niña?

—Ya le ofrecí una disculpa.

—Las palabras aunque puedan resultar insignificantes, no se olvidan fácilmente.

El hombre relamió sus labios.

—¿Tendría que disculparme de nuevo?

—De ser posible.

—Lo siento, Samara—soltó las palabras mirándome a los ojos.

—Disculpas aceptadas—esbocé una sonrisita—. Por cierto ¿Cómo supo que me gusta la música?

—Estaba muy animada tarareando una canción.

Sonreí como una tonta, me quité por completo los audífonos y me acomodé un poco en la cama.

—La música en realidad me encanta, me llena de paz. Cuando mi alma se conecta con una simple melodía, siento que puedo volar y que puedo liberarme de—hice silencio de golpe, al darme cuenta que estaba hablando de más—. Lo siento.

—No debería disculparse por hablar de algo que le gusta.

—Me disculpé por hablar de más.

—Tampoco debería disculparse por eso—mencionó él, pero al ver que yo no respondí, carraspeó su garganta y volvió a hablar—. Con respecto a su apego hacía la música, me parecería bien que incentive a mis hijas a que ellas también puedan involucrarse en este arte. Aunque a ellas no les guste la música, quisiera que por lo menos aprendan a tocar un instrumento.

Mi perfecta melodía, (BORRADOR)Where stories live. Discover now