La puerta de la entrada se abrió a mis espaldas y antes de que pudiera articular algún pensamiento común, su voz me distrajo:

—Necesitamos hablar —me dijo Chris, haciéndome pegar un brinco con su tono áspero, y cuando me giré a mirarlo, se esforzaba en ocultar un rostro medio colérico, pero la máscara no resistía muy bien.

De pronto me asusté, ¿tan mal se había tomado el que le haya dado la rosa a Changbin?

Lo miré con ojos angustiados.

Se sentó a mi lado, allí en el frío cemento de las escaleras y el contacto con su piel le produjo un tierno calor, cuando pegó su hombro al mío.

—¿Qué wea? —pregunté.

—¿Qué fue eso? —me cuestionó, con el mismo tono de voz.

Esto parecía un juego de palabras.

—¿Qué fue qué?

—Eso con Jeongin, ¿por qué te besó?

Me solté a reír de puro nerviosismo, pensando que me daría una buena amonestación por la flor, ¿y me sale con eso?

—No me besó.

—¿Entonces? ¿Cómo le llamas al hecho de que pegó sus labios a los tuyos?

—¿Qué? —reí aún más y al parecer, a Chris no le hacía mucha gracia— Jeongin no me besó, no en los labios, al menos. Fue sólo un beso de amigos.

—Pues no parecían amigos —farfulló.

—Bang, pareces mi padre —dije, ahora medio molesto por tener que darle explicaciones, y la risa se volvió una línea tensa en mis labios.

Christopher suspiró y decidió cambiar de tema, aunque no su tono de voz.

—¿Por qué le diste la flor a Changbin? —preguntó.

—Porque él es tu novio, Christopher —dije, aunque me haya dolido rectificar aquello—. A él es a quien debes darle flores, osos de peluche o lo que sea.

—Pero yo te la quise dar a ti —insistió.

—Y yo no iba a decirle eso a Changbin, ¿o sí? —suspiré, otra vez— Chris, ¿por qué te importa que le haya dado la rosa a Bin e inventado una excusa para salvarnos el pellejo? ¿Por qué te molesta si Jeongin me besa o me lleva un ramo de flores? Ekisde.

Se quedó en silencio un rato, mirando hacia adelante con el ceño fruncido y sus labios formando una línea.

—No lo sé —musitó—. Tengo que irme.

Se levantó rápidamente y caminó hasta su auto, subiendo en este y condujo hasta desaparecer calle abajo.

Me quedé sentado ahí, sin saber bien lo que había ocurrido hace unos minutos; era la clase de desconcierto que hace que te duela la cabeza y sentir como si tus pies volaran lejos del planeta.

¿Por qué Christopher había actuado así? A no ser que... No, claro que no, eso sería imposible.

Suspiré agobiado.

Si Christopher había malinterpretado todo, seguramente Changbin también y ahora, aunque no tenía ganas de mantener una conversación para mentirle más a Bin y sonreírle condescendientemente, tenía que pararme enfrente de él y darle el mismo sermón a que le di a Chris de "Jeongin y yo sólo somos amigos".

Me levanté desganado y abrí la puerta del edificio, conduciendo mis pies escaleras arriba hasta llegar al tercer piso y al departamento 312.

Suspiré de nuevo antes de entrar, rogándole a la vida tan sólo un poco dr ayuda; Changbin podía llegar a sr muy persistente.

Abrí la puerta girando la dorada perilla y visualicé a Binnie viendo televisión desde la cocina, mientras intentaba recalentar en el microondas un pedazo de pizza. Cuando me vio entrar, se giró hacia mí y me sonrió de gran manera, haciéndome ver esos dientes medianos y blancos, tan fuertes como un roble.

Traté de sonreír.

—¿Por qué la gran sonrisa? ¿La comida no se te quemó hoy? —bromeé.

—Eish~ —se quejó como niño pequeño—. Eso sólo fue una vez y hace ya varios años —dijo y se rio, dejando escapar el sonido levemente gutural de su risa.

Tuve que reír también, recordando aquella escena del kimchi quemado en casa de su abuela, cuando apenas salíamos de la universidad.

—Bueno, pero no es por lo que sonrío —me dijo, levantando las cejas una y otra vez—. Tú tienes que algo que contarme.

Me hice el que no sabía. —¿Cómo qué?

—Mmm, no sé, tú dime, algo que tenga que ver con un chico llamado... ¿Jeongin? —tanteó, y puse los ojos en blanco.

—Binnie, ¿cuándo vas a entender que entre Jeongin y yo sólo hay una bonita amistad? Ya aclaramos el punto y ambos estamos bien siendo amigos.

—Pero yo vi...

—Un beso, sí, ya sé —lo interrumpí—, pero Changbin, ese no fue un beso en la boca, fue en la mejilla y de amigos, nada más —dije.

Se quedó en silencio por tres segundos y luego exhaló.

—Eres aburrido.

Se giró para ver su comida en el plato de vidrio que giraba dentro del microondas.

—El hecho de que no me guste Jeongin no significa que sea aburrido —me defendí.

—No, pero desde que llegaste a París, no has salido con ningún chico, a menos que... —se giró nuevamente y me miró, con su sonrisa expandiéndose en su rostro— ¿Te gusta Fefi?

—¿Qué?

—Es que, no sales con más gente, vas de aquí para allá pero siempre con las mismas personas: Jeongin, Felix, tu amigo el fotocopiador e incluso Chris.

Algo me estrujó el estómago cuando dijo su nombre.

—Bueno, ¿y qué puedo hacer? Fefi se he vuelto una amigo excelente para mí, y Jeongin es grandioso conmigo. A Jisung lo conozco porque trabaja en el laboratorio de fotografía y es un chico sensacional. Así estoy bien, no necesito tener tantas personas en una vida que pronto dejaré. No voy a quedarme en París para siempre.

—Eso lo sé, Minho. Lo que trato de decir es que disfrutes el tiempo que estés aquí.

—Lo hago, Binnie, créeme.

—Pero...

—¡Tu pizza está lista! —canté al oír el pitido del microondas— Me voy a dormir, te quiero, buenas noches.

Me fui a paso apresurado a mi habitación.

Me sentía culpable, porque la verdad era que no me entusiasmaba pasar el día entero con Changbin, al menos no si lo veía desde la perspectiva de que no vería a Chris, es decir, de que no estaría yo solo con él.

Manuel de l'interdit [Banginho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora