Capítulo 4: ¿Nuevo hogar?

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El edificio de Mara e Ian sólo tenía dos pisos, pero me daba una vigorizante sensación de calidez

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El edificio de Mara e Ian sólo tenía dos pisos, pero me daba una vigorizante sensación de calidez. Me hubiera gustado poder describir aquella calidez con mayor detalle, pero había tantas cosas que desconocía, por lo que me era prácticamente imposible, sólo podría hablar de colores. Aunque debo admitir que eso también era un deleite. Las descripciones que en ese momento dibujaban mis pensamientos para mí eran excepcionales: las paredes naranjas con nubarrones blancos que se extendían alegremente, dándole una pequeña alegría al ambiente, el cielo azul celeste que se asomaba por las ventanas, los blancos suaves de los muebles, tan suaves como los blancos de las ballenas, y tan suaves que invitaban a uno a sentarse y cerrar los ojos.

Ian iba pisándome los talones y supongo que notó mi asombro, porque sonreía divertido.

—Bienvenida —dijo sin perder la sonrisa.

No pude evitar alegrarme, ¡al fin comenzaba a conocer los secretos de los humanos! Era tan extraño todo... cómo se movían en su ambiente, cómo se comunicaban.

Entonces, sin previo aviso, la energía comenzó a desvanecerse dentro de mí. Mis piernas flaquearon y me tambaleé hacia atrás, pero Ian estuvo a tiempo para sostenerme y evitar mi caída.

Mi respiración estaba acelerada.

—¿Qué sucede? —exclamó alarmado.

—Agua... —musité. No acabé de decir la palabra cuando me pasó un brazo por la espalda, otro por detrás de las rodillas y me cargó.

Mis ojos comenzaron a ver borroso como si estuvieran bajo el Agua y mis dedos empezaron a derretirse, ¿qué me sucedía? Sólo podía sentir una creciente necesidad de Agua.

Ian corrió, pero no pude ver a dónde porque mi vista estaba totalmente nublada y mis sentidos estaban bloqueados.

Y de repente... sentí el tan deseado líquido fluir por mi garganta. Bastó con unos cuantos tragos para que recuperara la vista.

Estuvimos quietos por un largo rato mientras yo esperaba a que me repusiera. Él aún me sostenía entre sus brazos.

—¿De dónde vienes? —me preguntó cuando mi respiración se calmó dejando en su lugar al silencio.

—Mi madre es Mar —le contesté como la primera vez que me preguntó.

Él meditó sobre mis palabras al tiempo que me dejaba poner los pies en el suelo. No entendí por qué aquel movimiento tan sutil me provocó rubor.

—¿Vienes del Mar? ¿Por eso apareciste desnuda en la playa?

Desnuda... desnuda... ¡Ah, desnuda!

Asentí con la cabeza.

—El único problema... —solté un hondo suspiro— es que no sé qué hago aquí —dichas estas palabras me encontré con sus ojos y tuve la vaga sensación de que me comprendía... de que me creía.

—Bien... —vaciló— Lo averiguaremos... —entonces miró a su alrededor— ¿Sabes qué es este lugar?

Negué con la cabeza.

—Es una cocina.

—Cocina —repetí para mí misma.

—Aunque me parece que lo mejor sería darte un nombre primero.

—Un nombre...

Ian asintió con la cabeza. Su semblante se puso serio y su sonrisa se desvaneció por un momento, estaba pensativo.

—Algo que quede con tu aspecto y tu origen... —hizo una pequeña pausa— ¿Marina?

Mis ojos se abrieron desmesuradamente ¿A caso sugería que me llamara casi como mi madre?

Negué enérgicamente con la cabeza.

De repente algo en él cambió. Una sonrisa radiante se extendió por su rostro.

—¿Qué te parece Helia?

Helia, Helia... me sonaba de algún lado.

—Así se llama la hija de uno de los viejos del Mar —¡Oh, sí! Aquella información estaba guardada en alguna de las mitológicas páginas de sabiduría que Mar había dejado en mi mente. Sin embargo, no me sentí cómoda con la elección.

Guardamos silencio, ambos pensativos.

—Helena —recordé después de transcurrido un rato. 

Helena como Helena de Troya. Era un nombre que había escuchado hacía miles de años, y aunque conocía su historia, el sonido que provocaba al pronunciarlo me gustó, ¡me gustó mucho!

Ian me escrutó con la mirada. Parecía estar analizando mi postura y el semblante alegre que surcó mi rostro. Finalmente dijo:

—Bienvenida a casa, Helena.

Ojos de Agua y manos de FuegoWhere stories live. Discover now