Capítulo 34: La fiesta

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Cuando Helena y yo llegamos al hangar, el espacio ya estaba impecable y decorado

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Cuando Helena y yo llegamos al hangar, el espacio ya estaba impecable y decorado. Días antes me había dedicado a coordinar a mis soldados y a algunos otros empleados de la base para mover las máquinas, limpiar el suelo y llenar las paredes de luces y globos. Al centro habíamos colocado mesas con manteles blancos, abundantes en comida.

La verdad, aunque no me gustaba admitirlo, Gayle tenía razón; yo adoraba los festines y los banquetes. Era costumbre en mi palacio cuando aún era princesa. La gente noble vestía elegante y los preparativos se tenían desde días antes; todo el castillo se alborotaba en un ir y venir para conseguir los materiales más finos y hacer los platillos más exquisitos. Recordaba especialmente el olor que salía de las chimeneas de la cocina y se colaba por la ventana de mi cuarto. Yo esperaba encerrada dibujando o leyendo a que llegara el momento en el que las damas me vistieran, ¡era tan emocionante!

—General, ¿entonces los coloco aquí? —me preguntó una joven con foquitos de colores en las manos y subida a una escalera.

Asentí con la cabeza, eran los últimos detalles. Había varios chicos y chicas caminando de un lado a otro con la vajilla y los manteles para las mesas al fondo, en donde se serviría el "banquete" de celebración después del baile de apertura.

Entonces sentí unos brazos rodearme por atrás.

Sonreí levemente, deshaciéndome del abrazo con suavidad.

—¡Gayle! —protesté en un susurro— Sabes que no me gustan las demostraciones de afecto frente a mis soldados.

El aludido soltó una carcajada, colocándose a mi lado.

—¿Cómo va el asunto? —me susurró al oído.

Un escalofrío cruzó mi cuerpo entero al sentir sus labios tan cerca.

—¡De maravilla! —admití— Hele y yo estamos listas.

Ambos nos volvimos hacia la joven de cabellos castaños y quebrados sentada en una de las mesas terminadas.

—¡Hablando de eso! Por fin aparecieron Sorem y la hermana de Ian, ¡me debes un baile esta noche!

—¡En realidad te debo dos! —admití con pesar.

—¿En serio? —inquirió Gayle alzando encantadoramente su ceja.

Asentí con la cabeza antes de volver a mirar en dirección a Helena.

—A ella le gusta Aydan, no Ian.

Aquellos veinte minutos que transcurrieron antes del inicio de la fiesta, Gayle no se separó de mí en ningún momento. Su compañía me agradaba, porque era eso simplemente: un acompañante silencioso. Él solía ser así cuando sabía que yo estaba trabajando.

Cuando la joven sobre las escaleras terminó de colgar las luces comenzaron a llegar soldados —tanto mujeres como hombres— vestidos elegantemente. Posteriormente se presentaron Eka y Ubyada, vestidas casi iguales con un pantalón caqui y blusa negra. Lin llegó con Sorem y Mara portando una cámara para que Max nos acompañara. Más tarde llegaron los científicos, los pilotos y los encargados del servicio. Ya éramos un mar de gente cuando se presentaron Ian y Aydan con el niño de la mano.

Ojos de Agua y manos de FuegoWhere stories live. Discover now