Suspiró.

—Todavía no entendiste nada, ¿no, hija?

—¿Nada de qué?

—Creés que los odio— contestó tecleando en su computadora, con la vista fija en ella.

—¿Y?

—¿Y?— repitió—. Los protejo desde que nacieron. Son mi sangre.

—Creo que tenemos definiciones diferentes de protección, padre.

Elevó las cejas.

—Te hice exitosa. Nunca vas a necesitar nada de mí, ni de ningún otro hombre. Y dejé a tu hermano ser libre, lo dejé amar sin que le afectara a más nadie.

Fruncí el ceño con rapidez, enderezándome en el asiento, enfadada.

—¿Sin que le afectara a más nadie? Me hiciste ver a mamá llorando por años, me hiciste creer que la única persona que parecía quererme dentro de aquella casa me había abandonado. Me explotaste con solo trece años. Me mandaste a la exposición pública. ¿Qué niña podría lidiar con eso?

—La mía— respondió.

Yo no podía.

—¿Y hace cuánto estás con Ann?

—No es tema tuyo.

Seguía tecleando.

—¿Y el novio de mamá?

—Tema de tu madre.

Bufé.

—¡Estoy cansada de ser tu muñequita! Solo me tengo que limitar a saber lo que vos querés que sepa, aunque al final todo me afecta a mí.

—Pensá lo que quieras. Yo ya te crié y te hice una persona exitosa, ese era mi trabajo como tu padre— hizo énfasis en el "tu".

Cerré mis ojos y elevé mi cabeza hacia el techo, tratando de relajarme.

—No se supone que sea un trabajo.

Lo contemplé en silencio antes de suspirar.

—Todo en esta vida es trabajo. Así funciona. Adaptate.

—¿Para esto me trajiste? ¿Para generarme más dudas?

Alejó sus manos de la computadora y finalmente se centró solo en mí.

—Te llamé para que sepas cómo funcionan las cosas. Ahora vivo acá, ahora tenés que adaptarte a tu hermano y tu madre ya no es parte de esto.

—Esto...— repetí.

—De mi vida— se corrigió—. Vos ya sos una mujer, podés hacer lo que quieras. Pero...— lo corté...

—"Podés hacer lo que quieras, pero..."— hice comillas con mis dedos, demostrándole lo irónico que era eso.

—Tendrías que alejarte del hijo de Kanu. Estás arruinando una relación— señaló.

—Que conveniente que lo digas vos.

—Ya lo viví y te puedo decir que no es algo lindo. Nosotros somos adultos, pero ustedes solo son adolescentes jugando a quererse en un laberinto sin salida. Kanu ya debe tener hasta el matrimonio de su hijo arreglado, y vos no entrás ahí.

Mi padre siempre sabía cómo hacerme sentir una estúpida.

Suspiré. ¿Qué podía decirle ante algo así?

—¿Eso es todo?

—Sí. La habitación al fondo es la tuya. Por unos días quédate acá.

Y así lo hice, porque podía aborrecer su existencia, pero su palabra seguía siendo mi ley.

MelifluaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon