CAPÍTULO 23

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El domingo de madrugada Liam se fue del apartamento durante mi insomnio, el lunes faltó a clases y recién el miércoles regresó, pero se sentó en otro banco (porque un compañero había faltado). El jueves traté de acercarme durante el receso y se fue con Nick, el viernes me devolvió una sonrisa y el sábado no volví a saber de él.

No sabía qué había pasado, qué había hecho mal o qué sentía, pero no quería dejarlo así, estábamos logrando un buen vínculo.

Tampoco había vuelto a saber de Atrio y mucho menos de aquel desconocido con el que me había cruzado, pero tampoco lo había hablado con Emily; no sabía qué podía llegar a desencadenar esa conversación.

Pero sí tenía un conteo mental de problemas a resolver:

Encontrar al asesino.

¿Salvarme?

Aliarme con Nick.

Encontrar a mi hermano.

Hablar con mi padre.

Hablar con Liam.

Dar la idea de mi libro antes de que termine el mes extra que me regalaron.

Ir a las entrevistas que me consiguió Ann.

Graduarme del bachillerato.

Descubrir quién soy, porque no podía dejar de pensar en eso.


Claramente lo más sencillo eran los números 3, 5, 8, 9 y, tal vez, la 7, pero todos tenían su dificultad.

El número diez parecía algo pequeño pero, en total, era mucho, demasiado. Solo me hacía pensar en lo mucho que quería tener una vida como adolescente cualquiera y que mis únicos problemas fueran pasar de año, enamorarme y salir de fiesta con mis amistades; no quería salvar personas solo porque había alguna clase de psicópata obsesionado con mis libros o pagar una deuda que ni me pertenecía para poder salvar a mi madre.

Nick volvió a hacer una de sus típicas fiestas de domingo y me invitó, a pesar de que estuvieran enfadados, y no entendía muy bien qué significaba eso, pero, por un solo día, quería hacer vida normal, y cumplir mis objetivos, por supuesto.

Quería salir de fiesta y emborracharme porque el chico que me encantaba salía con alguien más y no me hablaba luego de confesarme algo similar a ¿amor?

Abrí la puerta y todas las miradas en el apartamento recayeron en mí, aunque de todas formas siquiera eran muchas; los invitados no superaban las siete personas. Avancé y regresaron a lo suyo.

Me pregunté si estábamos todos invitados por estar relacionados en la misma mierda, justo esa mierda sobre la que no entendía nada.

Nick me miraba desde la barra así que hacia allí me dirigí, rápido. Quería solucionarlo.

No quitó su mirada de la mía, ni siquiera cuando me senté frente a él.

—¿Alcohol? —cuestionó levantando un vaso frente a mí.

Asentí.

Por favor.

El rubio agarró algunas botellas, hizo mezclas y colocó el resultado frente a mí. Agradecí y bebí del sorbete con la vista fija en él esperando por su reacción, a que me dijese algo, pero estaba haciendo otros tragos, así que no me prestó nada de atención.

Suspiré.

—¿Por qué me invitaste, Nick? — indagué—. Estaban bastante enojados, ¿no?

Volteó hacia mí y se mantuvo en silencio por algunos instantes.

MelifluaWhere stories live. Discover now