Capítulo Diez

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     No me podía mover. Alfa Emelay alzó las cejas como esperando y mi cerebro decidió volver a funcionar. Tomé su mano con fuerza y la apreté muchas veces.

­—Mucho gusto, mucho gusto—dije—. Es un gran honor poder conocerte—. Ella rio, una risa alta y sonora que rebotaba contra las paredes y asintió, mirando nuestras manos. Yo las mire por un momento sin comprender hasta que me di cuenta de que había pasado más tiempo de lo normal aguantándola. La solté como si fuera fuego—. Lo siento, lo siento, es que estoy algo nerviosa.

—Me doy cuenta—dijo. Ella rio otra vez y yo la mire curiosa. No esperaba que la mejor alfa en la historia se riera tanto o que fuera tan amigable.

—Eres…

—Muy diferente a lo que esperabas, lo sé—me sonrió—. Me lo han dicho.

—Demasiado diferente—dije mirándola. Hasta su físico era diferente, o sea, me esperaba a alguien mucho mayor no a una chica de mi edad—. ¿Cuántos años tienes?

—Treintaicuatro— Rodó los ojos—. Soy mayor que tú, pero quede congelada a los veinte—. Así que había dejado de envejecer a los veinte y no se había descongelado, eso decía mucho de ella. Se encogió de hombros, como leyendo mi mente—. Lo sé, extraño que no haya decidido descongelarme, pero tengo personas a las que vigilar aun y que no estoy segura de poder controlar con el cuerpo de una anciana—me sonrió. Claro, su hija.

—No tienes por qué explicarme nada—dije.

—Lo sé, pero quiero hacerlo. Mientras más sepas de mi mejor me entenderás. A mí y a…—miró a la puerta y movió la cabeza de un lado al otro—. A tu Dux bellator.

—McWilliams—dije recordando todo lo sucedido—, tengo que hablar con él.

—Eh, por eso estoy aquí—dijo alfa Emelay, dándome una sonrisa sonrojada.

—No entiendo.

—Yo vine a explicarte lo sucedido—. Me miró sin hablar, sonriéndome inocentemente—. Es que puede o no puede ser que mi alge te haya secuestrado.

¿Qué?

—Antonelli no te quería dejar ir, te ordeno que durmieras, así que Cole actuó y te trajo aquí para que no te tuvieras que quedar en un sitio que no querías—. Entrecerró los ojos—. Tú no querías quedarte, ¿o sí?

No sabía que contestar. ¿Quería o no quería?  Quería a Rowran, ¿pero y a la manada? ¿Lo quería lo suficiente como para dejar ir a mi sueño de ser una bellator tan fácilmente?

— ¡No me digas que Cole te trajo a la fuerza!—Dijo alfa Emelay, sus ojos oscuros tornándose plateados.

— ¡Claro que no!—Dijo McWilliams, entrando a la habitación como si hubiera estado escuchándonos desde el otro lado de la puerta—. Ellos tenían una apuesta y él quería romperla y obligarla a quedarse. Hill no se lo iba a permitir, ¿o sí?—Me miró y yo no supe que contestar. Abrió los ojos y movió la cabeza hacia un lado, como retándome a decir lo contrario.

— ¿Bueno?—Dijo alfa Emelay. La miré- con sus brazos cruzados y moviendo el pie nerviosa- y lo mire a él- listo para asesinarme si lo hacía quedar mal frente a su alge.

—Dux bellator tiene razón—dije—. No hubiera permitido que Rowran me dominara de esa manera—. El rostro de alfa Emelay se suavizó y miró a McWilliams con una expresión de disculpa—. Entonces, ¿Qué paso después de que me fuera al mundo de los sueños?

McWilliams miró a alfa Emelay y le sonrió ampliamente, dando un paso atrás. Le apuntó con un dedo.

—Yo me voy a ver a Mateo, tú le explicas—le dijo y alfa Emelay le dio una mirada asesina.

Alges: La GuerreraWhere stories live. Discover now