Capítulo Veintiséis

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          —Tu no pudiste—dije caminando hacia las barras que nos mantenían alejados—. Rowran, dime que...

—Es la única manera de mantenerte a salvo—me rugió.

—No vas a mantener a salvo a nadie. ¡Isobelle nos va a matar a todos!

—No si la vencemos.

—Rowran, por amor a Dios. ¡Es una persona tal como nosotros, es la alge de alguien, la madre de alguien!

—Es ella o tú—dijo dándome una mirada decidida—. La respuesta es bastante obvia para mí—. Se giró para mirar a Uriel—. Déjala ir.

—No—dije alejándome de las barras deslizantes—. Si es a cambio de la vida de Isobelle, de aquí no me pienso ir.

—Madison—advirtió Row.

—No—le rugí—. No y punto.

— ¿Por qué tienes que ser tan terca?

— ¡Y tú desleal! ¿A caso no recuerdas que estabas a punto de unirse a su alianza?

— ¿A caso no recuerdas que te están acusando de asesinato?

—No los culpo, todas las pruebas apuntan hacia mí. Están en todo su derecho de investigarme.

—Suficiente, niñita, vamos—. Uriel abrió la celda y le rugí.

—No—dije.

—Sales por las buenas o por las malas.

—Por las malas será—. Me rugió y Rowran le rugió desde el otro lado.

—No la toques—dijo.

— ¿No que querías que cumpliéramos con nuestra parte del trato?—Contestó Uriel. Damian observaba todo en silencio.

—Aléjate de ella—dijo Rowran lentamente.

—Si no se quiere ir por miedo, que se vaya por asco—dijo Uriel. Cuando me giré para verlo sentí un pinchazo en mi cuello. Observé su mano, pero antes de que pudiera ver que tenía mi visión se tornó borrosa y di un paso hacia atrás. Me sonrió—. A dormir, perrita.


***


Me desperté con un dolor fuerte de cabeza. Me quejé y moví la cabeza, solo para provocarme más dolor. Fruncí el ceño y abrí los ojos lentamente. El lugar era oscuro, solo habían dos luces: una sobre Rowran y otra sobre mí. Ambos estábamos encadenados a dos sillas a varios pies de distancia. Cuando abrí la boca para preguntarle si estaba bien noté que estaba amordazada. Sentí el pánico aparecer dentro de mí, pero tan pronto como vino lo apagué. Nada de pánico, nada de miedo. Nada de lo que el maldito psicópata tenga en mente puede ser peor de lo que me hacían Los Hijos del Sol.

—Oh, parece que ya estamos todos presentes—escuché su voz cerca de mí y di un brinco involuntario.

—Uriel...—dijo Rowran, quien no estaba amordazado.

—Si no me van a servir de nada, por lo menos déjenme divertirme—dijo Uriel. Podía escuchar que estaba jugando con algo de metal, pero al estar en la oscuridad no lo podía ver claramente.

—Déjanos ir y cumpliremos con...

— ¿Crees que soy estúpido? Si los dejo ir a ambos nunca cumplirán con su parte—dijo Uriel antes de que Rowran pudiera continuar—. Necesito que la loba se vaya para poder hablar de negocios contigo y si no se quiere ir de una forma, se va a ir de otra.

Alges: La GuerreraWhere stories live. Discover now