• CAPÍTULO 4 •

2.5K 265 94
                                    

Mis amigos ya habían llegado pero les dije que no vinieran solos y han traído a compañía.

Ya era de noche y ya me había vuelto a quitar la ropa para disfrutar de la playa en mi bikini pero debo aceptar que era algo incómodo ya que Rulitos se empeñaba a quedarse sentado pues según él, prefería "Admirarme" en bikini.
Era incómodo que solo se me quedase mirando como un acosador.

La música se puso más fuerte, y aunque éramos pocos, éramos suficientes como para bailar.
Yo bailé con Valentina y con otras chicas. Vi incluso que una chica quiso sacar a bailar a Rulitos pero él se ha negado con una sonrisa, ¿Siempre será así de coqueto con las chicas?

Tras una hora de estar disfrutando la libertad sin Hermes o mi padre, decido ir con Ruggero para sacarlo a bailar pero éste ya se había metido a su teléfono.

—¿Bailamos?

—No gracias, estoy bien aquí.

—Dale, ni siquiera te has puesto un traje de baño. ¿Quién mierda se viene a la playa con camisa de manga larga y pantalón de vestir?

—¿Acaso quieres que me quite la ropa como tú?—Alzó la vista—Princesa, preferiría que te pusieras ropa. Quiero que sepas que soy muy celoso con lo que me pertenece y tú me perteneces. No me gustaría cachar a uno de tus amigos que se te quede mirando de más.

—Uno, yo no soy de nadie. Y dos, que directo que digas que eres celoso... Yo odio los celos, no sabes cuanto los odio. —Entonces, Ruggero se ha puesto de pie y ahora me ganaba casi por una cabeza de altura.

Pero si me quiere hacer sentir intimidada pues no.
He tenido la genial idea de subirme arriba de donde él estaba sentado para poder estar a su altura o un poco más.

—Sí eres mía. Pero cambiando de tema, tú me debes un almuerzo así que vayamos a cenar adentro ¿Te parece?

—Quiero que bailes conmigo y que quites esa maldita cara de perro abandonado, ¿No te sabes divertir?

—Yo no bailo.

—Pues conmigo sí que lo harás. —Ruggero suspiró.

—Vayamos adentro, mi hora de cenar ya casi llega.

—¿Tienes hora de cenar?

—¿Tú no?

—No, Yo no.

—Pues te vas a acostumbrar después, Vamos. —Cuando Ruggero comenzó a caminar hacia la casa de nuevo, dudé seriamente en ir tras él o quedarme aquí con mis amigos pero creo que al final me convencí de seguirlo.

Tan sólo entré y ya había personal de servicio que se encargó de envolverme en una bata de baño fina y calientita.
Después ellos mismos me pusieron unas sandalias ya que estaba descalza y me guiaron hasta el comedor donde Ruggero ya estaba sentado con la misma mirada fría de siempre.
Me gustaría verlo sonreír más, él tiene una muy bonita sonrisa.

—Siéntate. —No fue como una orden, más bien lo dijo de forma amable así que lo obedecí sentándome Justo a su lado—Qué te apetece cenar.

—De lo que sirvan esta bien.

—Te servirán lo que gustes.

—Mmmh...—Mis amigos también han de tener hambre. No creo que se llenen con esos bocadillos que les sirvió el chef de Ruggero. Pero creo que ellos terminarán su fiesta hasta la madrugada.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora