Capítulo 10

99 19 0
                                    

La Torre de Cristal permanecía frente a los ojos de aquellas criaturas que habitaban los Mil Mundos, las criaturas que acompañaban a Charlie. Los Moradores del desierto, sus dos acompañantes; la Bestia Gondert y el humanoide Can.

El chico cruzo la puerta de vidrio que estaba situada en la nada, en la caja sin límites. Sus ojos en ese momento no podían observar nada, el reflejo de la luz producido por los cristales dentro de la puerta de vidrio era segador. Por un momento se escuchó de nuevo la voz del Oráculo.

—Pequeño humano, has dado con el acertijo pero... nadie ha cruzado el laberinto del haz jamás.

Mientras la luz iba disminuyendo allí dentro, el chico seguía escuchando la voz del oráculo. Podía oír de su voz cierto enfado que le producía una sensación de temor.

—Dentro del laberinto no tendrás un límite de tiempo, el tiempo será dado por tu insignificante mente, en el laberinto te esperan muchas cosas, y el juego se acabara cuando te vuelvas loco, cuando no puedas seguir y terminar el laberinto. Buena Suerte...

La voz del oráculo no se volvió a escuchar. El cristal que flotaba en el aire, rápidamente empezó a unirse como si fuesen piezas que encajaban a la perfección, bloques rectangulares, cuadrados y figuras geométricas se formaban flotando sobre la superficie de aquel lugar. Pronto esas figuras iban cayendo violentamente sobre el piso una a una, todas cayeron formando lo que Charlie supuso que era el Laberinto.

Desde cierta distancia, donde se encontraba el chico podía observar la entrada a este, y también podía observar lo que debía ser el final del laberinto, una luz se observaba del otro lado, era un haz de luz de colores muy brillantes que iluminaban el ahora oscuro lugar.

¿Que podría estar pasando en Terra? Ya había pasado mucho tiempo en este lugar y se preguntaba cuanto tiempo había trascurrido en su mundo. ¿Solo cinco minutos? ¿Diez? ¿Una hora? O quizás mucho tiempo. Debía encontrar la forma de salir de aquí pronto y la única forma de despertar seria conseguir la lanza de oro.

—Todo es un sueño, debo terminar este juego —se dijo así mismo.

El chico caminó hacia la entrada del laberinto, sus pasos eran rápidos y seguros. Al entrar, lo primero que noto fue que la entrada hacia este desapareció, fue bloqueada de inmediato por un gran cristal que se combinaba con el resto. Ahora debía conseguir cruzar el laberinto era la única forma al parecer de salir de allí, y recordó lo que dijo el oráculo tenía que salir antes de volverse loco y convertirse en el nuevo Oráculo.

Siguió el camino hacia dentro, hacia cualquier camino, podía observar su reflejo en las grandes paredes de cristal que formaban el laberinto. Cuanto tiempo tardaría en lograrlo, podría durarse mil años en llegar al final y no creía poder aguantar todo ese tiempo. El chico comenzó la marcha hacia cualquier lado, giraba hacia aquella dirección, hacia esta dirección y le parecía estar siempre en el mismo lado.

— ¡Es desesperante! —grito.

Apenas había comenzado y ya estaba perdido entre los muros de aquel laberinto.

—¿Puedes ayudarme? —el chico pensó que quizá el hombre del sombrero negro le podía escuchar —¿Estas allí?

No obtenía respuestas y sin más que hacer siguió moviéndose. Era imposible que lograra el laberinto, ya empezaba a rendirse. Noto algo, por más que caminara siempre llegaba al mismo lugar, al lugar donde comenzó, donde la puerta de la entrada desapareció.

Se dio cuenta de que un sonido empezaba a escucharse, eran como trompetas graves que anunciaban una guerra, las paredes del laberinto se movieron y se hicieron más angosta. ¿Qué significaba esto? Charlie comenzó a caminar a un más rápido, le puso nervioso el movimiento de los cristales, ¿acaso seguirán reduciéndose?

Crónicas de Mil Sueños I: El Hombre del Sombrero NegroWhere stories live. Discover now