Capitulo 4

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Hijo levántate a desayunar —grito su madre desde la cocina.

El brazalete estaba en su bolsillo, lo saco y sin pensar en más nada, lo puso sobre la mesa de su habitación. No pasaría lo mismo que con el sombrero, él lo sabía. Salió de su cama, se bañó, se cambió y bajo a desayunar.

—Buenos días.

—Buenos días, Charlie —respondió su madre. 

—Buenos días hijo —dijo alguien más.

Charlie miro hacia el comedor y  allí estaba su padre, sentado desayunando. Lo más extraño era que no estaba vestido para salir, aún estaba en pijamas. 

—Buenos días padre —respondió con un gesto en su cara.

—¿Qué te pasa hijo? —le pregunto.

—No tengo nada, solo es extraño que estés aquí a esta hora.

—Tengo el día libre Charlie.

Su mamá le sirvió el desayuno a Charlie, se sentaron los tres en la mesa. Era extraño, el creía no recordar haber tenido nunca un desayuno junto a sus padres. Cuando su madre le llamaba para desayunar siempre su padre ya no estaba en casa.

A su mente llegaron algunos recuerdos cuando aún era más chico, su padre tenía más tiempo para él, solían salir a pasear en bicicleta casi todas las tardes, también acostumbraban salir a acampar una vez a la semana. Ciertamente hacían muchas cosas juntos, pero Charlie no recordaba el momento en que su padre ya no estaba ni hacia nada con él, siempre estaba ahora ocupado.

Mientras desayunaban nadie dijo nada y Charlie se sentía incómodo.

—Tu padre tiene el día libre —dijo su madre levantándose de la mesa —, pero yo no.

No tardo en cambiarse y se marchó.

—Hijo, hoy pasaremos el día junto ¿Qué te parece? —Está bien papá —respondió mirando al plato vacío en la mesa.

Al terminar de comer su padre le pregunto qué quería hacer y le propuso ir a acampar al bosque pero Charlie se negó. Así que  primero en la mañana vieron en la televisión programas de dinosaurios, su padre a cada rato le preguntaba  cosas acerca de ellos y Charlie le respondía. Lo siguiente que hicieron fue jugar video juegos. Su papá  empezó a charlar con el sobre distintos temas. El por qué no pasaba mucho tiempo con él ahora, todo se debía a su trabajo. Hablaron de lo que paso en la excursión de su escuela y en los muchos problemas que se metía el pequeño T-Rex.

Charlie parecía entrar en confianza con su padre y empezó a querer hablarle sobre los dos sueños que había tenido, hablarle del hombre del sombrero negro, de los Mil Mundos,  de Cathert la criatura que quería matar a todas las personas a través de sus sueños. Pero por alguna razón no se atrevía a tocar el tema, quizás su padre pensaría que se estaba volviendo loco o peor aún seguía siendo un niño pequeño.

Recordaba en tiempos anteriores los sueños que tuvo, ciertamente fueron sueños de toda clase, los más reales para el siempre fueron las pesadillas que le hicieron gritar a media  noche o irse corriendo a la cama de sus padres en busca de refugio. Pero esos sueños no se comparaban en nada con lo real que le resultaba y recordaba de los sueños anteriores.  

Entre juegos y charla se pasó toda la mañana. Para la tarde salieron en bicicleta por los alrededores durante casi cuatro horas como solían hacer en el pasado, durante todo ese tiempo T-Rex no pensó ni un segundo en el Hombre del Sombrero Negro y en lo que tenía que hacer por petición de ese mismo hombre, todos esos recuerdos se borraron y en su mente solo estaba él y su padre.

Pasar el día con su padre después de mucho le había sentado bien. Regresaron a casa antes de caer la noche y su madre ya estaba allí. Les ordeno que se bañaran y bajaran a cenar, el resto de la noche jugaron juegos de mesa en familia, Charlie se sentía tan bien que al acostarse ni siquiera pensó en nada, estaba feliz y cansado. Se acostó en la cama y cerró sus ojos.

Charlie se despertó, abrió sus ojos. Sintió que no había dormido nada, pero  estaba completamente descansado. Noto que estaba en su habitación, la luz del sol entraba por su ventana y le daba directo en la cara. Se sacudió de las sabanas y se sentó a un lado de su cama, alzo la vista un poco y miro hacia la mesa, allí estaba el brazalete, recordó todo nuevamente, pero no recordaba si había estado en un sueño en la noche pasada con el Hombre del Sombrero negro, se sentía incómodo.

 La última vez que lo vio, le había dado el brazalete que estaba situado en la mesa, le dijo que tenía que tenerlo en su muñeca para dormir. Pero la noche anterior no lo hizo, acaso era ahora el brazalete lo que permitiría hacer realidad los sueños; Charlie pensó eso. Pensó en deshacerse de él, arrojarlo al escusado o tirarlo a la basura pero lo que hizo fue dejarlo encima de su mesa.

El día transcurrió normalmente, por la mañana  Charlie fue a la escuela. En la tarde fue a la casa de José, jugaron videojuegos y más tarde se encontraron  los cuatros; Junior, David, José y Charlie. Salieron en bicicleta y fueron a nadar al lago del viejo Huck, como de costumbre los hizo salir corriendo trayendo a sus perros.

Al llegar la noche y la hora de dormir, se sentó en su cama y pensó en si debía ponerse el brazalete para dormir, después de mucho pensar apago la luz y se acostó. El brazalete estaba en su mesa, al día siguiente despertó y su día transcurrió normalmente, fue a la escuela y por la tarde hacia deberes o jugaba con sus amigos.

Durante el resto de la semana Charlie hizo lo mismo, dejo el brazalete encima de la mesa y se dormía sin él. En ese tiempo no volvió a soñar con nada.

Crónicas de Mil Sueños I: El Hombre del Sombrero NegroDär berättelser lever. Upptäck nu