Capítulo 1: Nuevas rutinas

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JON

PISTA 1. ME VOY – MISS CAFFEINA

Definitivamente aquella no era mi noche. Tampoco había sido mi semana, pero es que la noche estaba yendo de pena. ¿Cómo había acabado así? Tirado en el sofá, con una chica vomitando en el baño y en una casa ajena. ¿En qué momento había perdido el norte? Me llevé la mano a la cabeza, en un intento desesperado de contener el espantoso dolor de cabeza que estaba empezando a aflorar. La resaca de mañana tenía pinta de que iba a ser de las malas.

—Mierda —Gemí cerrando los ojos al recordar que mañana por la tarde llegaba Telmo.

Me incorporé y me puse en pie un tanto inestable. Tanteé en la habitación a medio iluminar hasta que di con mi chaqueta y me la puse con torpeza.

—¿Te vas? —preguntó, ¿cómo se llamaba? ¿Christie? Recogiéndose el pelo en un moño y con pinta de no encontrarse muy bien—. Pensaba que te ibas a quedar. —dijo con tono lastimero.

Odiaba cuando suplicaban por algo que tanto ellas como yo sabíamos que era imposible.

—No, no puedo. Me ha surgido algo. Ya hablamos —dije con aparente sinceridad. Pero sabía que no la llamaría. Nunca lo hacía.

Christie o Christine o cómo se llamase, asintió y me abrió la puerta con una sonrisa poco amable. Seguramente hubiese perdido una fan de forma irremediable, poco me importaba. Ella me había asaltado y tratado como un objeto, sexualizándome y creyendo conocerme cuando no sabía una mierda de mi vida. No le debía nada. Ni siquiera tenía claro que me gustase. Bueno, sí lo tenía claro, ninguna me gustaba. Solo ella, pero también era la única que estaba fuera de mi alcance. Lo demás eran todo calentones y pura necesidad, no me llenaban, no me hacían estremecer, ni dudar, ni sentirme como un niño pequeño. Eso sólo lo conseguía Dafne.

No sabía nada de ella desde que me dejó hacía dos años, pero aún así cada día pensaba en ella. Cada vez que Carlota visitaba a Hans ponía cara de gilipollas, esperando que alguna vez se le escapara algo sobre ella. Pero ni Lota se compadecía, ni se le escapaba nada.

Ya empezaba a darlo todo por perdido. Por eso estaba así, metido hasta el cuello en la mierda. Dando tumbos por la vida y saliendo a escondidas del piso compartido de una chica cuyo nombre no recordaba y que había conocido en el backstage del concierto que acababa de dar esa noche.

Ni todo el alcohol del mundo, ni las provocaciones de Christie habían conseguido borrar de mi mente la imagen de Dafne: su sonrisa infantil, sus inseguridades, su lado salvaje y sus sombras. Se había colado en mi vida para no irse jamás. Al menos no de mi mente y cuerpo.

—Sí, claro —Contestó cerrándome la puerta en las narices.

—Menudos humos —murmuré bajando las escaleras.

Salí a la calle desierta dando gracias de que no hubiese nadie cerca que me pudiera reconocer. No es que fuese un paranoico, pero eso de la fama... Me gustaba, pero no terminaba de ir conmigo. Me encendí un cigarro y di una profunda calada antes de emprender el camino de vuelta al hotel.

Sí, vivía en un hotel, bueno al menos durante las últimas dos semanas, en las que había cerrado la gira mundial en el maldito Madison Square Garden. Ya, yo tampoco me lo terminaba de creer. Era una puta locura, un sueño hecho realidad a lo bestia. ¿Quién me habría dicho a mí dos años atrás, cuando era camarero en un barucho de mala muerte, que iba a acabar así? Nadie, evidentemente.

Ahora la gente me reconocía, me llegaban miles de mensajes al día por Twitter, Instagram y mil sitios más que me negaba a gestionar yo mismo. Seguía siendo un poco alérgico a las tecnologías, con subir un par de fotos de cuando en cuando me bastaba y sobraba. No quería tener que sufrir un acoso mediático brutal como si fuese un ídolo adolescente.

El día que te olvide 2 © ✓Where stories live. Discover now