Capítulo 31: Éramos, no seremos

61 8 3
                                    

DAFNE

PISTA 31. AQUÍ NO ES - ALE ZÉGUER

¿Alguna vez se os han dormido ambos pies, pero habéis tenido que levantaros y caminar? Es una sensación espantosa, sientes que miles de agujas se te clavan, pero al mismo tiempo las extremidades te pesan y son como bloques de hormigón en los que lo único que sientes es un doloroso hormig­­ueo. Pero aun así sigues avanzando, hasta que se te pasa, aunque la molestia aumente.

Pues yo estaba así. Entumecida, mi hormigueo era Jon, el dolor Diego y el hormigón en mi cuerpo eran mis decisiones, miedos, errores y, sobre todo, la perspectiva de lo que iba a ser nuestra charla. Eso me bloqueaba más aún de lo que ya estaba.

Le había dicho a Jon que lo solucionaría, era lo que tocaba; hacer las cosas bien y aclarar todo. Sentía que hacía siglos de mi "ruptura-pelea" con Diego, como si la conversación que nos proponíamos tener ya estuviera obsoleta y lejana en el tiempo. Pero no era así. Me había dejado hacía apenas unos días, luego había pasado todo lo de mi padre y después... Cuando Jon apareció en casa por primera vez me enfadé con él por alegrarse de las palabras de Diego. No quería verle en mi casa, ocupando el espacio que él había dejado y regodeándose de que me hubiera abandonado; por mucho que eso tuviera implicaciones positivas para todos.

Era humana, no sólo coherente. La coherencia se me olvidaba cuando se refería a orgullo, y Diego me había dañado bastante el mío. Pero yo tampoco había sido muy delicada con el suyo, así que me lo tenía merecido.

Ahora había besado a Jon, había cumplido la mayor pesadilla de Diego: anteponer mi ex a él. Y lo peor es que él me había incitado a ello por doloroso que le resultara. ¿Después de eso con qué cara le miraba? ¿Qué le podía decir que no se imaginara ya? No tenía excusa, tampoco forma de suavizar lo que tenía que decir. Había actuado mal dos veces, con causa y justificación, pero al fin de cuentas mal. Y Diego se merecía una explicación si es que quería escucharme.

Aferré la taza de café con ambas manos. Estaba en la cafetería de un hotel, esperando a que Diego bajara de su habitación. Habíamos quedado hacía cinco minutos y la espera me estaba volviendo loca. Empezaba a preguntarme si estaba eligiendo bien: de nuevo corazón y mente no se ponían de acuerdo, pero después de mucho tiempo mi corazón había vuelto a dar un golpe de estado y derrocado a mi responsable conciencia del todo.

—Buenos días, Dafne. —Su voz queda aún conservaba el deje cariñoso.

En cuanto le escuché detuve el movimiento nervioso de mi pierna y alcé la vista. Azul caribe. Apagados, pero como siempre, sus ojos me recibieron con un destello de devoción. ¿Cómo podía no preferirle después de todo lo que habíamos pasado juntos?

Por unos segundos abandoné la cafetería y volví a mi Madrid natal, cuando casi había pasado un año de mi ruptura con Jon y los ataques de ansiedad habían desaparecido del todo salvo cuando le escuchaba a él. Era un viernes por la noche, había arrastrado eufórica a Javi y a Amanda de fiesta, le había robado un vestido matador a Carlota y había decidido hacer lo que tras unas cuantas incursiones empezaba a ser costumbre.

Bebí, bebí más de lo que me gustaría admitir, hasta el punto de tambalearme ligeramente y resultar adorablemente borracha. Me mostraba efusiva, feliz, abierta y sin preocupaciones. Mis dedos ardían, ansiosos por escribir o llamar, por coger el teléfono y tomar una decisión de mierda poniéndome en contacto con Jon, escupiéndole todo el veneno que llevaba acumulando meses.

Pero no lo hice, nunca lo hacía. Me repetía constantemente que yo era mejor que eso, y funcionaba. Aunque no me lo creyera, ahuyentaba los fantasmas de nuestra relación. También me repetía que tenía suficiente autocontrol; bobadas, sino no hubiese ido de fiesta con la intención que iba.

El día que te olvide 2 © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora