Capítulo 29: Pues era verdad

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DAFNE

PISTA 29. NO ONE SAVING ME – EWAN MAINWOOD

No sé qué pasa en mi vida que siempre todo se complica y nunca sale como yo tengo pensado. Hace tiempo ya me pasó. Me negué a volver con Diego y sorpresa, sorpresa, ¡volvimos! Me negué a salir de fiesta porque no me hacía bien, y terminé dejándome llevar por la desidia y la falsa euforia de las malas compañías. Creí ser muy lista y fui la más tonta. Me negué a querer a Jon, creí haberle superado, rechacé todo lo que tuviera que ver con él y sin embargo... Una vez más le había dicho que le quería.

Y esta vez iba muy en serio.

Tan en serio que por él daría mi vida. Y es que en cierta forma ya lo había hecho: sufriendo por no estar con él, dando mi felicidad a cambio de sus sueños hechos realidad, por muy cuestionable que fuera.

—No lo dices en serio. —comentó con una risa histérica, enjugándose las lágrimas y tapándose los ojos con sus gafas oscuras.

Pero sí lo hacía, ¡joder, era verdad! Le quería como no podía querer a nadie más. Y también me daba pánico, no sabía gestionarlo, pero tenía claro que era un hecho irrefutable y que nada podía cambiar. Ni el tiempo, ni la distancia, ni yo misma o sus cagadas. Le quería. Eso era todo, fin de la historia.

Sabía que la vida era complicada, que las historias personales lo eran, pero ¿por qué teníamos que hacer difícil algo que era tan sencillo? Al fin lo veía claro: si quieres a alguien no tienes que contenerte, simplemente vivir.

En ese momento me daba igual acabar de echar por tierra mis estudios y trabajo, me era indiferente mi padre y sus acercamientos. Todo era Jon, su comportamiento inmaduro y sobreprotector —que claramente tendríamos que discutir más tarde—, pero también sus lágrimas y frustración, su sufrimiento y sus sentimientos tan puros y expuestos para mí. ¿Cómo podía dudar tanto de que yo sintiera lo mismo? ¿Cómo podía creer que en realidad no existiría un nosotros?

Yo nunca le había querido desde antes de conocerle porque no creía que eso fuera posible. Tampoco le había dado tantas vueltas como él, al menos no a las mismas cosas, mi tortura había sido distinta, pero la conclusión era la misma. Sentía que vivir sin él no era lo mismo, que el brillo desaparecía y las emociones estaban más vacías. Así que, ¿por qué seguir viviendo así?

Ese mismo día, al despedirnos por la mañana en casa él me había dicho "te quiero", esas dos extrañas palabras que me llevaban atormentando días. Yo le había respondido con un seco y resignado "adiós", porque no sabía qué hacer, porque me ahogaba en mis emociones y preocupaciones. Pero al verle tan vulnerable al fin las palabras habían brotado de mi garganta y le había confesado que le quería sin ningún matiz fraternal o amistoso.

Le quería como solo le había podido querer a él. Mucho —puede que demasiado—, muy intensamente y con un respeto y devoción que no le tenía a nadie más. Al fin y al cabo, él era Jon, mi primer, único y real amor, por muy cursi y manido que sonara.

Así que, resumiendo y yendo a lo importante, le besé. Le besé sin que le diera tiempo a verme venir: le coloqué las gafas de sol sobre la cabeza y me abalancé sobre sus labios sedienta, conmovida y cediendo a un deseo que llevaba semanas creciendo en mi interior. Y él, cómo no, me devolvió el beso, aunque no con la intensidad que hubiera deseado.

Se me escapó un gemido de puro alivio al sentir sus labios carnosos y suaves pegados a los míos, las rodillas me fallaron por un momento y me sostuve en él, aferrándome a su cuerpo como si se tratara de un bote salvavidas. Acaba de ceder a lo que me prometí no volver a ceder en la vida y me sentía aliviada, a salvo y sobre todo completa. Como si este tiempo de atrás hubiera dejado en el olvido una parte importante de mí y hubiera estado viviendo a medio gas.

El día que te olvide 2 © ✓Where stories live. Discover now