Capítulo 27: Impredecible

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DAFNE

PISTA 27. TOO MUCH TO ASK – NIALL HORAN

Me pasé la noche entre sobresaltos. Con el miedo palpitando en mis párpados, temiendo que mi padre apareciera tras la ventana o en la misma habitación.

Pasé una noche terrible, dando vueltas de acá para allá en la cama, resoplando de pura frustración. Dormir fue inútil. Para cuando amaneció yo llevaba un par de horas con los ojos abiertos y el corazón acelerado, resonando en mi pecho.

En la silla del rincón el vestido de la noche anterior reposaba hecho una bola. Recriminándome mil y una cosas, todo lo bueno y malo que había presenciado. Traté de no mirarlo demasiado al salir de la habitación. Hacerlo me producía un dolor casi físico, y me hacía sentir que todo había sido una fantasía. Un mal sueño.

Necesitaba café, bastante azúcar y comprobar si Jon se había quedado toda la noche o ya se había marchado. Para alivio mío allí estaba, tumbado en mi sofá, con las piernas colgando del reposabrazos, la camisa blanca arrugada y fuera del pantalón, el pelo revuelto y cara de no haber roto un plato en su vida.

Me acerqué de puntillas y le coloqué la manta de punto que se había caído al suelo. Le aparté un rizo deshecho de la frente y él se recolocó con un murmullo inteligible. No pude evitar sonreír con ternura, estuve tentada de besarle la frente, pero me lo pensé dos veces cuando estaba a unos milímetros de su piel.

Estaba retirándome cuando sentí su mano rodeando mi muñeca y al roce le siguió un tirón. Antes de saber qué estaba pasando me encontré tumbada junto a él, con una mano sobre su pecho y la cara en el hueco de su cuello.

Sofoqué un grito y él volvió a removerse inquieto.

—¿Jon? —musité, temiendo despertarle, pero al mismo tiempo dudando de que estuviese verdaderamente dormido.

Liberó mi muñeca y con ese brazo rodeó mi cintura acercándome hacia su costado.

—Jon... —le sacudí ligeramente el pecho— Eh, Jon, despierta.

No tenía fuerzas para oponerme a esto. No quería apartar su brazo y no lo haría por voluntad propia, porque me sentía demasiado bien junto a él, envuelta en su olor y calor. Pero tenía que apartarme, tenía que soltarme y mantener las distancias. En mi interior se estaban revolviendo demasiado las cosas y en mi cabeza... todo era mil veces peor.

Le había odiado, querido y perdonado demasiadas veces en las últimas semanas. Le había esquivado, temido, deseado y añorado. Y ahora que era libre, que estaba a una conversación sincera de poner punto final para siempre a mi relación con Diego, me sentía demasiado tentada de dejar que pasaran cosas. Quería ser feliz del todo, y eso pasaba por tener a Jon. Pero era demasiado pronto y un mal momento.

—Dafne...

—Buenos días —dije con un hilo de voz pero todo firme, esbozando una mueca amable—, ¿me sueltas?

—¿Qué? —balbució abriendo los ojos en un guiño.

—Que me has arrastrado aquí y no me dejas moverme, voy a hacer café.

—Ah, perdona, no pretendía... Yo no... Lo siento. Ha sido reflejo. —alejó el brazo de mi cuerpo y se pegó lo más que pudo al respaldo del sofá.

Me incorporé quitándole importancia y fui hacia la cocina, pero en el fondo sabía que sí importaba, porque en ese momento, estando en el sofá, si él hubiese decidido besarme o tocarme —aunque estuviese medio dormido—, yo le hubiera dejado. Y ahora sentía ese vacío, el cosquilleo en mi piel y un leve arrepentimiento pesando en mi pecho por haberle hecho alejarse. Pero era lo correcto. Tenía que ser así.

El día que te olvide 2 © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora