013 | last mission.

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☾| 鼠尾草

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Dos años después...

LA JOVEN RUBIA MIRABA su reflejo en el espejo con una pequeña sonrisa, le gustaba lo que veía y se sentía segura, su autoestima había aumentado bastante y eso era en parte por las personas que la rodeaban, en especial su novio, quien le decía lo hermosa que era cada dos segundos. Con una sonrisa terminó de acomodar su vestido, era uno delicado y bastante cómodo para la situación, agarró sus aparatos tecnológicos, puso el comunicador en su oído derecho y salió de la habitación, allí estaba el velocista que le sacaba suspiros, mirándola con adoración y cariño, cómo si se tratara de la mujer más hermosa del mundo, y bueno, ante los ojos de él, ella lo era. Ambos analizaban el atuendo del otro, él casi nunca se había vestido tan elegante y la verdad es que le causaba algo de gracia, pero eso no quitaba el hecho de que le gustaba vestirse así, tenía puesto un esmoquin de color negro, camisa blanca con los primeros botones desabrochados, dándole un toque más juvenil y su corbata un poco floja, en el bolsillo que tenía en el pecho se asomaba un pañuelo que era del mismo color que el vestido de su acompañante, un pequeño detalle que se veía bastante bien.

— Lista, cariño? .— le preguntó este extendiendo una de sus manos en su dirección.

La joven asintió tomando su mano, entrelazó sus dedos y juntos bajaron las escaleras, afuera de la casa les esperaba un automóvil negro, un hombre esbelto y de rostro serio les abrió la puerta trasera, una vez adentro se comenzaron a sentir algo ansiosos.

— Saldrá todo bien, lo sabes, verdad? .— le susurró el chico mientras le daba un leve apretón a su mano.

— Claro que si, cariño, somos nosotros.

Se miraron sonrientes para luego unirse en un pequeño beso, era un delicado y simple roce de labios pero para ellos era perfecto.

(...)

Habían llegado a su lugar de destino, el mismo hombre que los trajo fue el encargado de abrirles la puerta y darles la bienvenida al lugar, pero antes de bajar, se pusieron unos antifaces ya que eran parte de la temática de la fiesta. Miraron a su alrededor con atención, aunque ya conocían todo absolutamente bien por el estudio que habían hecho con anterioridad, asintieron con seguridad y se unieron al montón de gente, la fiesta se llevaba a cabo en un lugar abierto, las mesas estaban dispersas por el lugar, a unos metros había un pequeño lago y todo el perímetro estaba marcado con unas luces, todas las personas ocupaban trajes elegantes, incluidas las personas que servían las comidas y tragos.

— Recibiremos las indicaciones en diez minutos más, por mientras debemos integrarnos y tratar de actuar normal, nuestro objetivo aún no llega .— le susurró la rubia a su pareja, quien asintió y aprovechando la cercanía, besó una de sus mejillas.

Recibieron dos copas con algún tipo de alcohol, por lo que les había dicho el hombre que se las entregó, el anfitrión demanda que todos tomen al menos un trago, ellos ya sabían la razón de esta petición así que cuando estuvieron un poco alejados, desecharon el liquido. El castaño miró el reloj que tenía en su muñeca con algo de impaciencia, aún faltaban cinco minutos antes de que les dijeran qué hacer, así que para matar el tiempo y aprovechando que estaba en una fiesta, arrastró a su chica a la pista de baile, en ese momento comenzó a sonar una melodía lenta, perfecta para ellos, con total seguridad rodeó su cintura y ella colocó sus brazos alrededor de su cuello, no rompieron el contacto visual en ningún momento y comenzaron a moverse al ritmo de la melodía, por unos tres minutos, se permitieron disfrutar del ambiente y perderse en los ojos del otro, lo cual les costó un poco por los antifaces que tenían puestos pero lo lograron y se desató una pequeña lucha entre un cálido café y un llamativo azul, una bella combinación.

— Hey tortolitos, ya es hora, el objetivo está cerca del lago, hablando con un hombre alto, bastante alto, vayan allá y establezcan una conversación, no le pregunten sobre su familia o algo parecido, solo hablen de la fiesta, rubia, tu lo distraes mientras tu noviecito le pone el chip rastreador en la chaqueta.

Y ahí estaban las indicaciones, bufaron mientras dejaban de bailar, con sus manos unidas se dirigieron hacia el lago y ahí lo vieron, hablando con el dichoso hombre alto y vaya que era alto, parecía de dos metros y más. Se mantuvieron un poco alejados, fingiendo que estaban mirando el lago hasta que sucedió, el gigante se había retirado y el anfitrión de la fiesta estaba allí, por lo que se acercaron a él.

— Que encantadora fiesta, felicidades .— saludó cordialmente la chica con un tono educado, como el que le había enseñado su padre.

— Muchas gracias, querida, espero que lo estén disfrutando .— dijo el conde de Markovia, un hombre de pelo canoso pero de cuerpo bastante esbelto para su edad.

— Claro, cómo no disfrutar la fiesta del gran conde?

El hombre rió cerrando sus ojo por un segundo, momento perfecto para que el velocista le pusiera el chip en la chaqueta y así lo hizo, aquel movimiento pasó totalmente desapercibido por el hombre y los miró con gracia, pero los dos sabían que era un total desgraciado que fingía ser una buena persona.

— Bueno, los dejo, sigan disfrutando y siéntanse como en casa .— se despidió haciendo una leve reverencia para luego alejarse de allí.

La pareja se mantuvo sonriente por unos segundos y cuando estuvo lo suficientemente lejos pudieron respirar, ni siquiera se habían dado cuenta de todo el aire que tenían retenido hasta ese momento.

— Un movimiento en falso y nos hubieran asesinado los de la mafia .— bromeó el chico pasando su brazo alrededor de los hombros de la rubia, quien lo miró sonriente y besó su mejilla.

— Ahora, quedémonos unos minutos más y luego nos vamos, tenemos un avión que tomar.

El castaño asintió de acuerdo, ya era hora de volver a casa luego de estar una semana en este país, era bello, eso no lo negaba, pero no pudieron disfrutar nada de este viaje porque tenían que ir misión tras misión, hoy finalmente era su último día y se sentían aliviados.

(...)

El par agarraron con firmeza su equipaje de mano, estaban a nada de subir al avión que los llevaría a Estados Unidos y apenas podían mantener sus ojos abiertos, estaban agotados. Le entregaron sus pasajes a la chica que estaba en la puerta y los dejaron entrar, no les costó mucho encontrar sus lugares, así que dejaron sus bolsos en los compartimientos superiores y se dejaron caer en los asientos, pero manteniendo sus manos unidas en todo momento.

— Siento que dormiré todo el viaje .— murmuró el chico con sus ojos cerrados.

— Yo igual, tendrán que tirarnos agua al llegar o llamar a papá para que nos venga a buscar.

Rieron vagamente y se acomodaron, sus asientos no tenían nada que los separara así que él pudo recostar su cabeza con facilidad en las piernas de la chica y ella tiró su asiento más para atrás.

— Te amo, Leah Wayne.

— Yo también te amo, Wally West.

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