[2] Untouchable

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-Isaac-

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-Isaac-

Lo primero en lo que suelo fijarme cuando conozco a alguien son sus ojos. No sé la razón ni por qué me fascinan tanto, pero no puedo evitarlo.

Mis ojos favoritos son los de Adrián y Eva. Puedo ver los míos propios reflejados en ellos. Azul claro como el cielo, o el agua cristalina de algunas playas. Ambos son perfectos y me encanta todo de ellos, pero no puedo evitar sentir un orgullo inmenso cada vez que me miran y veo ese azul en sus iris.

Otros ojos que me encantan son los de Andrea. Ella es mi compañera de trabajo —el trabajo del fin de semana— y una de las personas más expresivas que conozco. En resumidas cuentas, puedes saber lo que se le pasa por la cabeza con tan solo contemplar su rostro. Esto también aplica a sus ojos. Son marrones y grandes, siendo lo que más resalta de su cara y lo que estoy observando ahora mismo.

—¿Acaso me estás escuchando?

Claro que no lo estoy haciendo, pero no se lo voy a decir. Asiento con el mayor convencimiento del mundo y salgo de mi ensimismamiento poco a poco sin que se dé cuenta. Andrea bufa y apoya la espalda en la pared de ladrillo mientras apura el cigarro que tiene entre los dedos.

—Seguiré fingiendo que te interesa lo que digo porque no tengo a nadie más con quien hablar.

—Vaya, gracias. Qué amable —ironizo.

—Cuando te insulto sí que escuchas. —Pone los ojos en blanco y me encojo de hombros—. Como sea. Ismael me ha vuelto a llamar.

—¿Ismael? ¿Qué quiere?

—¿Tú que crees? —Hace un gesto bastante sugerente que no deja espacio a duda y pongo una mueca de disgusto—. Sí, exacto. Esa es la misma cara que se me quedó a mí cuando vi el mensaje.

—Creía que lo vuestro había acabado. —Andrea intenta responder, pero la corto con una mirada severa—. Y que lo habías bloqueado de todas las redes sociales.

—Lo hice, pero luego me arrepentí. —La culpabilidad se marca en su semblante y niego con la cabeza.

—Te vas a arrepentir más si le dejas seguir siendo parte de tu vida.

Andrea sabe que digo la verdad, pero si posee algo es testarudez. Defenderá su posición aun así sea consciente de que tiene las de perder.

—Nunca se sabe. Nuestra relación no era tan mala después de todo...

—Ya, sigue mintiéndote a ti misma.

Me alejo de su lado en dirección a la puerta trasera por la que salimos en estos treinta minutos de descanso y mi compañera me pisa los talones tras soltar un gruñido y tirar el cigarrillo al suelo.

—Eres un chico peculiar, ¿lo sabías? —dice a mis espaldas. Una vez dentro río por lo bajo mientras me coloco de nuevo la chaqueta del uniforme.

—Tengo veintiséis años, creo que ya va siendo hora de que sustituyas el término "chico" por "hombre".

Llámalo como quieras [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora