"Paso 2: "Recargate en mi hombro" pt.3

136 25 6
                                    

Le había soltado a Fluke el discursito aquel de que a los dos nos hacía buena falta descansar, pero aquella noche no pude pegar ojo. Me pasé la noche entera dando vueltas en mi chirriante cama, atormentado por mis pensamientos.

Estaba a punto de destruir su carrera deportiva sólo para satisfacer mis sentimientos egoístas. Si nos convertíamos en amantes, la furia de la sociedad nos atacaría, nos destruiría por completo.

Podría llegar, incluso, a destruir lo que sentíamos el uno por el otro. Yo no estaba tan seguro de que el amor pudiera sobrevivir a algo así.

Puesto que no tenía experiencia en el amor, no disponía con información en la que basar una opinión. Finalmente, empezó a amanecer y los pájaros empezaron a cantar en los bosques cercanos. Cantaban como enloquecidos, pero su canto era también dulce. Me quedé allí tendido, escuchando, temblando de nervios, hasta que decidí levantarme y afeitarme. Temblaba tanto que apenas podía sostener la máquina de afeitar.

Me observé en el viejo espejo salpicado de óxido de mi cuarto de baño y me asaltó ese tremendo terror que tienen los gays a envejecer. No existe sociedad, ley ni convención social que pueda mantener unidos a dos gays.
Todo se basa en los sentimientos y en el atractivo personal, es decir, que tu compañero se esfuma en cuanto dejas de resultarle deseable.

Acaricié mi cabello con ambas manos. Mi cabello no estaba del todo mal, aunque el color castaño había adquirido un matiz gris plomo. Tarde o temprano, sin embargo, empezaría a quedarme calvo.

En mi rostro bronceado podía reconocerse a aquel joven que veinte años atrás corría la milla por su universidad, pero el sol y la amargura habían dejado huellas profundas. Mi cuerpo y mi piel eran lo mejor que tenía, pero… ¿cuánto tiempo me durarían?.
Me pregunté si alguna vez me volvería lo bastante paranoico como para empezar a usar cosméticos o hacerme trasplantes. Necesitaba un amor en el que pudiera apoyarme durante el resto de mi vida y aquello era demasiado pedir. Cuando Fluke tuviera mi edad y fuera todavía un hombre fuerte y sano, yo tendría casi sesenta años.

Tarde o temprano, me apartaría de un codazo para irse con alguien más joven, igual que en una carrera apartaría de un codazo a un desconocido.

Casi se me paró el corazón cuando lo oí llamar a la puerta. Consulté mi despertador: llegaba quince minutos antes de lo previsto. Cuando salí a la galería, el sol empezaba a asomar entre los árboles.

Fluke deambulaba junto a la casa, caminaba junto a las flores del jardín.
Llevaba una camiseta roja de manga larga, desteñida, sus pantalones cortos azules, sus zapatillas de cross sin calcetines y una cinta en la cabeza.

—Hola —dijo, alegremente.

—¿Has dormido? —le pregunté, mientras cerraba la puerta.

—Algo —dijo, con una sonrisa breve.

Ahora que había desaparecido la incertidumbre de los últimos meses, volvía a ser el mismo chico relajado y tranquilo de antes. Me di cuenta de que no estaba en absoluto nervioso.

Seguramente estaba impaciente, ya que había llegado quince minutos antes de lo previsto. Atravesamos el campo y pronto llegamos a los bosques. La mañana era anormalmente cálida y enseguida empezamos a sudar.

—Mantén un ritmo de cuatro minutos y medio por kilómetro —le indiqué—.

Hoy es un día de descanso.

—¿Cuatro minutos y medio? — repitió—.

¡Dios mío! —estaba acostumbrado a un ritmo mucho más rápido, de tres minutos por kilómetro, pero lo ajustó a los cuatro y medio que yo le había pedido y se mantuvo a ese paso con su habitual y asombrosa precisión.

El corredor de fondo (adaptación OhmFluke) -Libro 1-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora