"Paso 2: "Recargate en mi hombro" pt.2

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Hacia las tres y media de la madrugada, decidí que lo único que podía hacer era irme a correr, así que me puse mi ropa y mis zapatillas de entrenar y salí. Todavía era oscuro, pero la claridad empezaba a asomar por el este y ya se oía cantar a los primeros pájaros en la oscuridad del bosque.

Era esa clase de mañana primaveral que yo adoraba, pero el canto de los pájaros me pareció triste y agobiante. Corrí unos cuarenta kilómetros en tres horas. La carrera me hizo entrar en un estado de trance absoluto que vació mi mente, pero estuve a punto de derrumbarme durante los últimos diez kilómetros.

Tenía las piernas doloridas y entumecidas. Cuando llegué al campus, estaba agotado, mareado, tembloroso y más nervioso que nunca.

Yo regañando a Fluke por practicar en exceso y ahora yo también estaba físicamente al límite.

Aquella tarde, dirigí la clase de yoga de los equipos masculino y femenino. Como siempre que el tiempo era agradable, hicimos la clase sobre el césped del área interior de la pista.
Fluke no era el promotor de esa clase:
empezamos el año anterior, cuando nos dimos cuenta de que algunos corredores de otras universidades utilizaban el yoga como ejercicios de estiramiento. La flexibilidad es básica para los corredores, especialmente a la hora de evitar lesiones.

Me dediqué a pasear entre las filas de chicos. Las chicas estaban a mi izquierda, con sus trajes rojos de gimnasia, y los chicos, con sus trajes azules, a mi derecha. Formaban ordenadas hileras de cuerpos jóvenes y flexibles, que obedecían mis órdenes y adoptaban primero una postura de yoga, luego otra.

—Postura del arado —dije.

Estaban arrodillados y se inclinaron lentamente hacia atrás, hasta que sus cabezas rozaron el césped. Todos excepto Fluke, que estaba en la posición del loto, en la segunda fila del equipo masculino.

Permanecía sentado, un poco encogido, y arrancaba lentamente los dientes de león del césped. Su expresión parecía extrañamente vacía. Claro, me dije, lo has rechazado sexualmente y lo has humillado. Seguramente te odia. Sin embargo, aquella pasividad suya me enfureció. Estaba agotado y tenso, y perdí el control por completo.

—¡Fluke Natouch! —le ladré.

Alzó la mirada hacia mí, despacio.

—¡Postura del arado, rápido! — dije.

Bajó la mirada y siguió recogiendo dientes de león. Hizo un pequeño ramillete y se lo puso en la boca. Seguí caminando entre las hileras. Tenía por costumbre no demostrar ante nadie ningún favoritismo hacia mis tres mejores corredores y aquel era un buen momento para mantenerme firme en mi postura.

—Fluke—dije entre dientes, temblando de rabia.

Estaba furioso con él porque estaba convirtiendo mi pacífica existencia en un caos. En lugar de adoptar la postura del arado, se puso en pie muy despacio y me miró directamente a los ojos, con aquella mirada vacía e inocente. Tenía los labios cubiertos de polen. Los chicos abandonaron sus expresiones meditativas y dirigieron las miradas hacia nosotros.

Esperaron, arrodillados.

—Tú eres el que quiere ir a Montreal —dije.
Dejó caer los dientes de león, dio media vuelta y se alejó. En sus gestos había algo del soldado horrorizado por la batalla. Indignado, decidí que un poco de disciplina militar lo haría volver en sí. Me alejé de las hileras de chicos y fui tras él.

—Fluke —ladré.

Me miró.

Le abofeteé la cara con fuerza, procurando no darle en las gafas.

El corredor de fondo (adaptación OhmFluke) -Libro 1-Where stories live. Discover now