Capítulo 02

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Kimetsu No Yaiba
"Maestro"

Cuando todo se ha perdido la sangre es una clara señal de la muerte y la misma no va a estar satisfecha hasta que haya saciado su sed.

—O-Okaa-sama... —murmuró abriendo lentamente los ojos, asimismo, tuvo que cerrarlos repentinamente gracias a los rayos de sol.

El aroma de las brazas le generó repudio, pero más lo hizo el olor de la sangre que provocó que se siente de golpe en medio del caos. Las voces lo abrumaron y lo aturdieron debido a su bullicio, pero respirando con dificultad trató de concentrarse para ponerse de pie y contemplar lo que le produjo unas inmensas ganas de vomitar.

El templo del pueblo se había reducido a cenizas que el viento soplaba mientras acariciaba los rostros de las personas heridas. Muerte. Se llevó una mano hacia el pecho sintiendo nuevamente aquel calor invadirlo, ya que la destrucción no para de girar a su alrededor mientras contempla a personas vestidas de negro ayudar a los pocos sobrevivientes de aquella masacre nocturna.

—O-Okaa-sama... —susurró, girándose en el lugar hasta encontrándose con una mano bajo los escombros.

El kimono negro manchado por aquel charco de sangre logró calar en él un sentimiento alarmante.

No tardó en correr en su dirección esquivando el agarre de un hombre de negro que pedía examinarlo. Se sentía ciego ante la situación que estaba viviendo, por lo que, no le importó nada, aferrándose a los escombros empezó a tirar de ellos para liberar a su madre.

La fuerza descomunal dejó sin aliento a esos que comprendieron la situación sintiendo su presencia abatida.

—O-Okaa-sama... —lloró desesperado sin tener consuelo cuando sus manos se lastimaban con facilidad y su vista empezaba a deteriorarse por la mañana—. ¡Despierte, okaa-sama! —exclamó una y otra vez al lanzarse a un lado de la mujer para aferrarse a su delicada mano, la misma que había sido manchada por las cenizas—. Por favor, por favor, por favor. ¡No me deje! ¡No puede dejarme solo! —sollozó aturdido, aferrándose a ese cadáver destrozado—. ¡Ah!

Las lágrimas trazaron la palidez de aquel niño que en un grito enseñaba sus colmillos afilados y ojos rojos con pupila rasgada al igual que un felino.

—¡Yo prometí que iba a protegerte!

El dolor no puede describirse, ni mucho menos se puede explicar cuando presiona con firmeza nuestro pecho. Es eso lo que siente Keitaro mientras su mente se siente ida y deja salir esa bestia irracional que rompe su corazón, pero mordiéndose el labio con fuerza se produce daño a sí mismo para no desviarse del camino.

"Yo se lo prometí."

—¿Cómo te llamas?

En un acto involuntario atrajo hacia sí el cuerpo de su madre y lo apartó de aquel sujeto con cabellos flamantes. Gruñó como una bestia advirtiéndole que si daba otro paso más iba a atacar, pero verlo de rodillas e injustamente ser agarrado por el cuello de su kimono blanco lo obligó a entrar en razón.

Se aferró a las manos fuertes del hombre con ojos bonitos mientras las lágrimas se apoderaban de su mirada.

—K-Keitaro Kibutsuji.

Su madre había dicho que ese es su nombre y que jamás debe negarlo así todos se pongan en su contra, porque él no tiene nada que temer y nada que ocultar.

Keitaro Kibutsuji | «Kimetsu No Yaiba: "KYOJURO RENGOKU"»Where stories live. Discover now