7.

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Faltaban siete meses para que cumpla los diecisiete años.

Pero se sentía poseedor de una madurez extraordinaria, independiente y bien formado. Era cierto, Liam era bastante moderado, justo y seguro de sí mismo, capaz de hacer los deberes del hogar para facilitar la vida a sus padres, también era buen estudiante y atleta, se esforzaba por ser digno de su orgullo.

Cumplía su rutina matutina con compromiso. Salir a correr a las cinco de la mañana, regresar una hora después a regar las plantas de la cocina, poner una tetera de agua y el café, ducharse, vestirse en el uniforme escolar, bajar a desayunar y salir a la escuela. 

Todos quienes lo conocían lo admiraban, ya sea por su buen humor, su amabilidad, su deslumbrante sonrisa o su responsabilidad. Era seguido por muchos compañeros, querido por sus maestros, inspiraba en el resto liderazgo y confianza. "Buen chico" "Señor popular" "Roba corazones" podría ser lo que varios usaran para describirlo, su personalidad demostraba estar llena de cualidades y atributos, nadie cuestionaba que Liam era "el chico perfecto".

Pero Liam aún se sentía solo, en el fondo sabía que necesitaba algo que no tenía. Él no pensaba en Zayn, no lo recordaba bien, ya no le importaba como al principio. Ya había pasado la página aparentemente.

La vida en Londres era tan interesante y llena de actividades que había olvidado por completo que tenía un amigo esperando en Bradford, que alguna vez había llorado noches enteras, o eran quizá recuerdos que su cerebro reprimía. Ben había ocupado el puesto de mejor amigo, con él hacía casi todo, ir a clases, hablar de cualquier cosa, estudiar juntos, salir en grupo, pasar las tardes en la casa de uno o del otro, los fines de semana en el centro de la ciudad. Y con todo eso compartido, Liam no sentía el mismo vínculo que alguna vez había sentido con Zayn y olvidado.  Además, Ben era bastante relajado y para nada intenso.

—Bro, ¿cómo te alcanza el tiempo para leer todo lo que piden, hacer todas las tareas y tener una vida social activa? Estás demente —le reclamó Ben empujándolo cuando llegaron a casa de Liam luego de almorzar. Poseía una voz distendida y muy graciosa debido a los cambios de la pubertad.

—¿Alguna vez has escuchado hablar sobre el justo medio?

—¿Qué mierda es eso? Alguna cosa de locos como tú.

Liam rio en alto, tenía una risa un poco aguda cuando se emocionaba, aterciopelada y que contagiaba al resto. 

—Solo trato de vivir mi vida de esa forma. Muy recomendado —le dijo con seriedad fingida y se echó a reír.

—Préstame algo de ropa para lo de esta noche.

—Claro o podrías lavar tu ropa, solo es presionar unos cuantos botones, Big Ben.

Ben le dio otro empujón divertido y corrió a su cuarto. 

Karen vivía una vida de rutina, se había vuelto la esposa pasiva que espera con la comida lista, sentía que una soledad reinaba en su casa. Su hijo adolescente era tan encantador que casi siempre estaba fuera, y aun así lograba mantener sus calificaciones y prácticas de fútbol. Ella lo adoraba y no quería obligarlo a estar con ella, por eso se había unido a un club de lectura de la comunidad, ya era la tercera reunión a la que asistiría aquella noche. Estaba terminando de dejar la comida servida, para poder salir cuando el teléfono de la casa sonó. Ben y Liam estaban en el segundo piso cambiándose luego de haber vuelto de su salida en grupo a la hamburguesería. Fue y contestó, ya sabía quién era y qué diría.

—Dime, Geoff.

—Hola —dijo él sorprendido por el seco saludo—. ¿Liam está en casa?

Inevitable |Ziam| En ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora