CAPÍTULO 9 - Un regalo especial.

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Lo habían conversado todo. Lo primero que la señora Barton haría, sería trabajar con la mentalidad de las chicas como lo había mencionado. Para ello necesitaba demostrarles a esas dos que valían la pena, las tomó y se las llevó a una habitación con un gran pero gran armario. Parecía un armario lleno de disfraces, Mirabelle & Glory no tenían interés en cosas como esas. ¿O tal vez un poco sí...? Pero su incomprensión les impedía verlo.

Bien. Quédense quietas. —Los miró. Estaban serias— Se tienen poca vergüenza entre ustedes, ¿verdad? —Preguntó la mujer en tono de burla, para ablandar el ambiente.
Mirabelle & Glory no pudieron evitar sonreír levemente, pero luego, recuperaron su compostura y regresaron a la sólida seriedad.

La mujer comenzó a correr vestido por vestido en el vestidor, había de todos colores, encajes, telas y diseños.

Realmente poseía dinero y lujos esa mujer. Bastaba con ver su casa. Si esto era así, entonces, no era una locura, ¡realmente había hombres que pagaban una fortuna por mujeres! A cualquier persona esto le sorprendería, pero la prostitución en Londres victoriano iba aumentando exponencialmente cada año.

¿Qué haremos...? —Preguntó Glory Lowell mientras observaba sin comprender aún.
Seguro que es probarnos ropa—Explicó Mirabelle.
Así es—Contestó la señora Barton a secas, mientras buscaba vestido tras vestido, de pronto se le iluminó la cara—¡Aquí está! —Exclamó con satisfacción, se giró hacia Glory y se lo lanzó en los brazos, esta lo recibió con dificultad y miró con extrañeza a Mirabelle, quien sólo encogió los hombros y le susurró "sólo acéptalo"—Y este... para la pelirroja...—Murmuró la señora Barton.
Me llamo Mirabelle... —Dijo algo ofendida.
Ya lo sé, María... —Divagó la señora Barton a propósito, mientras extendía el vestido—Tranquila, querida, ya lo sé —Rectificó—sé tu nombre de memoria. Pero dejemos esos formalismos que van de acá para allá y también la desagradable seriedad, ahora seremos como madre e hija... —Un silencio incómodo se formó en la habitación, ciertamente ninguna madre (o al menos no una que mereciese ser llamada madre) vendería a sus "hijas" a hombres—Bueno, pero al menos no les estoy prostituyendo—Se excusó, extendiéndole el vestido.

Las chicas suspiraron. Ahora poco pensaban en todo esto. Sólo dejaban que las cosas fluyeran, no podían hacer más y vaya, que les agradaba estar en un lugar, cómodo, con estilo, lujos y que las protegiera del frío. Esa casa era como un refugio, la chimenea casi calentaba todo el lugar y el frío de afuera se veía sólo amenazador cuando se le miraba por la ventana.

Posaron sus ojos con detalle en sus vestidos, el vestido de Glory era celeste, parecía el vestido sacado de un cuento de hadas, de una tela delicada pero firme, de calidad, sentía el roce suave sobre los encajes complejos y bien unidos, perfeccionados casi como por los mismos dioses, y aquellas costuras... precisas y determinadas, que entallaban en su forma a toda una figura femenina y de ensueño.

El de Mirabelle no se quedaba atrás, era casi blanco, beige, que no brillaba más que su palidez, pero sí hacía un contraste angelical con sus increíblemente rojizos cabellos bañados de en una esencia casi misteriosa de seducción, romance y pasión. Aquellas figuras jóvenes lucían como una novela de ficción de la época. Hermosas, de rasgos finos, tenían un aura de exquisitez, que, en contraste con sus simples personalidades y mentalidades mediocres, a la señora Barton, no les hacía juego. Por eso para ella, lo primordial era cambiarles la mente, hacerlas creer en sí mismas y si era necesario, corromperlas un poco, sin intereses personales ese juego no andaría bien.

Luego se retiraron de la habitación y partieron a la habitación que se les había asignado a las dos provisoriamente y que ahora era por fin de ellas, por haber aceptado el trato. Allí la señora Barton les dio una instrucción simple "Glory, te cambiarás en el baño, con la puerta cerrada. Mirabelle, te cambiarás acá en el cuarto. Giraré estos espejos, no se miren en ellos hasta que se hayan cambiado y me hayan llamado, tú Glory esperarás a mi señal" las dejó entonces solas, se cambiaron y luego Mirabelle llamó a la señora para que esta entrara y le viera. La señora Barton casi se desmaya de la ilusión.

ORFANDAD♟️[EN HIATUS] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora