24. LA JAULA SIN BARROTES

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Cupido en realidad fue otro de los muchos que hubo.

En realidad, su historia no es distinta a la de los demás, porque acabó descubriendo lo mismo que tú y que yo. Porque lo descubriste, ¿verdad?

«¿Qué descubrió Cupido y qué tuve que descubrir yo?».

Cupido descubrió que había flechas que merecían ser paradas con el pecho en pos de ver florecer una sonrisa. Cupido descubrió que ningún agujero que te dejase la flecha iba a ser más grande que el que había dejado esa sonrisa.

«¿Por qué habría yo de querer parar una flecha por nadie?».

En realidad, Cupido descubrió que no había nada en el mundo que no quisieses parar por ese alguien, por lo que la pregunta debería ser cuántas flechas has parado sin percatarte de ello.

A veces, en muchas ocasiones, no te das cuenta de que eres diana hasta que es tu arco el que pierde el objetivo.



Taehyung se dio la vuelta con el corazón en un puño. La figura de Jungkook se alzaba ante él con sus alas extendidas a media altura. Su postura era irregular. No podía mantenerse bien en pie. Su lengua pasó veloz por sus labios, humedeciéndolos, observando y analizando a la criatura. ¿Era él? ¿O era otra especie de espejismo extraño?

Arrugó el ceño por la preocupación cuando el rostro del pelinegro se tensó e hizo una mueca. Sus alas se encogieron de repente, contrayéndose como si hubiesen recibido una descarga. Sus ojos viajaron con rapidez hasta su rostro, perlado por el sudor. La imagen de Jungkook tirado en el suelo zumbó a su mente. Su desasosiego regresó al momento e intentó dar un paso para acercarse.

—¿Qué haces aquí? —repitió de nuevo con dificultad.

—Jungkook —Se paró en seco. Si no era real, desde luego que lo parecía. Era tal y como lo había visto siempre: pálido, con sus ojos oscuros, que volvían a ser plateados, sus alas, su voz...

—Responde, maldita sea —gruñó por el dolor que sentía.

Su cuerpo se dobló sobre sí mismo y sus alas cayeron inertes sobre su espalda esta vez. Agachó la cabeza y apoyó la rodilla en el suelo para intentar mantener el equilibrio.

—¡Jungkook! —Se acercó corriendo—. ¿Estás bien? —dijo ignorando completamente sus preguntas. Cuando sus palmas lo tocaron, tuvo que retirarlas al instante. Estaba ardiendo. Era la misma sensación que la de la marca en su omóplato. Quemaba de la misma forma—. ¿Por qué estás ardiendo? —dijo con la voz temblorosa—. ¿Qué te está pasando? —Intentó buscar alguna herida—. ¿Qué te duele? —Quería acercarse más, quería ayudarlo. Era como tocar fuego. Y eso fue la pista que le confirmó que se trataba de él de verdad.

Jungkook exhaló con brusquedad e intentó ponerse de pie, cosa que logró no sin tambalearse. Parpadeó varias veces para poder enfocar el cuerpo de su pactante y respiró lentamente.

—¿Cómo has llegado hasta aquí? —Quería que le respondiera, no que se preocupara por él.

—No lo sé... —murmuró—. No sé dónde estoy. Solo recuerdo que estábamos en... —Se sonrojó un poco al recordarlo—. Bueno, que tú estabas durmiendo —intentó seguir, pero otro gruñido lo interrumpió. El pelinegro se tensó por completo al oírlo. Se había dormido. Se había quedado dormido. Aquello no podía estar pasándole. Apretó la mandíbula y sus ojos resplandecieron con furia—. Jungkook —lo llamó con cautela—, ¿qué es este sitio? ¿Qué fue lo que vi?

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Where stories live. Discover now