Llegamos a su Camaro, pero no entró; se quedó mirando el vidrio de la ventana del copiloto mientras se mordía el labio con fuerza. Le dio un ligero puñetazo y me miró parpadeando varias veces.

—Todo terminó bien, ¿no? Supiste manejarlo, yo no —trató de sonreír pero sus labios solo lograron torcerse.

—Por supuesto que no supe manejarlo, tuve ayuda. Por eso te digo, no tienes que cargar con esto solo. Lo hayas dejado o no; las heridas están ahí; lo que te hizo Byou está ahí —me atreví a decir.

—Maldito Nao —siguió mirando al vidrio—, sabía que no podía confiar en él.

—No me lo dijo Nao, es obvio —giré los ojos—. Crees que si lo mantienes oculto, le estás haciendo un bien, pero no es cierto. Shou no merece que lo protejas, necesita entender que todo lo que ha hecho tiene consecuencias, que si bien, no fue su culpa ni tuya, lo que hizo Byou. No fuiste con él, ¿cierto? Prefieres tragarte todo lo que sientes para no herirlo y eso no se lo ha ganado.

Sakito me miró con odio que sabía que no estaba dirigido a mi realmente—. ¿Crees que no se lo dije para protegerlo? —trató de reír, aunque falló no desistió de mostrarse insolente—. No lo dije porque no quiero que me vean justo como me ves ahora, con lástima. No quiero que pregunten por qué no me defendí, por qué dejé que me tocara, no quiero tener que dar explicaciones de mi estupidez...

Lo tomé de los hombros aunque se resistió bastante—. Sakito, no es tu culpa. Tu no hiciste nada malo —perdí la cuenta de las veces que le había dicho aquello a Kouyou.

—¿Por qué siento que si hubiera sido un poco más fuerte estaríamos bien? —no era una pregunta de la que necesitara respuesta, solo me miró y caminó hacia la puerta del piloto—. Te veo en el hospital.

Prendió el auto y se alejó. Me quedé estático varios minutos contemplando lo que había pasado en esos días, lo rápido que había cambiado mi vida de nuevo, como si realmente la tranquilidad nunca hubiese llegado y solo hubiera sido un sueño. Parecía como si hubiera sido ayer que Kouyou y yo habíamos huido, que lo había visto drogarse hasta el cansancio. Que habíamos estado en el hospital o habíamos asistido a reuniones de ayuda, que se había graduado de la universidad o incluso que hubiéramos regresado a Tokio. Todo parecía tan efímero de pronto, aunque el doctor me había dicho que Kouyou se recuperaría, había una sensación en el pecho que no me dejaba en paz, como si apenas lo peor estuviera a punto de comenzar.

Di media vuelta para caminar a mi auto, cuando me encontré a Kazuki de frente. No tenía idea de cuanto tiempo llevaba ahí, sin embargo lucía bastante ansioso. Caminé apresuradamente hacia donde se encontraba, recargado en un sedan de color plateado que estaba seguro no era de él, solo lo había utilizado para recargarse mientras yo hablaba con Sakito.

—¿Ahora me estás espiando? —Traté de sonar relajado pero el semblante del otro no cambió.

—Aoi, escúchame —dijo apresuradamente, las palabras quedaron en el aire cuando escuché sonido de lo que pareció ser un disparo.

Me di vuelta temiendo lo peor, mis sospechas se confirmaron en el momento en el que vi a cinco matones caminar hacia mi, con enormes armas en las manos.

—¡Corre! —Le grité a Kazuki sin pensar mientras yo hacia lo mismo, el menor detrás de mi a buen paso.

—¿Qué demonios? —dijo entrecortadamente mientras nos metíamos por un callejón—. ¿Los conoces?

—Le pusieron precio a mi cabeza —expliqué, saltamos una enorme cerca. Los disparos se escuchaban muy cerca de nosotros, no me atreví a mirar atrás.

2Fast, 2Beautiful [The Gazette]Where stories live. Discover now