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Los pasos resonaban fuertemente en la fría y amplía estación de trenes del Capitolio, Coriolanus giró levemente para comprobar que la persona que lo acompañaba aún lo seguía, sonrió levemente al notar que Reverie miraba concentrada el suelo para evitar que sus zapatos se ensuciaran con uno de los tantos charcos de agua que descansaban en el lugar. Continuó caminando hasta llegar al lugar en donde los vagones paraban para descargar la carga que contenían.
Reverie chocó con la espalda del chico y soltó un pequeño quejido, pero inmediatamente se incorporó y peinó ligeramente algunos de los mechones que cubrieron su rostro debido al brusco detenimiento de su andar. Se colocó a un lado de Coriolanus, el cual solamente observaba algunos de los vagones y saludaba levemente a algunos de la paz que rondaban por el lugar.
— Sabes que esto no es una buena idea, ¿Cierto? — dijo mientras cruzaba sus brazos y balanceaba su cuerpo.
— Yo creo que es una buena idea — Coriolanus agachó levemente su cuerpo para susurrarle esto a la rubia — Mis ideas siempre son buenas.
Reverie frunció su ceño y lo miró a los ojos, notando que su sonrisa no desaparecía de su rostro. Ella conocía a Coriolanus muy bien, inclusive más de lo que el chico parecía ser consiente, y para ella no era normal que su amigo, alguien quién trata de aparentar un estatus social alto, de la nada le propusiera ir a saludar y entablar una relación de confianza con los tributos.
— ¿A quién le robaste la idea? — se acercó ligeramente a él — No te queda el papel de ser el mentor que busca formar una amistad con su tributo.
Coriolanus elevó su ceja y aparto sus ojos de la chica con un deje de molestia, lo había descubierto, y eso no le agradaba del todo.
— Olvida eso, y mejor dime qué estrategia tienes para agradarle a tu tributo.
— Simplemente hablaré con ella — Reverie elevó sus hombros sin importancia. — No necesitó hacer algo más. Y tú, ¿Qué piensas hacer para ganarte la confianza de la niña arcoíris?
La chica elevó ligeramente su ceja al notar un cambio ligero en el rostro de Coriolanus al nombras a su tributo por ese apodo.
— ¿Qué?, ¿A caso también tocó tu corazón con esa rara canción? — dijo burlonamente al notar la rosa que sostenía en su mano.
— Estás interpretando las cosas de la manera incorrecta — Coriolanus aclaró su garganta y dio un leve golpe a la nariz de la chica con la rosa — Hablaré con ella, le daré la rosa y hará lo que quiera. Así podré ganar mi premio.
— Es bueno tener algo de esperanza — le dijo asintiendo levemente — Pero no esperes demasiado de ella.
Coriolanus observó como su amiga comenzó a caminar lentamente por la estación, despareciendo levemente en el momento en el que el vapor y humo que los vagones trajeron consigo molestaron su vista.
