Apreté más su mano contra el árbol y le hablé con mucha más fuerza que antes:

—Bajo este árbol te abrí mi corazón y te conté sobre mi madre, y bajo este árbol tú hiciste exactamente lo mismo y me contaste sobre Ana. Aquí también está enterrado mi cactus, el regalo más especial que me hizo mi mejor amiga. Tú lo enterraste por mí y me dijiste que yo era una de las dos únicas cosas que te hacían sentir mejor y olvidarlo todo. Bajo este árbol vi las estrellas por primera vez en más de diez años, contigo, y me dijiste que no tenía nada que temer, que estabas conmigo.

Las lágrimas inundaban mi rostro y me nublaban la visión.

—También aquí me dijiste que ya no imaginabas tu vida sin mí y me besaste —continué—. Y aquí aprendí a superar mis miedos, en tus brazos. ¿Tengo que llevarte por cada rincón de la clínica y recordarte todo lo que hemos vivido juntos? Mírame a los ojos y dime que no vale la pena, que ya no me quieres. Solo si logras decirme que cambiaste de idea respecto a mí y que ya no te importo, daré media vuelta y nunca más me verás. De lo contrario, olvídalo, porque no pienso alejarme de ti.

Sentía lo mismo que yo, la tristeza en su mirada lo confirmaba.

—¡Hazlo, Jim Thomas! —lo incité y solté su mano—. ¡Mírame y dime que no me quieres!

—Bessie —susurró—, no podemos hacer esto... No hay manera de hacerlo.

—¡Sí la hay y vamos a encontrarla! La vida no terminará porque vivamos lejos, Jimmy. La maldita distancia no es una excusa válida para perder todo lo que tenemos juntos, todo lo que sentimos. Nos quedan unos pocos días antes de que las cosas dejen de ser como son ahora. ¿Vas a desperdiciarlos en esto o vas a aprovecharlos teniéndome entre tus brazos antes de que tengamos que vivir separados?

—Todo lo que hemos construido es tan frágil como un castillo de naipes, puede colapsar en cualquier momento. Tú también lo sabes.

—Quizás... quizás es cierto y no podemos hacerlo. Pero, incluso si todas mis esperanzas son inútiles, son lo único que tenemos ahora. Para mí eso es suficiente.

—Yo no estoy listo para esto, Bessie —confesó entre lágrimas—. No estoy listo para perder lo único que me ha hecho feliz en toda mi vida... Siento que el día que ponga un pie fuera de este lugar despertaré como de un sueño. Tú no serás real y te habré perdido para siempre.

—Jimmy... —Me acerqué, tomé su rostro entre mis manos y lo miré a los ojos—. Nada de esto es un sueño, tú también me haces muy feliz.

Posé mis labios sobre los suyos y los dejé ahí un instante. Su boca sabía a la mezcla de sus lágrimas y las mías. Ese sabor salado era el sabor del dolor y del miedo. Lo besé con todas mis fuerzas, de cualquier modo.

—¿Eso no te pareció lo suficientemente real? —pregunté cuando nos separamos—. ¿Sigues pensando que soy un sueño?

Sonreí y me imitó, de un modo casi imperceptible y con el rostro todavía húmedo.

—Basta, Jimmy, detén toda esta locura y vamos conmigo. Vivamos felices estos últimos días y ya luego veremos qué hacer. Encontraremos una manera, lo prometo.

***

Todo lo que estaba ocurriendo era demasiado irreal para asimilarlo. Jimmy se marcharía, estaba a un par de días de quedarme sola en ese lugar, incluso más que al principio.

La diferencia estaba en que, en esa ocasión, una parte muy importante de mí estaría fuera de la clínica, luchando contra sus demonios por su cuenta. Ese sería tal vez el mayor reto al que se enfrentaría en toda su vida: reincorporarse al mundo real.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Where stories live. Discover now