Capítulo 18

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Dedicado a ItzabellaOrtacelli

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Dedicado a ItzabellaOrtacelli

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Cuando desperté en la mañana, permanecí un rato sentada en la cama. ¿Todo había sido un sueño? No podía creer que Jimmy fuera mi novio, aún no lograba acostumbrarme a la idea.

«Jimmy es mi novio», me repetí, tratando de interiorizarlo y de dejar de pensar que era una fantasía.

Jojo se puso eufórica al saberlo y le faltó muy poco para despertar a todas las chicas del piso con sus chillidos de alegría. No era para menos, yo estuve a punto de pellizcarme cuando él me acompañó de regreso a mi habitación y se despidió de mí con un pequeño beso en los labios.

Estaba aterrada, pero era hora de dejar de reprimir mis sentimientos y contarle de una vez al mundo lo que sentía por él.

Habíamos celebrado Navidad el día anterior y, si hubiese estado en un colegio ordinario, tendría vacaciones de invierno. En la clínica asistiríamos al aula hasta finales de mes. Al principio, me pareció injusto. Después, al tener en cuenta lo aburrida que era nuestra estancia allí usualmente, llegué a la conclusión de que tener dos semanas libres sí que me haría perder la cabeza.

Como de costumbre, mi «Principito de rizos rebeldes» fue a buscarme. Me abrazó y me besó, y fuimos a desayunar juntos.

Al llegar al comedor, me sentí bastante incómoda. Todos parecían tener los ojos sobre nuestras manos entrelazadas. Él, por otro lado, lucía tan impasible como siempre. No tenía idea de por qué les importaba tanto que existiera algo entre nosotros. Quizás solo estaba siendo paranoica. O al menos eso esperaba.

Al entrar en el salón de clases, se hizo un silencio embarazoso, como si todos hubieran estado murmurando sobre nosotros.

Natalia estaba en su asiento y no apartaba su mirada burlona de mí. Pero andaba sola, Víctor todavía no había llegado. Por algún motivo, eso me hizo sentirme aliviada. Sabía que tarde o temprano se enteraría de mi relación con Jimmy, y también sabía que no debía sentirme mal al respecto. Aun así, consideraba a Víctor un amigo, y su vínculo con Jimmy seguía deteriorado.

Justo cuando iba a sonar la campana para sentarnos, Jimmy me miró con una sonrisilla pícara. Sin darme tiempo a pensar, me atrajo hacia él y me dio un beso fugaz en los labios.

«Dios. Santo», me dije.

Me quedé petrificada y tragué en seco.

Si antes todos creían que estábamos saliendo, él acababa de dejarlos sin duda alguna. Nos miraron con más asombro e interés que si fuéramos una atracción de circo. Bajé la cabeza y comencé a sentirme ansiosa. Poco tiempo atrás, esa situación me hubiera provocado un ataque de pánico. Estaba controlada, por suerte.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Where stories live. Discover now