Capítulo 33

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Dedicado a MariamGonzalez2

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Dedicado a MariamGonzalez2

***

Estaba decidida a huirle eternamente a Stella. Me avergonzaba solo pensar en qué me diría cuando me viera, así que apenas almorzamos desaparecí de los lugares públicos y me fui al jardín.

Después del episodio con Natalia, muchas personas me seguían juzgando con la mirada y no querían compartir espacio conmigo, de cualquier modo. Alejarme e intentar olvidar todo eso me parecía una buena opción.

Andaba sola, Jimmy estaría con Melissa esa tarde. Tenía la pequeña esperanza de encontrarme a Nick por algún lugar, me extrañaba no haberlo visto en el comedor. Ni siquiera le había podido contar lo que me había hecho la desquiciada de Natalia, el día anterior había sido una auténtica locura para mí. Aunque él ya debía saberlo —como todos los demás.

Miré a mi alrededor tratando de localizar su cabello rojizo en el blanco paisaje que formaba la nieve. Estaba acostado mirando al cielo, con ambas manos bajo la cabeza.

¿Qué diablos hacía?

—¿Nick? —lo llamé y caminé hasta llegar a su lado.

Le tomó un momento enfocar la vista y mirarme. Una sonrisa enorme se formó en sus labios con lentitud. Algo no estaba bien con él.

—Bessie Boop... —balbuceó, arrastrando las palabras—. ¡Únete a la esquina de la paz! ¿Ya te he dicho cuán linda te ves de verde?

«Mierda. Mierda. Mierda», maldije mentalmente.

Me dejé caer despacio al suelo mientras analizaba la situación. Su apariencia, su manera de hablar y de actuar; no sabía cómo ni con qué, pero no me quedaban dudas: Nick estaba drogado.

—¿Qué demonios pasa contigo? —grité—. ¿Qué te metiste, Nicholas?

—Nada, estoy feliz...

—¿Feliz? ¡Felizmente drogado!

Pensé de inmediato en su corazón, cualquier cosa que hubiera consumido podía dañarlo. Lo más sensato era llevarlo con Stella, pero si alguien lo veía de ese modo Gibson lo expulsaría sin pensarlo dos veces. ¿Qué diablos haría con él?

Y ¿de dónde había sacado drogas? Eso no tenía sentido alguno.

«Piensa, Bessie —me dije—. Tienes que decidir qué harás para sacarlo de esta».

Debía llevarlo a su habitación sin que nadie notara su estado. Quizás no había consumido tanto y su corazón no se vería afectado. Aunque, si hacía eso y algo le ocurría, todo sería mi maldita culpa.

Mientras más miraba su gran sonrisa de idiota, más quería golpearlo.

«Oh, Bendito Santo De Las Causas Irremediables Que Pueden Inducir A Cometer Un Homicidio, dame paciencia, y mucha», imploré.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Where stories live. Discover now