Capítulo 53: Deudas pagadas.

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Leo se crispó al escuchar la lista de atrocidades.

—Alex...

—No, haré lo que me venga en gana—repliqué moviendo los dedos, que hormigueaban ansiosos a mi costado. Flexionarlos aún era doloroso, y las heridas seguían tiernas, pero no importaba en lo más mínimo.

—No, no lo harás.

Clavé mis ojos en los de Leo, escrutándolo.

—En caso de que no lo hayas notado, no eres mi jefe, o mi padre, o nada remotamente parecido, así que no sé porqué debería obedecerte.

Inspiró por la nariz.

—Ya lo sé, pero no quie...

—Es porque lo necesitamos—musitó Erik a mi espalda y me giré hacia él. Su rostro estaba compungido en una mueca extraña, conflictiva.— Quiero hablar con él primero.

No pude disimular la sorpresa.

—¿Para qué? ¿Para escuchar más mentiras?

—Necesito hacerlo—sus ojos tenían un color muy claro cuando alzó la cabeza, con el sol de la tarde pegándole justo en la cara.— Quiero hablar con él.

—¿Y tú apruebas esto?—cuestioné a su padre para obtener un poco de claridad y apoyo en la nueva estupidez que estaba a punto de cometer su hijo.

—Es su decisión.

Lancé un quejido de incredulidad por lo absurdo que resultaba todo y fijé mi vista en un viejo árbol que estaba frente a nosotros para mantenerme templado.

—Bien, como sea.

—Nada ilegal—pidió Bastian y pareció sopesarlo mejor—, aún.

—Haré lo mejor que pueda. No puedo prometerte nada, lo más probable es que pierda los estribos otra vez.

—Lo sé, pero hay algunas cosas que debemos resolver antes—informó sereno y asentí con el cuello rígido, entrando a la casa junto a los demás.

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El segundo en el que puse un pie dentro de la vieja sala, la atmósfera caló hasta mis huesos, provocando que algo se retorciera en mi estómago. Era imponente e inquietante, como entrar en una habitación donde sabías que estaba la muerte. Había un tenue aroma masculino llenando el aire, combinado con el hedor a sudor, sangre coagulada y miedo.

Tuve que contener la bilis que subía por mi garganta.

Siempre era difícil entrar ahí sin volver el estómago, sin que las retorcidas imágenes que maquinaba mi mente me asaltaran para crear una historia turbia de lo que pudo haber vivido Leah en ese horrendo lugar.

La mente era un arma peligrosa; mucho más cuando se volvía contra uno mismo.

Escaneé el resto del vestíbulo, hasta que fijé mis ojos en la mancha oscura que teñía la alfombra en una esquina, salpicando la pared y uno de los muebles. Esa era la fuente de la que manaba la mayoría del fétido olor.

La sangre de Dominik.

Le había faltado poco para escapar.

Controlarlo fue casi imposible. Los hombres que Leo contrató para mantenerlos vigilados—y controlados— enfrentaron toda una odisea con él, que sabía justamente cómo, cuándo y dónde golpear para dejarte fuera de combate.

Derribó a tres de ellos, y llegó tan lejos como este vestíbulo, antes de que alguno le volara los sesos. Habían limpiado los restos, pero la sangre que sobre la raída alfombra no se iría, ni tampoco la del mueble o las paredes.

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora