No me atacaban de manera directa, pero podía sentir el peso de sus miradas en ocasiones, miradas llenas de odio y de cierto temor. Para ellos, no era más que una asesina, como mismo lo era para la gente de mi pueblo.

Algunas veces, pensaba en Víctor y me dolía lo que estaba ocurriendo. Sin dudas, hubiera sido capaz de perdonarlo y de recuperar nuestra amistad luego del beso, pero él había decidido ponerse del lado de los que me juzgaban. La decisión ya no recaía sobre mí, él la había tomado por ambos sin darme siquiera la posibilidad de contarle mi versión de la historia.

No obstante, trataba de ignorar todo a mi alrededor y de concentrarme en las únicas dos personas que apreciaban mi presencia: Jimmy y Jojo.

Jojo no había experimentado ninguna mejoría. Después de una charla que había tenido con Stella, al menos no se negaba a asistir al salón de clases.

Por otro lado, no podía evitar sentir que Jimmy cada vez se alejaba más de mí y del mundo. Estaba más taciturno que nunca y las ojeras eran una añadidura permanente en su rostro. Aunque no me lo dijera, sabía que estaba teniendo problemas para dormir. No podía arriesgarme a colarme en su habitación por las noches. Si me pillaban me castigarían, y no sería capaz de lidiar con nada más en ese momento.

Yo también estaba muy ansiosa, incluso comencé a morder mis uñas, algo que jamás había hecho. Pero ¿qué más podía hacer? Se negaba rotundamente a hablar de su cumpleaños número dieciocho y sus posibles consecuencias. Se estaba ahogando en sus miedos y no aceptaba mi mano para ayudarlo a salir.

La noche anterior a su reunión, no bajó a recogerme para ir a cenar. Pensé subir a buscarlo, pero no podía dejar sola a Jojo en el estado emocional en el que se encontraba, así que fui al comedor solo con ella. Bajábamos a cenar siempre los tres, no podía darle de lado a ninguno. Nuestra mesa siempre se mantenía en un silencio total, ninguno tenía ganas de fingir que todo marchaba bien.

La preocupación no permitió que tocara mi comida y, apenas dejé a Jojo en nuestra habitación, subí por él. Toqué una y otra vez hasta que desistí; no estaba allí. Me quedaba una única opción para buscarlo: nuestro árbol.

Corrí escaleras abajo y salí al jardín. Ya era de noche, pero la iluminación artificial me permitió verlo sentado justo donde había imaginado. Desde la distancia, me pareció más frágil que nunca. Estaba solo y perdido en algún lugar dentro de su cabeza.

Me acerqué despacio y me senté a su lado. Él fue el primero en romper el silencio:

—Estaba hablando con Ana... —susurró sin pensarlo. De inmediato, reaccionó ante sus palabras y trató de enmendarlo—: Es decir, estaba—

—Entiendo —lo interrumpí en un tono de voz dulce y bajo. No necesitaba sentirse más avergonzado de lo que ya estaba—. En ocasiones también hablo con Beth. Creo que puede escucharme en cualquier lugar que esté ahora... La extraño mucho, seguro te ocurre lo mismo con Ana.

—A veces me pregunto si ella me extraña a mí —susurró.

Sonrió con tristeza.

—Sé que es algo estúpido porque ella está... —La sonrisa se borró de su rostro y rectificó—: Ella ya no está.

—Sí está —respondí—, en las estrellas, ¿recuerdas?

Asintió y luego miró al cielo.

—Jason viene mañana, ¿no? —volví a hablarle.

—Sí... él y Stella entrarán conmigo.

—Jimmy... —Tomé una enorme bocanada de aire antes de hablar. No estaba segura de si sería bueno seguir adentrándome en ese tema—. ¿Sabes que nada entre nosotros va a cambiar sin importar lo que pase mañana, cierto?

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Where stories live. Discover now