Uno.

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—Rayos... No tengo nada para ponerme.

Miré desolada entre toda la ropa que había arrojado sobre la cama. Poco a poco se había convertido en una pequeña montaña.

Suspiré. Si no encontraba nada impresionante para vestir, iba a ser sujeto de las crueles bromas de mis amigas... Nuevamente.

Mi relación con ellas era difícil. Supongo que las quería, y ellas a mí. Ellas me llenaban de maltratos y yo lo soportaba porque simplemente no quería estar sola. ¿Cómo iba a sobrevivir los años que me faltaban en la Universidad si estaba sola? No lo quería saber, ya había pasado mucho tiempo así y prefería no recordarlo. Aunque últimamente me estaba sintiendo muy mal conmigo misma y todo lo que hacía. No había nada que me hiciera feliz y prefería quedarme en mi departamento, navegando en internet antes que salir de fiesta. No siempre eran malvadas conmigo pero cuando lo eran, dolía mucho. 

        Hace un par de meses, nos encontrábamos en una clase en la universidad. Levanté la mano para preguntar algo al profesor, eso sucedía muy rara vez gracias a mi timidez, luego de que me contestara amablemente sentí a Maureen mirándome fijamente. 

Que preguntas más estúpidas que haces dijo antes de reírse en mi cara y volver la vista al frente.

Me quedé de una pieza. Me había dolido ese comentario pero no podía dejar que ella lo supiera. Puse una sonrisa en mi rostro y fingí tomar apuntes.

Al final me decidí por unas leggins negras, una camiseta holgada de un color entre verde y gris, y zapatillas negras. Podría haberme puesto zapatos de tacón pero no me sentía con muchos ánimos, me daba un poco lo mismo lo que pudieran decirme. Solo un poco. 

Por eso, me maquillé y me hice una coleta alta en la cabeza. Lo que más me gustaba de mi, era mi pelo rubio. Claro que me lo había teñido. En realidad lo tenía oscuro, se notaba en las raíces incipientes. Aunque me gustaba ese look descuidado y todavía no me habían dicho nada malo sobre el. 

Me puse la última capa de brillo labial, guardé mi movil entre otras cosas en un bolso y salí rumbo a la casa de mi amiga, Maureen. 

No era un viaje tan largo así que fui caminando, deseando no cruzarme con nadie en el camino. Sentí deseos de sacar un cigarrillo y fumarlo pero me contuve, si me sentían el olor a humo sería peor. En menos de diez minutos llegué a la mansión, porque no se podía llamar casa a eso. Era enorme. Estaba en un barrio apartado, con pocas casas pero todas eran igual de impresionantes.

Maureen salió a recibirme, se había puesto unos jeans desgastados y una simple remera negra pero me sentí insignificante a su lado. Observé en silencio el hermoso collar que le habían regalado sus padres, era antiguo y tenía piedras preciosas engarzadas, solo alguien como ella podía llevarlo con tanta liviandad; una cosa que valía miles de dólares exhibiéndose a diario por la universidad.

—¡Hola tú! Al fin llegas, ya está Cass aquí.

Pasé adentro, admirando una vez más los cuadros que había en las paredes del largo pasillo de la entrada. Los padres de Maureen eran fanáticos de ir a las subastas de objetos antiguos, y tenían un gusto exquisito. Además de tener mucho dinero para poder permitírselo.

Dejé mi bolso en una mesa de la sala y me senté en el sillón junto a mis amigas. Cass se había puesto un vestido verde largo, lo que combinaba de una extraña forma con su cabello negro y ojos verdes.

—Estábamos pensando qué película ver. ¿Que sugieres?

—¿Cuál tienen en mente ustedes?

— Sí, ésta. ¡No sé de qué trata esta pero el actor es hermoso!

HuidaKde žijí příběhy. Začni objevovat