Love is Sick ||Claude Fanfic|| EN EDICIÓN.

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TN.

Nuevamente en la biblioteca encontré un libro que llamó mi atención, dejando de lado el que estaba leyendo, tomé uno de esoterismo (el cuál, por alguna razón estaba en casa de un noble), hablaba de seres divinos y condenados, como dioses, ángeles, y demonios. Normalmente lo últimos son más interesantes, así que pasé a esa sección. Los dibujos debían dar una imagen de como eran, grotescos, con colmillos y garras afiladas, unos con partes de animales o cuerpos humanos. Ojos pequeños y poses amenazantes para indicar su malicia.

— ¿Qué estás leyendo? — alguien preguntó literalmente, junto a mi oreja. Me aparté bruscamente saltando del sofá, y al girar encontré a Timber.

— ¿No pueden tocar la puerta?

— ¿Por qué? — el segundo de los trillizos preguntó, estaba detrás mío — Ya estamos aquí.

— ¿Dónde está el otro?

— ¡Aquí! — Cantaembury salió de entre los libreros — Hola.

— Entonces, ¿qué lees? — insistió el primero.

— Apenas lo empezaba — les mostré la carátula verde —, no es nada especial, todo esto es falso pero me agrada ver las descripciones, mucha imaginación — dije encogiéndome de hombros.

— ¿Crees en eso? — preguntó Thompson inclinando su cabeza.

— No — contesté divertida —, es tonto... ¿ustedes sí?

Los tres se miraron entre sí. Normalmente no son mucho de expresarse físicamente, pero esta vez parecían algo preocupados por como sus cejas se fruncían.

— Tenemos que limpiar.

— Sí, mucha limpieza. 

— ¡Bye, bye~!

Y así salieron de la biblioteca casi corriendo. Tras esa extraña interacción suspiré y me dediqué a seguir leyendo, esta vez apoyada en una mesa.

Me aburrí rápidamente. Casi todo se trataba de lo mismo. 

— ¡TN~! — Alois entró azotando la puerta.

Diablos, ya no me dejan en paz.

— ¿Sí?

— Claude salió a conseguir unas cosas, ¿que haces? ¿Quieres ir al jardín?

— En realidad–

— ¡Vamos! — me tomó del brazo y prácticamente comenzó a arrastrarme. Seguí el juego, de nada serviría resistirme, no me haría caso.

— ¿Por qué nunca va con Hannah? — pregunté, genuinamente interesada. Parece que ella no le agrada en absoluto, la ignora todo el tiempo.

— ¿Eh? Pues... me fastidia — dijo con simpleza —. Y tú no.

Vaya razón.

— Si tanto le fastidia, ¿por qué trabaja aquí?

Se rió. No va a contestarme.

Llegamos a las áreas verdes, el clima había estado nublado desde la mañana, pero seguía luciendo lleno de vida.

Verlo junto a las flores es irónico. Ellas reflejan perfección y esmero, y él, él es lo contrario. Todo es una fachada.

— Mis favoritos son los jacintos — sonrió de oreja a oreja —, por eso tenemos muchos de esos. ¿A ti qué te gusta?

— No sé su nombre, pero Hannah dijo que iba a buscarlas por mi descripción.