XXXIII. Reach For The Sky

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Dolía. El labio le punzaba y ardía cada vez que Gerard pasaba el pequeño algodón con alcohol por el corte que tenía producto de uno de los golpes que había recibido. Sentía el impulso de pasar su lengua por la herida, pero sabía que eso no ayudaría y solo le quedaría el asqueroso sabor del alcohol en la boca. Gerard tenía el ceño fruncido y, a pesar de que Frank notaba que muchas cosas pasaban por su cabeza, su novio no había dicho nada desde que se habían subido al auto para volver a casa.

Alguien había llamado a la policía, así que cuando las sirenas se oyeron a la distancia, los tipos que habían comenzado el alboroto habían huido. Por su parte, Bruce le había pedido a Gerard que lo sacara de allí y Blake había sido la encargada de llevarse al resto de los chicos.

El trayecto en el auto había sido en silencio. Frank estaba algo conmocionado por lo que había sucedido y le había rogado al cielo que su tía no estuviera en casa, porque de ser así, tendría que escuchar un largo sermón sobre lo peligroso que era andar metiéndose en peleas con desconocidos que en cualquier momento podían sacar un arma y matarlo.

Aquella noche le había quedado claro; casi había ocurrido.

Frank había estado en bastantes peleas a lo largo de su vida, en su mayoría habían sido con chicos de su edad, o quizá un par de años mayores, y nunca habían escalado más allá de golpes de puños o patadas, así que haber tenido una pistola apuntándole la frente, había sido toda una nueva experiencia.

—Esto también va a doler -dijo Gerard tomando su mano derecha para limpiar la sangre seca en sus nudillos.

El primer contacto fue solo con un paño mojado, pero luego Gerard pasó el algodón empapado de alcohol por sus heridas y, a pesar de que estaba siendo suave y cuidadoso, su mano ardió como el infierno.

—Mierda -gimió, pero Gerard continuó con su tarea, con el ceño fruncido y los labios apretados.

Frank quiso besarlo. Era la primera vez que alguien se preocupaba de él luego de una pelea y debía admitir que se sentía bien. Además, la adrenalina ya había desaparecido, provocando que sintiera dolor en cada rincón de su cuerpo y, de verdad, lo único que quería en ese momento era acurrucarse en la cama al lado de Gerard.

Cuando su mano estuvo limpia, su novio la vendó y él sonrió con ternura.

—Gracias -Gerard sonrió fugazmente y se puso de pie-. ¿Te irás? -Lo vio asentir mientras se lavaba las manos-. ¿Por qué? ¿Por qué no te quedas? -Frank se acercó y lo abrazó por la espalda, sintiendo al pelinegro tensarse ante el contacto.

—No puedo -dijo su novio separándose de él-. Tengo que irme.

—¿Qué pasa?

—Nada -mintió y Frank lo sabía-. Solo debo irme.

—Gerard -Iba a tomar su mano, pero el pelinegro se alejó-. ¿Qué pasa? -insistió.

—No puedo hacer esto ahora -dijo con un hilo de voz-. Necesito... yo... irme -susurró.

—¿Qué?

—Frank -Gerard lo miró y sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo al encontrar en sus ojos lo mismo que había visto en ellos aquella noche en que había que tenido que llevarlo a su apartamento luego de la balacera-. No puedo hacer esto ahora -repitió.

—El acuerdo es que hablemos de todo -dijo refiriendo al último mal entendido que habían tenido.

—Lo sé y hablaremos de esto, lo prometo -Suspiró-. Solo que no lo haremos ahora porque... no puedo.

—¿Por qué no? -preguntó, sabiendo que estaba empujando las cosas y eso nunca llevaba a nada bueno.

—Necesito pensar -Frank iba a preguntar, pero en cambio solo asintió.

The Clash {Frank Iero & Gerard Way}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora