JAQUE AL CORAZÓN DE UNA DAMA - parte 2

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No me he sentido bien estos días.

Soy buena para fingir que sí, a pesar de que en el fondo muero por quedarme en cama sin hacer nada. Presiento que es cansancio.

Sí.

Estoy cansada, es todo.

Estoy cansada de levantarme siguiendo una rutina: asearme, ponerme el vestido, desayunar, revisar mi agenda, aprobar el nuevo menú del día, dar un paseo, atender la correspondencia, comprobar la administración y destinar parte de mi atención en establecer las reformas que se darán a los constructores para el hospital en dado caso se apruebe el proyecto. En un momento u otro, seré citada a una asamblea donde el emperador dará su veredicto.

Pero toda emoción se esfumó, reemplazada por una intensa fatiga. Hay ocasiones del día en que vuelvo a mi habitación y me quedo observando el infinito a través de las puertas abiertas del balcón. Intento leer la guía para damas, sin embargo pronto mi atención se desvía y ya no vuelvo a concentrarme en sus páginas. O en nada más.

¿Qué más tengo que hacer aquí?

¿Cuánto más debo permanecer en este lugar?

¿Por qué simplemente no despierto otra vez en mi cuerpo en Chile?

¿Acaso estoy muerta?

¿Cómo puedo salir de esta extenuante situación?

Preguntas, preguntas y preguntas. No tengo Google para buscar las respuestas, ni a alguien a quién cuestionárselas.

A veces, cuando estoy sentada frente al espejo, dejando que Annika peine mi cabello, me quedo observando el rostro que veo ahí reflejado. No puedo reconocerme. Ya ni puedo recordar mis rasgos reales. Solo sé que mi piel era más tostada, mis ojos eran castaños al igual que mi cabello. Pero trato de pensar en cómo era la forma de mi cara, si mis labios eran gruesos o delgados, si mi nariz era grande o pequeña, de qué forma eran mis ojos, y no puedo recordar.

Sucede lo mismo con el rostro de mis padres, de mis otros amigos, del resto de mi familia; no puedo recordar las direcciones de cómo llegar a los lugares que conozco en Chile, cómo eran. Apenas puedo recordar el rostro de Eva y la pastelería porque todavía lo veo gracias a la prueba del fragmento.

Estar aquí... comienza a absorber mis recuerdos de mi vida como Verónica Gómez.

Estoy olvidando quién soy.

Me da miedo. Me da miedo olvidar mi identidad, volverme parte real de este mundo. Porque no tengo un lugar al cual pertenecer aquí. Porque una vez que salga de este palacio, enfrentaré un mundo completamente desconocido del cual todavía sigo aprendiendo a comprender. Un mundo con el cual no termino de calzar. Solo puedo contar con dos personas aquí, Eciar y Myriam, y ni siquiera son personas las cuales confío para expresar todos estos sentimientos que tengo atorados.

Exceptuándolos, estoy sola.

Y no me gusta estar sola.

|| Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ ||

Nates veía a Verónica sentada otra vez en el sillón junto al balcón de su alcoba. Acaban de volver de la oficina en donde ella suele estar para trabajar, una vez que acabaron con los pendientes que tenía. Le había sugerido ir a pasear por el jardín, creía que eso la alegraría un poco, sin embargo ella se negó y como una autómata volvió a quedarse en esas cuatro paredes, siempre observando el exterior con una mirada tan... triste.

Todo comenzó al día siguiente haber hecho esa escapada a la ciudad. Ya tenían cinco días desde entonces.

Hace dos noches, el maestro Deckard había aparecido en medio de la habitación. Limpió la bruma de oscuridad antes de que pudiera formar una pesadilla, y Nates ni tuvo el tiempo de informarle del estado de ánimo de la dama antes de que su maestro se marchase de nuevo.

✓ No Seguiré ese Destino [Destino #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora